IAPG ENCABEZADOPAN AMERICAN ENERGY (CABECERA
CINTER ENCABEZADOTGN
SACDE ENCABEZADOSECCO ENCABEZADO
KNIGHT PIÉSOLD ENCABEZADO
SERVICIOS VIALES SANTA FE ENCABEZADO MININGTGS ENCABEZADO
WEGRUCAPANEL
Induser ENCABEZADOSAXUM ENGINEERED SOLUTIONS ENCABEZADO
GSB CABECERA ROTATIVOFERMA ENCABEZADO
METROGAS monoxidoMilicic ENCABEZADO
INFA ENCABEZADOPIPE GROUP ENCABEZAD
cgc encabezadoGenneia ENCABEZADO
EMERGENCIAS ENCABEZDOPWC ENCABEZADO ENER
WIRING ENCABEZADOWICHI TOLEDO ENCABEZADO
METSO CABECERACRISTIAN COACH ENCABEZADO
BERTOTTO ENCABEZADOOMBU CONFECATJOFRE
Argentina lithium energyALEPH ENERGY ENCABEZADONATURGY (GAS NATURAL FENOSA) encabezado
Debate
(Opinión) FIDANZA: "FESTIVAL DE ESTRATEGIAS E ILUSIONES"
07/11/2010

Festival de estrategias e ilusiones

La Nación
Pareciera que todo se ha dicho y escrito después de la abrupta muerte de Néstor Kirchner. Se desplegaron muchas interpretaciones y puntos de vista. De lo bueno a lo deleznable. Los contenidos de la comunicación reflejaron el sino del hombre caído. Hasta su muerte, existía una profunda división en torno a la figura de Kirchner. Acaso la más profunda que suscitó un líder político de la democracia después de Perón.

El ex presidente era, como todo jefe cabal, un organizador: estructuraba el discurso y la acción de sus adeptos así como el de sus detractores. Ahora, los que lo seguían se quedaron sin orientador y los que lo rechazaban, sin enemigo. Las lecturas de la realidad y las estrategias de reposicionamiento afloran con implacable necesidad. Y siguen una lógica que la muerte no pudo alterar: unos están con Kirchner, otros contra él, sin posibilidad de mediación.

El enfrentamiento reaviva una duplicidad humana que se expresa de modo característico en los trances decisivos de la política. Es la confusión de deseos con diagnósticos, sobre la que advertía ya a principios del siglo XIX el fundador de la sociología, Augusto Comte. Ante el fin de Néstor Kirchner surgieron anhelos irreconciliables, sin verificación empírica alguna. Sus opositores deliran con el debilitamiento final del régimen, al que le ponen fecha de vencimiento como si fuera un lácteo. Sus simpatizantes más combativos, en cambio, sueñan con la radicalización de lo que llaman el modelo, en medio de consignas y vítores bélicos.

La muerte de Kirchner aportó nuevos materiales a esta disputa. La movilización popular y la participación de los jóvenes impactaron, provocando apreciaciones dispares. Fueron escenas fuertes, impensadas para unos, lógicas para otros. Y ocurrieron en la Plaza de Mayo, lugar simbólico del peronismo, a cuya vera decidió velarse al ex presidente, menospreciando al Poder Legislativo.

De las distintas expresiones de la movilización popular, la televisión -gran constructora de la realidad- hizo foco en las consignas apasionadas y agresivas de los jóvenes y también en sus lágrimas. En paralelo, mostró sindicalistas organizados junto a ciudadanos comunes, de las más diversas extracciones y procedencias, desfilando en una larga despedida que osciló entre la tristeza y el desafío. Es claro que hubo distintos motivos para asistir al entierro. La movilización sindical, el agradecimiento por la satisfacción de demandas específicas y el compromiso ideológico se contaron entre los más importantes.

Puestos a demostrar que sus deseos equivalían a la realidad, las facciones atribuyeron significados excluyentes a estos sucesos. En el trasfondo discutieron una vez más sobre dos cuestiones, de las tantas, que las elites argentinas no pueden saldar y que el kirchnerismo exacerbó: cuál es la forma adecuada de hacer política y cuál es el destinatario de esa acción. La vigencia de la actitud militante y la organización de la población bajo la forma de pueblo volvieron al centro de la discusión.

Los intelectuales identificados con el Gobierno creyeron ver al pueblo, idolatrado por el peronismo, en la calle y a los militantes junto a él marchando hacia la liberación. Se reivindicó al pueblo contra la gente y la opinión pública, asimilándolos a la terminología del marketing; se consagró a la juventud como epítome de la militancia transformadora. Y se llegó a decir algo descabellado: que el gobierno de los Kirchner era la única variante al ajuste y la represión.

En la vereda de enfrente se atribuyó la movilización a una nueva manipulación del peronismo, aunque se tuvo que aceptar, a regañadientes, su magnitud. La mezquindad llevó a recuentos y comparaciones. Que tantos no habían sido, que en el sepelio de Alfonsín había más, que muchos fueron llevados en micros, que pesó el clientelismo, etc. Se notaron molestia y perplejidad en el antikirchnerismo frente al reconocimiento brindado al ex presidente.

A la luz de un diagnóstico preliminar y siempre expuesto a revisiones, podría decirse: ni tanto ni tan poco. En primer lugar, es reduccionista querer atrapar a la compleja sociedad bajo el rótulo de pueblo. Los viejos conceptos de pueblo y de clase social compiten hoy con otras formas de agrupamiento determinadas por gustos y pulsiones del mercado, que los medios de comunicación tornan homogéneos y convencionales. Una zapatilla de marca genera el mismo deseo en Remedios de Escalada que en Recoleta; el desinterés político reconoce la misma geografía. La nota diferencial es, en cambio, la falta de acceso a la educación, la salud y el trabajo, lo que determina una formidable desigualdad de oportunidades. Pero ese límite transforma a sus víctimas en excluidos, algo que se puede verificar, y no en la inasible categoría de pueblo.

En segundo lugar, es difícil subsumir la acción política a la militancia. Otra vez: la militancia es un modo, sectario y apegado a ideales, de hacer política, pero hoy constituye una expresión minoritaria. Un dato puede ayudar a moderar los deseos del ala izquierda del Gobierno: actualmente en el segmento de menores de 25 años hay paridad electoral entre los Kirchner y Macri. Es inexacto que el oficialismo monopolice el apoyo juvenil, como podría darlo a pensar lo visto en la plaza. ¿Invalida esto el fenómeno de las organizaciones juveniles que retoman ideales y ven en el actual gobierno a su intérprete? No, claro, pero lo somete al rigor de la investigación y lo acota como anhelo.

En tercer lugar, los sectores del poder económico deben entender que una de las principales fuentes del relato populista es la injusticia social. La humillación de los que menos tienen alimenta los discursos nacionalistas y reivindicatorios, caros al populismo. Siempre habrá material para la odisea de los pobres si la desigualdad social sigue aumentando. Y la Argentina es el país que en las últimas décadas se volvió más desigual en menos tiempo. La degradación social, no sólo la inequidad, es funcional a las expresiones más arcaicas de la política. Pero su superación es una responsabilidad del conjunto de la clase dirigente, no puede atribuirsela sólo a los políticos. Si no se comprenden estos fenómenos y causalidades se seguirá practicando un vano antiperonismo, emparentado con las peores tradiciones de la cultura política argentina.

¿Qué se puede esperar, entonces, después de la muerte de Kirchner, si se ponen entre paréntesis las ansias y se atiende a los datos de la realidad? Aunque tal vez esquemática y prematura, ensayaré una módica respuesta, cuya lógica no es el deseo sino el cálculo de probabilidades.

Ante todo, pareciera que no aguardan a la Argentina ni una dramática radicalización del modelo ni el fin próximo del kirchnerismo. Si esta estimación se cumple, los extremos no verán realizados sus deseos. Las probabilidades indican que en el corto plazo tendremos un gobierno en recomposición, en busca de un nuevo esquema de administración del poder y de gestión de alianzas. En esa reconstrucción, Cristina Kirchner enfrentará un complejo desafío y puede fracasar, pero también dispondrá de una gran oportunidad. Al menos durante los primeros meses contará con el afecto de la sociedad y la piedad de los medios.

Sin embargo, es improbable un cambio en el estilo y la orientación. No se aguarden diálogo y ternura. El "no tenemos por qué cambiar", susurrado por la Presidenta a un periodista cercano, más la intención de hacer honor a la memoria de su marido indican el camino que seguirá. En ese marco, es verosímil que la nueva etapa esté signada por formas variables de desorden, arrebatos ideológicos, luchas palaciegas, presiones múltiples y afiebradas especulaciones. Todos querrán avanzar, porque el dique de contención ya no existe y el miedo remitió. Todos querrán jugar en el bosque. A estas horas en las mesas del poder político y económico se tejen infinitas conjeturas y tácticas, que van de lo realista a lo banal, de lo posible a lo delirante.

Mi hipótesis inicial, sujeta a verificación, es que la muerte de Kirchner deja, en definitiva, mejor parado al Gobierno que a sus competidores, y esto debería influir en las próximas elecciones presidenciales, si la oposición no se consolida pronto. A Cristina Kirchner la esperan dificultades, pero su aura reverdecerá. Aunque es difícil de sostener en el tiempo, el carisma premia a los que son tocados por él. Eso lo saben Julio Cobos y Ricardo Alfonsín, cuyas irrupciones dependieron de contingencias excepcionales.

Deseos y diagnósticos seguirán su contrapunto porque la puja de intereses y el escenario electoral quedan abiertos. Será un festival de ilusiones y estrategias, corregido por los datos, que elevarán a uno al podio y depositarán al resto en el fracaso.

El autor es sociólogo y director de Poliarquía Consultores.



Vuelva a HOME

;