Por Juan Gabriel Tokatlian
Clarín lo calificó de “papelón”, Página 12 de “incidente” y La Nación de “insólita protesta”. El hecho, según se lee en los tres medios, es: un grupo de militantes —al parecer, unos de Quebracho y otros veteranos de Malvinas—, movilizado por un intendente, de un espacio transversal afín al gobierno y alertado, entre otros, por un diputado de la UCR y un ex diputado del PJ, destrozó partes de la sede administrativa del puerto de Ensenada y de la cercana destilería de YPF porque dos buques de apoyo — presuntamente de bandera noruega — con una tripulación de 22 personas (21 argentinos y 1 uruguayo), cargaban combustible antes de emprender tareas de exploración petrolera autorizadas por el Ministerio de Planificación. Los acontecimientos violentos se sucedieron porque fuentes distintas denunciaron que se trataba de dos naves inglesas que se aprovisionaban de petróleo argentino con el propósito de camuflar el combustible, llevarlo a las Malvinas y hacer exploraciones en las vecindades de las islas.
Sin duda hay responsables directos e indirectos de este fenomenal equívoco, hay ausencia de transparencia en la provisión de información a la ciudadanía, hay manipulación y provocación política y ausencia de las instituciones correspondientes para evitar o controlar potenciales reyertas en espacios públicos. Sin embargo, lo que quiero subrayar es que este tipo de episodio revela una forma de patriotismo extraviado. Ser patriota, según el Diccionario de la Real Academia Española, es “tener amor a la patria y procurar todo su bien”.
¿Se ama la patria cuando se destruyen bienes patrimoniales de la nación para protestar por unas islas que según la Constitución sólo deben ser recuperadas de manera pacífica? El patriotismo no es un llamado a la furia. Si se trata de ser un buen patriota, ello implica reafirmar la responsabilidad, reivindicar las virtudes cívicas y rechazar el abuso del poder y la obediencia ciega. El patriotismo no constituye una licencia para legitimar la fuerza a cualquier precio y por cualquier motivo. Si se trata de ser un patriota asertivo se deben cuestionar las trampas morales inducidas por los poderosos y apelar al valor de la conciencia crítica.
El patriotismo no es una llamada a la sinrazón. Si se trata de un sentimiento de pertenencia hondo, entonces el patriotismo merece ser protegido de los despropósitos.
En la Argentina el extraviado patriotismo malvinero está mucho más extendido de lo que se ve y comenta.
En el hecho ocurrido hay actores políticos de distinto signo político, diferentes generaciones y múltiples agentes estatales y de la sociedad civil involucrados.
No existe aún entre nosotros un patriotismo alternativo, atenuado y cosmopolita fuertemente enraizado : hay manifestaciones en esa dirección pero no son las mayoritarias.
Recientemente algunos estadounidenses criticaron las expresiones de euforia cerca de la Casa Blanca ante la ejecución de Osama bin Laden: eso, dijeron varias voces, no es patriotismo sino una mezcla de venganza e ignorancia.
Así se podría calificar lo ocurrido acá.
En tiempos de crisis — y éstos lo son allá y acá — es difícil esperar que aflore una mirada distinta acerca del patriotismo. La clave será ser pacientes, prudentes y pedagógicos.