La Nación
Alejandro I. Corbacho
Para LA NACION
Cuando los intentos bilaterales para resolver el conflicto por la pastera Botnia sobre el río Uruguay fracasaron, los gobiernos de la Argentina y Uruguay recurrieron al máximo tribunal internacional, la Corte Internacional de La Haya. El martes último se llegó a esa instancia de decisión aceptada como final por los presidentes de ambos países.
Más allá de los pormenores del fallo de la Corte Internacional, lo importante es que la Argentina obtuvo una decisión favorable para el futuro, se deben respetar los mecanismos de consulta mutua. Uruguay, una decisión favorable sobre lo actuado, la industria no produce daños ambientales suficientes como para justificar su erradicación (postura de máxima buscada por la Argentina). Por lo tanto, Botnia se queda y continuará como una presencia más del paisaje.
De ahora en más ambos deberán trabajar en conjunto para reparar el puente roto por el conflicto. Sin embargo, otro puente debe ser también restaurado. Como parte de la normalización de las relaciones, Uruguay espera que se levante el bloqueo del puente internacional, que lleva ya cuatro años. Esta medida es resistida por los habitantes de Gualeguaychú.
Frente a este hecho, el gobierno argentino tiene al menos tres alternativas.
La primera sería buscar algún nuevo mecanismo de resolución hacia el futuro, mientras se mantiene el statu quo. Esto es difícil ya que no se vislumbra otra instancia en el ámbito internacional que se vea neutral y que, además, cuente con la aceptación de las partes involucradas.
La segunda alternativa, una variación de la anterior, reconoce el fallo de la Corte, pero se desentiende de la situación en el puente para "no inhibir la libertad de expresión". Ambas opciones tienen sus riesgos.
La mirada internacional estará entonces puesta en un gobierno que parecería incapaz de recuperar el manejo de una parte de su política exterior.
Al mismo tiempo, el gobierno uruguayo (que también debe responder a demandas de su política interna) podría revisar su postura favorable a la candidatura de Néstor Kirchner a la presidencia de la Unasur.
Por último, la Argentina podría desandar el camino transitado hasta el momento y liberar el puente. El gobierno nacional debe entonces desactivar una acción que en un principió alentó y luego dejó continuar.
Esto es también complicado, pero no imposible. Para ello debe mostrar capacidad de liderazgo y convencer a los opositores de que van a estar mejor abriendo el puente y de que a partir del nuevo escenario se abren nuevas oportunidades para crear un polo de desarrollo conjunto que beneficie a ambas orillas.
Luego de cuatro años de continua protesta ha quedado clara la postura contraria a la ubicación de la industria, pero dado que se arribó a una decisión aceptada por los gobiernos a través de mecanismos internacionales legítimos para la resolución de este tipo de conflictos no tiene sentido continuar con la protesta. Ahora es el momento de trabajar juntos para construir un futuro mejor.
El autor es director del Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Ucema.