Por: Daniel Artana y Juan Luis Bour
El Gobierno nacional ha dispuesto nuevas medidas de protección a las importaciones que, en principio, persiguen el objetivo de promover la industria nacional y el empleo en el sector. Desde el punto de vista conceptual, las restricciones a las importaciones son bastante cuestionables. Por un lado, se ignoran los efectos negativos sobre los consumidores, que deben pagar precios superiores a los que existirían en una economía más abierta; y por otro, se crea un sesgo antiexportador ya que los precios de venta al mercado interno son superiores a los que percibe la misma empresa industrial cuando exporta. Estos problemas son aceptados incluso por los economistas que sostienen a nivel académico la importancia de las políticas activas. Por ejemplo, los profesores Haussman y Rodrik destacan la importancia de la colaboración entre el sector público y el privado para resolver problemas de coordinación y fallas de información, pero descreen de la protección arancelaria como instrumento.
La industria argentina desde 2002 en adelante se ha beneficiado de un tipo de cambio real favorable y del fuerte crecimiento de la economía de Brasil. Entre 2003 y 2010 el tipo de cambio real bilateral con el dólar fue, en promedio, el doble del que regía a fines de los 90 (aunque con tendencia declinante producto de la fuerte suba de costos en dólares de los últimos años). Y la economía de Brasil tiene hoy un tamaño tres veces mayor que el que tenía en el ocaso de la convertibilidad. Ambos factores deberían haber contribuido para que la industria argentina lograra un aumento notable en las exportaciones, en la actividad y en el empleo. A ello se suma que desde 2005 y en forma creciente se empezaron a aplicar medidas de protección especiales que se suman a aranceles a la importación en general elevados.
Sin embargo, las cifras oficiales muestran que en realidad no hubo un desempeño acorde con esa mejora en las condiciones externas y en la política pública. Por ejemplo, las exportaciones de manufacturas de origen industrial aumentaron en valor a una tasa promedio anual del 15% entre 2003 y 2010, similar a la observada entre 1986 y 2001 y algo por debajo del 19% que promediaron entre 1993 y 1998. En cantidades, aumentaron al 11% anual, algo por encima del 10% de finales de los 80 y por debajo del 18% anual del período 1993-1998.
La información que surge de combinar distintas fuentes oficiales -EPH, indicadores industriales de INDEC, sistema de pensiones, etc.- indica que el nivel de empleo industrial se recuperó en el ciclo actual, pero que su participación en el empleo total mantuvo una tendencia declinante. Más aún, el empleo directo (obreros en la industria), a pesar de mostrar un suave crecimiento, es aún inferior al registrado en la década de los 90. Los datos son coincidentes en términos de la tendencia señalada.
En lo que hace a la cantidad de obreros ocupados, luego de una abrupta caída a comienzos de la década se registra una recuperación que interrumpe abruptamente la crisis financiera de 2008. A fines de 2010, el empleo industrial era todavía un 2% inferior al de mediados de 2008, y en promedio el año mostraba una ocupación un 5% inferior a la de 1997. La cantidad de trabajo utilizada en la industria (total de horas trabajadas) era un 10% inferior al registro de 1997, dado que a la menor ocupación se le sumó una caída del 6% en las horas trabajadas por obrero.
El empleo formal, según los datos del sistema de pensiones, muestra una evolución algo diferente, con aumento en el empleo de la industria (obreros y además administrativos, incluyendo un universo de empresas más amplio) respecto de la década de 1990. La ocupación total en la industria habría crecido en esta definición un 34,7% respecto del año 1997; sin embargo, como el empleo formal total creció un 59%, la participación del empleo industrial cayó en términos relativos. Aun cuando los salarios del sector crecieron algo por encima del promedio (9,5%), la «masa salarial» conformada por empleo y salarios creció menos que para el promedio de todos los sectores de actividad. El crecimiento del empleo industrial es menor que el 15% si se utiliza como base la EPH que incorpora a formales e informales; también en este caso la participación del empleo industrial cae en el total. En suma, de las diversas fuentes se infiere una declinación en tendencia de la participación del empleo manufacturero en el empleo total y de la masa salarial relativa del sector.
En resumen, la política industrial del período 2003-2010 no parece haber tenido resultados muy favorables en términos de exportaciones, empleo y salarios. Cabe preguntarse acerca de las razones que explican este resultado, teniendo en cuenta que el contexto fue muy favorable (tipo de cambio depreciado y tamaño del principal mercado para las exportaciones del sector). Quizás la explicación haya que buscarla en la proliferación de controles, el aumento del costo laboral, las dudas acerca de la apropiabilidad de las ganancias, la alta inflación en dólares de los últimos años, el aumento desmedido en la presión tributaria o la elevada conflictividad. Ninguno de estos problemas los arregla el proteccionismo comercial.