Xavier Ensenyat
Redactor de Don Balón
Puede sonar a pataleta, pero no me ha gustado nada la elección de la FIFA para organizar los Mundiales de 2018 y 2022. En primer lugar me han indignado las filtraciones, pues todo el mundo sabía que Rusia y Qatar habían sido designadas muchos minutos antes de que Blatter leyera el nombre de ambas.
Tampoco me gustó que el comité de sabios del máximo organismo balompédico mundial compartiera hotel (¿y quizá algo más?) con la delegación británica. Y puestos a pedir, me habría agradado que algún representante de la Familia Real Española hubiera estado presente en Zúrich para apoyar a nuestra delegación.
La FIFA se ha rendido a los encantos de Rusia. Y no sólo me refiero al gas (del que sólo se beneficia la oligarquía dominante), sino a las virtudes de un país abrazado al capitalismo salvaje donde un régimen presidencialista (Wikileaks asegura que Putin siguen mandando en la sombra) aplasta cualquier tipo de oposición. La candidatura ibérica contaba con unos informes más positivos en prácticamente todos los apartados, pero el factor económico y político han pesado demasiado.
También los nuevos ricos del Golfo Pérsico han convencido a los prohombres del fútbol mundial. Los petrodólares qataríes han edificado un país artificial, construido sobre el desierto gracias a este preciado recurso natural. En ambos casos, dinero, lucro y poder. ¿Debemos asociar el fútbol a estos valores?