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Debate
EL FUTURO DE LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA TRAS LA MUERTE DE NÉSTOR. ESCRIBEN BLANCK, NAISHTAT, MORALES SOLÁ, TODESCA, BRITO Y BONASSO
01/11/2010

El peronismo se quedó sin jefe y esa vacante determina el futuro

Clarín

Por Julio Blanck

El peronismo, el partido del poder en la Argentina, que nació sintiendo al Estado como propio y al Gobierno como su lugar natural, acaba de quedarse sin jefe.

Este es el dato central del nuevo escenario político. Y quizás del proceso de decantación hacia una nueva jefatura haya que esperar las mayores tensiones del tiempo que irá desde el entierro de Néstor Kirchner a las elecciones presidenciales de 2011. Justo un año.

Apenas un año.

Kirchner era el jefe del peronismo, sin dudas. Lo era aún para los que construyeron la disidencia peronista, porque siempre su referencia fue Kirchner, así fuera para oponerse a él desde el ideario, a esta altura un tanto ajado, que supo elaborar Juan Domingo Perón.

Cristina Fernández es la jefa del Gobierno. Ocupa ese cargo con la legitimidad más absoluta. Pero no es la jefa del peronismo .

La Presidenta tiene ya la solidaridad y el acompañamiento de los gobernadores, los intendentes, los legisladores, los gremialistas. Pero no se puede reclamar herencia en la conducción política .

Conduce el que amasó una construcción propia, el que tuvo capacidad de armar alianzas, de elegir enemigos para asegurarse amigos, de repartir premios y castigos, de darle a algunos casi todo lo que piden y a otros nada. Alguien que haya sabido repartir las barajas pero ser siempre el dueño del mazo.

Ese trabajo jamás lo hizo Cristina en su vida política: era una de las tareas de Néstor.

Así funcionaron exitosamente: juntos gobernaron cuatro años Río Gallegos, doce años Santa Cruz, siete años y medio el país. Pero la jefatura política siempre fue de Néstor. Cristina tiene un gabinete de ministros y secretarios leales, pero sólo un puñadito de ellos son “cristinistas” puros, justamente los que no tienen anclaje ni historia partidaria y peronista. Ellos y el grupo de funcionarios que los acompañaron desde Santa Cruz son toda la estructura propia de la Presidenta.

Ayer, en las largas horas del velatorio popular en la Casa Rosada, se vio a una Cristina serena en su dolor, cálida ante las expresiones de cariño del público. Lo que tiene por delante es una tarea titánica: además de gobernar tendrá que convivir con la vacancia en la jefatura peronista. Después del duelo, sin demasiado afeites, comenzará esa danza de ambiciones , en la que ella con todo derecho querrá incluirse. Sus posibilidades serían considerables, pero ahí ya no tendría los apoyos y condescendencias que hoy se le prometen. Sencillamente porque su pretensión chocaría con otras.

Entre los que quieren avanzar casilleros decisivos en el poder peronista sobresale Hugo Moyano. El jefe de la CGT era el principal socio político de Kirchner. A esa sociedad le supo sacar gruesos beneficios y así acrecentó su dominio sindical, estableció una sólida base económica para su aparato y empezó a presionar sobre la estructura política. Pero ese socio ya no está y ahora hay que ver con quién negocia las decisiones.

Hace dos semanas, el masivo acto en River formalizó la ambición de Moyano. Los sentó a Cristina y Néstor como invitados principales, les ofreció el estadio lleno y les planteó su desafío: mejoras a jubilados, ley de reparto de ganacias empresarias, espacios para los sindicalistas en la política. Hubo algún refucilo verbal con la Presidenta, que no es de quedarse callada. Circula incluso la versión de que Néstor tuvo una áspera discusión telefónica con Moyano la noche antes de su muerte. Se dicen y se dirán muchas cosas. Pero desde River en adelante constó en actas que Moyano va por más, por todo si fuera posible .

La corporación política justicialista -gobernadores, intendentes, funcionarios, legisladores- tomó nota enseguida.

Si Moyano va por todo quiere decir que va por ellos . Y ellos sienten que pueden ser el tercer comensal en la mesa donde se discuta el poder peronista.

Moyano sabe que ningún sindicalista puede ser la cara que el peronismo le ofrezca a la sociedad en 2011. Los niveles de descrédito son demasiado altos, incluso superiores al promedio de los políticos. Su plan de avance sobre el poder supone, en esta etapa, achicar la mesa donde se decida quiénes serán cada cosa. Y que después todos le deban algo.

En esa línea, habla de reestructurar el Partido Justicialista y nombrar a Cristina presidente partidario, el mismo cargo que tenía Néstor.

Es una jugada transparente: Cristina maneja los resortes del Estado, sería una candidata natural en 2011 y no tiene estructura política propia. Lo que a ella le falta lo tiene Moyano, y ella tiene lo que Moyano necesita.

El líder de la CGT apunta a recomponer con Cristina la sociedad que tuvo con Néstor . Si fuera por su preferencia, la Presidenta lo pensaría no dos veces, sino tres, antes de aceptar. Pero la política está hecha de necesidades y no se sabe cuáles sobrevendrán.

Si Moyano consigue coronar a Cristina en el PJ el perjudicado directo sería Daniel Scioli, actual vicepresidente primero. Tras la muerte de Kirchner, Scioli puede quedar al frente del peronismo haciendo lo que más sabe: quedarse quieto, pero siempre en el lugar justo y en el momento indicado.

Si la estructura política del peronismo se reagrupa para discutir nuevas condiciones de poder, ahora que no está Kirchner, una de sus referencias inevitables será Scioli, que ya se perfilaba con ambiciones fuertes para 2011. Otras figuras de buena aceptación pública, incluso alineadas hoy en el disidente Peronismo Federal, también pueden entrar en ese círculo privilegiado.

Si se impone el peronismo político quizás alumbre un liderazgo asociativo desconocido en esa fuerza, tan amante del comando fuerte y único. Del modo que sea, la estructura territorial va a defender sus ambiciones. Porque en 2011 también se ponen en juego las gobernaciones y las intendencias. Todos van a querer alinearse detrás de una figura que les ayude a sumar y no espante votos . En eso, a la hora de la verdad, serán impiadosos.

La disputa por el poder en la criatura de Perón nunca abundó en buenas maneras. Pero la historia no ha corrido en vano y sería necio suponer que vaya a repetirse.

Hay tres sectores que aspiran al poder peronista. Cuando eso está en juego, la tensión es inevitable.

Es lo que viene.

 


 

Gestos que perfilan el futuro del Gobierno
Por Joaquín Morales Solá


Néstor Kirchner murió en un segundo fulminante y crucial. Crucial, sobre todo, porque la política argentina no será la misma después del vértigo de esa tragedia. ¿Cómo gobernará Cristina Kirchner el año que le queda de su mandato? ¿Quiénes serán sus asesores ahora que el gran consejero ya no está? ¿Quién o quiénes serán los encargados de ordenar el justicialismo, de transar con los gobernadores y de disciplinar a los intendentes del conurbano? ¿Quién tiene autoridad como para ponerle límites a la ambición sin límites de Hugo Moyano?

El kirchnerismo tiene claramente dos vertientes distintas. Una se inscribe en la política clásica. La otra está inspirada en la épica de los años 70. Una es más realista y la otra es más idealista. Una prefiere la conversación de la política y la otra opta por la violencia tácita de los hechos consumados. Kirchner basculaba entre unos y otros. No porque dudara, sino porque le sacaba a cada uno lo que mejor podía dar para conformar sus propias necesidades.

Los Kirchner fueron una pareja de poder -qué duda cabe-, pero eso no los hacía idénticos a los dos. Néstor Kirchner conocía la condición indispensable de la ingeniería política. Sabía que gobernadores, intendentes y punteros eran la base esencial de cualquier proyecto electoral. A ninguno le preguntaba si venía de la izquierda o la derecha; sólo les pedía a todos que estuvieran de su lado. Después, él se encargaba de colorearlo al viejo metalúrgico Hugo Curto, por ejemplo, con los increíbles trazos del progresismo.

Cristina Kirchner pone conceptos donde su marido ponía práctica. Esos conceptos crean mundos de amigos y de enemigos, en los que sólo caben el bien y el mal. Kirchner también tenía una lógica binaria -cómo no-, pero sus enemigos no eran conceptuales, sino fácticos. Ni aún en sus épocas de legisladora, la Presidenta toleró la gimnasia del diálogo, la negociación y la concesión. Prefería perder antes que conceder. Una vieja leyenda cuenta que cada vez que Néstor Kirchner amagaba con una negociación, su esposa lo frenaba con un par de preguntas devastadoras: "¿Y los principios? ¿Nos olvidaremos de los principios?" Cierta o no, la anécdota describe bien la diferencia fundamental que había entre ellos.

El kirchnerismo nutría el pragmatismo de su líder con algunas figuras que todavía están. Entre esos viejos artesanos de la política (a los que a veces el ex presidente muerto los obligaba a desconocer su propia historia) pueden inscribirse el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández (que es mucho mejor cuando calla que cuando habla); el ministro del Interior, Florencio Randazzo (que no olvidó, aunque parezca lo contrario, que la política es un juego de equilibrios inestables); el presidente provisional del Senado, José Pampuro (uno de los pocos kirchneristas respetados por la oposición); el presidente del bloque de senadores oficialista, Miguel Pichetto (que nunca dejó de negociar, aunque Kirchner le destruía al final todos los acuerdos), y el jefe del bloque de diputados oficialista, Agustín Rossi (que fue un conciliador antes de frecuentar cierto fundamentalismo tardío).


* * *

La otra veta, la del fanatismo y la del famoso lema de la "profundización del modelo", la encarnan el secretario legal y técnico de la Presidencia, Carlos Zannini; el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y el diputado Carlos Kunkel, a quien Kirchner consideraba un consejero indispensable. Hay algunos más, pero carecen de relevancia. Una bisagra entre ambos grupos la corporiza el ministro Julio De Vido, que sirve tanto para conciliar como para romper. Nunca fue, además, un preferido de la Presidenta. De hecho, Cristina Kirchner estuvo a punto de echarlo antes de asumir la jefatura del Estado. Una insistente presión de su marido (que incluyó fuertes operaciones mediáticas inspiradas por el propio Kirchner) terminó confirmándolo en el cargo.

El triunfo de las "palomas" o de los "halcones" marcará la tensión o la distensión de los meses por venir. Los moderados se impondrán si la Presidenta descubre que ya no está el nexo natural que había entre el Gobierno y la estructura del partido gobernante. Cristina Kirchner nunca le dedicó un segundo de su vida al entretejido político, ni dentro ni fuera del peronismo. La victoria de los duros sucederá, en cambio, si la jefa del Estado se convenciera, como parece haberse convencido en los últimos meses, de que ella no lidera una reforma, en el mejor de los casos, sino una revolución. Ella fue la primera en llegar a la certeza de que el mensaje de las últimas elecciones fue la necesidad de "profundizar el modelo" que había perdido.

La escenografía del sepelio, ayer, dio las primeras muestras de que Cristina Kirchner se volcaría hacia los fundamentalistas. Miles de personas, muchas espontáneas y otras tantas movilizadas, desfilaron por la Casa de Gobierno; sobraron las consignas sectarias. La ciudad, sin embargo, no alteró el ritmo normal de su vida cotidiana. Una enorme mayoría social optó por cumplir con los menesteres de todos los días: respetó sus horas de trabajo, fue al banco, consultó con su médico, departió con amigos en un café, hizo las compras necesarias y no cambió el decurso natural de la vida.


* * *

Las cosas excepcionales estuvieron en el lugar de la capilla ardiente. Una Presidenta entera, que contuvo como pudo el llanto y la emoción, aguantó durante horas aferrada al féretro de su esposo muerto. Algo inusual ocurrió también: la Presidenta no dejó espacio para que la saludaran dirigentes opositores como Mauricio Macri, Ricardo Alfonsín y Francisco de Narváez, que llegaron de inmediato al sepelio.

Ni siquiera los miembros de la Corte Suprema de Justicia pudieron darle la mano a la jefa del Estado, advertida por Parrilli, no obstante, de que estaban a su lado los máximos jueces del país. Moyano (que atropelló el ritual oficial y chocó con el recibimiento gélido que sólo Cristina Kirchner puede darle a alguien) y Diego Maradona fueron los únicos que rompieron el férreo cordón protocolar que rodeaba a la Presidenta.

Aníbal Fernández recurrió con lealtad a Julio Cobos y a Eduardo Duhalde para decirles que era mejor que no fueran. ¿Para qué? Hubieran sido blanco de la ira de los manifestantes, que ya se habían pasado gran parte de la noche anterior vituperando a Cobos más que elogiando a los Kirchner. Tampoco la Presidenta los extrañó. Es la verdad.

¿Cuánta sensibilidad ha perdido la sociedad argentina en estos años para que hasta la muerte resulte impotente ante la marea del odio y el rencor? ¿Qué vientos se sembraron para recoger estas tempestades? La muerte de Perón no provocó tanta crispación en 1974, aunque también es cierto que el anciano líder había regresado consensual y moderado, como no lo había sido durante sus primeras presidencias. La muerte de Raúl Alfonsín, hace un año y medio, sólo promovió la nostalgia social de tiempos más amables. Es una lástima, al final de cuentas, que un ex presidente haya sido despedido de este mundo por el agresivo kirchnerismo que creció bajo su sombra.



La economía pide más tranquilidad

Clarín

Por Jorge Todesca

El fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner, quien en la práctica conducía la gestión de la economía argentina, hace necesario combatir la incertidumbre que puede instalarse.

Es importante que el Gobierno perciba que necesita acciones que lleven tranquilidad a la población y a los agentes económicos. Lo peor que podría hacerse es “radicalizar” la política económica, un temor que está asomando en muchos sectores.

La respuesta que se requiere, en cambio, es fortalecer la institucionalidad y la previsibilidad en las decisiones económicas.

No existe un peligro de turbulencia económica, crisis cambiaria, ni peligro en el mercado cambiario. Pero varios temas pendientes de resolución deberían abordarse con un espíritu de búsqueda de consensos.

El Congreso tiene en tratamiento el Presupuesto 2011. Es importante que el Gobierno y la oposición lleguen a un acuerdo que permita contar con este importante instrumento. Hay que alejar cualquier atisbo de discrecionalidad en la aplicación de los recursos públicos.

También está en tratamiento en el Congreso una ley de normalización del INDEC. En este tema hay que evitar un enfrentamiento inútil y recuperar la credibilidad del organismo.

Se requiere de parte del Banco Central un programa monetario que acote la emisión de dinero y las perspectivas inflacionarias.

Es necesario reemplazar la improvisación por una programación económica sólida que contribuya a que se sostenga el crecimiento de la economía y el nivel de empleo.

 


 

Clima de negocios en la nueva etapa: entre el optimismo y la volatilidad

Clarín

Clarín

Por Silvia Naishtat

Apenas enterados de la muerte de Néstor Kirchner hubo una sucesión de reuniones entre dirigentes empresarios. Continuaron hasta ayer por la tarde, cuando la mesa del llamado Grupo de los Siete decidió asistir a la Capilla Ardiente de la Casa Rosada (ver más información en Panorama Empresario).

Por la mañana de lo que fue un extraño día laborable hubo una serie de encuentros y consultas en las propias compañías. Había necesidad de establecer estrategias para sus negocios y se barajaron distintas hipótesis .

En una descripción cruda de lo que puede venir, la alta gerencia de una automotriz imaginó volatilidad e incertidumbre. En cambio, en una siderúrgica líder comentaron: “No estamos pensando en un escenario alternativo. Es difícil que la Presidenta opte por otro camino”.

Los ejecutivos de una multi estadounidense, que pidieron no ser mencionados, enviaron un mensaje a la casa matriz : “Hay altas probabilidades de que Argentina se aleje del modelo venezolano”.

El consultor Ernesto Kritz, que tiene a muchas firmas líderes en su listado de clientes, señaló que sin Néstor Kirchner, Cristina tendrá una necesidad mayor en la búsqueda de consensos . “La duda es quién asumirá en el Gobierno el rol del coordinador, quién heredará la formidable capacidad de manejar y tejer los imprescindibles acuerdos políticos”, puntualizó.

Como se reflejó el miércoles, con el alza del valor de las acciones de firmas argentinas en Wall Street, los que más apuestan al cambio de rumbo resultaron los fondos de inversión con base en Manhattan.

Con esa misma percepción a comienzos de esta semana, los analistas de un fondo de EE.UU. aterrizaron en el país para anticiparse en la adquisición de bonos y acciones. Son la comidilla de la city porteña. Cuentan que consideran que la Argentina está barata y que con un rumbo “más pro mercado” esos papeles pueden subir de precio. El riesgo país lo refleja: bajó a 550 puntos .

El economista Miguel Bein señala que hay razones de fondo para que aprovechen lo que ellos consideran gangas. “El gran legado de Néstor Kirchner fue la renegociación de la deuda, que llegó a ser 120% del PBI. Luego del canje de 2005 la deuda quedó en 65% del PBI y después de medidas polémicas como la estatización de las AFJP y la utilización de reservas del Central para cancelar pagos, quedó en apenas 43% del PBI.

Esto convierte a la Argentina en un Estado solvente ”, remarcó a este diario.

Precisamente, para el ex negociador de la deuda, Daniel Marx, en un escenario con la soja en el alto nivel de US$ 450 la tonelada, con dos socios comerciales como Brasil y China creciendo y además Brasil con un real fuerte, hay buenas condiciones . A ese cuadro se añade el enorme flujo de capitales hacia los países emergentes. “Hay colchón, hay margen de maniobra”, dijo Marx a Clarín .

¿Alcanza para reanimar las inversiones productivas?, se preguntó en una alimenticia. Todavía falta, deslizaron.

 


En busca del amigo perdido

 

La Nación

Por Miguel Bonasso

El miércoles hubo una serie de llamadas telefónicas por la mañana. No sé por qué me parecieron ominosas y no las atendí ni escuché el contestador. Tampoco sabré nunca por qué encendí la TV buscando datos sobre el censo y me topé con ese mensaje surrealista escrito en blancas letras catástrofe sobre fondo rojo: Murió Kirchner. Estuve un buen rato sin entender lo que esas dos palabras realmente querían decir: que no lo vería nunca más en un acto, que ya no subiría al ring a seguir poniendo su título en riesgo, que nunca habría una charla entre los dos para tratar de explicarnos mutuamente qué nos había separado en la política y, por lo tanto, en la amistad.

Aunque lo conocí hace más de 13 años y ya venía con la salud delicada, nunca quise imaginar una despedida prematura; creí ?por el contrario? que sería como esos personajes que arrastran los achaques durante décadas con una mala salud de hierro. Ni siquiera los últimos episodios cardiovasculares me hicieron temer un desenlace abrupto. Con excepción ?ahora que lo pienso mejor? de lo que sugiere una foto que le tomó Marcelo Omar Gómez, de La Nacion, cuando abandonaba la clínica De los Arcos, después de que le practicaron una angioplastia. La imagen, obtenida el 12 de septiembre último, lo muestra sonriente en el auto, junto con Cristina. Pero en la sonrisa, un observador avisado podría adivinar algo parecido a un temor inconsciente, reprimido. Y en la mirada fija ?ahora lo aprecio con claridad? se aloja la muerte.

Sin embargo, a pesar de aquellas insinuaciones del gesto, a las veinticuatro horas Néstor ya estaba presidiendo un acto, dando rienda suelta a la pasión y al anatema. Negando los pronósticos sombríos, como siempre lo hizo, confiando en la buena estrella que lo acompañó durante décadas hasta convertirse en una enana roja y finalmente en un agujero negro. Sic transit gloria.

En las horas que siguieron al absurdo de la placa televisiva regresé muchas veces a los tiempos iniciales de nuestra relación, en 1997. Gobernaba aún Carlos Menem, yo acababa de publicar El presidente que no fue y el matrimonio Kirchner quiso conocerme. Entre otras razones, por consejo de su hijo Máximo, que había leído con mucho interés mi biografía de Cámpora. Al comienzo fueron almuerzos en un bodegón de la calle Riobamba, pero después, cuando se sumó mi finada compañera Ana de Skalon, se multiplicaron las cenas y las discusiones políticas entre los dos matrimonios. A veces apasionadamente enfrentadas: yo apostaba al Frepaso y ellos seguían siendo irreductiblemente peronistas. Cristina era una brillante legisladora y Néstor, el eficiente gobernador de Santa Cruz. Dos personajes bien distintos de nosotros. Ellos lucían afincados en un conocimiento real del poder que a nosotros ?periodistas y bohemios? nos resultaba totalmente ajeno y, por lo mismo, apasionante.

En octubre de 1998, cuando la primera reunión del Grupo Calafate, Néstor me confesó, de manera elíptica, sus aspiraciones presidenciales. Salíamos de una reunión y marchábamos a una cena, arrastrados por el viento patagónico, cuando me detuvo en medio de la calle desolada y me dijo con su dicción trabajosa: "Están, ¿te das cuenta? Los compañeros están y podemos dar vuelta a este país como una media. Si no somos tontos podemos construir el país que soñábamos allá en los setenta".

Era todo muy absurdo: yo ni siquiera estaba allí como militante, sino como enviado de Página 12, y además apostaba al Frepaso y no al PJ, pero le creí. Pensé contra toda lógica: "Este loco va a ser presidente".

Después de la hecatombe de diciembre de 2001, lo que en el 98 podía parecer una afirmación mesiánica se fue tornando cada vez más factible: la crisis de la clase política posibilitaba el surgimiento de nuevos liderazgos, para aquellos que hubieran sabido leer el metamensaje del "que se vayan todos". Y ese gobernador patagónico de apellido raro (como se decía entonces) lo supo leer.

A comienzos de 2003, integrábamos con Ana el equipo estratégico de campaña cuando Néstor nos propinó una fuerte desilusión al designar candidato a vicepresidente a Daniel Scioli, a quien veíamos como arquetipo del menemismo. Aunque la relación política se recompuso a partir de las primeras, brillantes medidas que tomó Néstor en los meses iniciales de su mandato, nunca regresé a la mesa chica, al círculo áulico del kirchnerismo.

Hubo momentos de gran acercamiento, incluso muy emotivos, como el vivido en la Rosada el 25 de mayo de 2003, cuando regresé después de 30 años al Salón Blanco y Kirchner recordó que tres décadas atrás él era uno de los muchachos de la JP que gritaban en la Plaza. Pero había también diferencias de concepción en la construcción del poder. El me recordaba una cita favorita de Perón: "Los ranchos también se construyen con ladrillos de bosta". Yo replicaba: "Pero después no se los puede habitar porque huelen a mierda". Esa diferencia no impidió que yo apoyara muchas de las medidas positivas que tomaron tanto él como Cristina, pero se agudizó cuando el proyecto kirchnerista abandonó la vocación frentista (la famosa "transversalidad") y encalló en el PJ, con sus gobernadores feudales y sus intendentes corruptos.

Habrá que trazar un balance exhaustivo de la era K, con sus luces y sus sombras, pero no hoy. Ante el amigo que fue, es preferible recordar otras cosas, como su rapidez para contestar. Una tarde me contó que George W. Bush le había dicho con sorna: "Te espero en el Salón Oval" y él le había replicado con la misma mala leche: "Pero no para las relaciones carnales".

 

 




Los empresarios debemos ayudar a Cristina

El Cronista

Jorge Brito Empresario, presidente de ADEBA

Néstor Kirchner fue una figura trascendental de la vida política argentina desde el año 2003 a la fecha. Su presidencia fue muy exitosa, para lo que basta comparar la Argentina que recibió y la que nos dejó al final de su mandato.

Su desaparición deja un vacío muy grande y nos va a tomar mucho tiempo aceptar su ausencia.

En mi condición de banquero y Presidente de ADEBA, tuvimos con Néstor Kirchner una relación de mucho respeto.

Nuestras charlas siempre fueron buenas, aun en los casos en que pudimos haber tenido alguna diferencia de opinión. Era un hombre que sabía escuchar y que comprendía y ponderaba los argumentos del interlocutor.

Era un muy buen administrador. Razonaba en términos estrictamente financieros, de caja, de ingresos y egresos. Ese estilo y esa metodología marcaron su presidencia.

Recuerdo en una primera charla su preocupación por el bajo nivel de reservas del Banco Central, y el plan para recomponerlas que tenía en la cabeza, para lo que se había fijado una meta de ingresos perfectamente cuantificada.

Esta manera tan precisa de pensar, que algunos pueden considerar no tan importante, fue, desde mi punto de vista, una de las claves del éxito de su gestión. El concepto de caja lo llevó a sostener el superávit comercial, el fiscal y el de balanza de pagos, tres principios básicos que sin duda fueron la causa principal del crecimiento de la Argentina.

Esta muerte inesperada nos obliga a reaccionar con responsabilidad. Para ello estoy trabajando con todos los empresarios para ayudar en lo que sea necesario a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Entendemos que esta es la manera de llenar el vacío que la desaparición de Néstor Kirchner nos deja, por lo que comprometemos los mayores esfuerzos en ese sentido.


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