Néstor O.Scibona
Para LA NACION
En otro contexto, el anuncio formulado ayer por el ministro Amado Boudou podría interpretarse como una aproximación al FMI tras el fallecimiento de Néstor Kirchner, quien siempre había demonizado al organismo como eje de su discurso de independencia financiera, al costo de casi 10.000 millones de dólares en reservas del Banco Central. Pero admitir un viraje de estas características hubiera sido demasiado para el gobierno de Cristina Kirchner; sobre todo, apenas una semana después de haber anticipado por la cadena nacional de radio y TV que renegociará la deuda con el Club de París sin la intervención del Fondo.
Por eso optó por un doble discurso, que oscurece más de lo que aclara: ahora se le pedirá "asistencia técnica" para elaborar un nuevo y complejo índice de precios, pero sin que ello implique comenzar a normalizar la relación con el organismo. Desde la óptica oficial, este contexto permite cubrir las apariencias, justificar la reciente misión "secreta" de los ministros Timerman y Boudou a Washington -insólitamente negada por sus propios protagonistas- y, de paso, hasta camuflar la probable presencia en Buenos Aires de una misión técnica del FMI en los próximos meses.
Boudou acumula ya una considerable experiencia en esta tarea de decir y desdecirse. En octubre de 2009, cuando asistió a la asamblea del FMI en Estambul, había anticipado un principio de acuerdo para que la Argentina cumpliera con el Artículo IV (o sea, el suministro de información relevante sobre su desempeño económico), que desmintió apenas descendió del avión que lo trajo de regreso. En aquel momento, fue evidente que una llamada de Néstor Kirchner lo obligó a cambiar de discurso y descartar cualquier negociación, en la que la credibilidad de los indicadores del Indec iba seguramente a estar en juego. Meses más tarde, en
Washington, llevó a tal extremo esta postura que calificó como "FMI adictos" a dos periodistas que lo consultaron sobre una aproximación al organismo y hasta tuvo la descabellada idea de compararlos con los judíos que limpiaban las cámaras de gas nazis durante el Holocausto. Too much, hubiera dicho CFK sobre su ministro, quien incluso tuvo que explicar lo inexplicable en la DAIA.
¿Qué ocurrió desde entonces? Primero, la inesperada muerte de Néstor Kirchner. Segundo, la decisión de Cristina Kirchner de retomar en Seúl -en la cumbre del G-20- la refinanciación con el Club de París. Tercero, la aclaración de Boudou de que esa deuda, de casi US$ 7000 millones, no sería cancelada en un año, como se dedujo en un principio del mensaje de CFK, sino en un plazo mayor. Parecía extraño que el FMI estuviera totalmente al margen de este esquema, cuando en los hechos funciona como el auditor de los países desarrollados que integran ese grupo.
Incógnita
Aun con esta incógnita en danza, hay que reconocerle a Boudou que ya en abril de este año había anticipado la idea de pedir la asistencia técnica del Fondo para elaborar un nuevo índice de precios de alcance nacional. Lo que no queda claro es por qué la retoma justamente ahora, semanas después de haber afirmado que la inflación no era un problema para el Gobierno. Y mucho menos cuando la contraparte argentina seguirá siendo la cuestionada conducción del Indec, designada a imagen y semejanza de Guillermo Moreno.
Ayer mismo, el anuncio ministerial despertó reacciones políticas. La senadora radical Laura Montero afirmó que no tiene sentido poner en marcha este proyecto, si no existe la decisión de recuperar la confiabilidad del Indec y reponer en sus cargos a los técnicos expulsados por Moreno. El ex viceministro de Economía Jorge Todesca dijo lo mismo con otras palabras: "Llaman al FMI para arreglar lo que ellos mismos destrozaron en el Indec, que era un orgullo para la Argentina". Ambos estiman, además, que diseñar y probar un IPC nacional llevará mucho tiempo (más de un año o dos) y que en la Argentina existe capacidad técnica suficiente para hacerlo, sin necesidad de recurrir al Fondo.
Este diagnóstico echa también por tierra la presunción de que el Gobierno buscaría sincerar la inflación en 2011 para convocar a empresarios y gremios al acuerdo social. Basta considerar que en la Argentina sólo 11 provincias llevan estadísticas propias de precios y habría que armar una estructura nacional, definir productos, segmentos de consumidores por poder adquisitivo, ponderaciones y lugares de relevamiento, cuando el Indec ni siquiera difunde hoy los valores que toma en cuenta para elaborar sus inverosímiles estadísticas en el área metropolitana. Así, el anuncio se asemeja a transformar un desvencijado Fiat 600 en un flamante Mercedes-Benz. O a darle una llave al FMI para entrar por la puerta de atrás.