(Opinión) SANTIAGO ROSSI (IPSOS): EN BUSCA DEL ADN KIRCHNERISTA
Santiago Rossi Director Ejecutivo de Ipsos Mora y Araujo ()
Regueros de tinta se han escrito sobre la implicancia del resultado de las últimas elecciones legislativas. Frente a esto, la pregunta que surge es ¿qué votó la ciudadanía el 28 de junio pasado?. Más allá de aquellos que “llevan el agua para su molino” con una efectiva habilidad en cuanto a las miradas triunfalistas, el resultado más evidente fue la derrota de los oficialismos. No hubo grandes ganadores sino llamativos perdedores. Sin entrar en el armado de un ranking de derrotados (nota típica del día post eleccionario) es remarcable que lo que la opinión pública señalaba era una caída de los grupos sociales que los representaba. La imagen positiva de los políticos, sumados sindicalistas y piqueteros, tomados como grupos sociales, se encuentra en marcado descenso, con menos del 22% en total, (distante del 90% de valoración que se logró en la vuelta a la democracia en la década del 80’). Estos datos provienen de un estudio sistemático donde medimos desde el año 83’ la imagen de los grupos sociales.
El hecho noticioso del estudio, en sintonía directa con esta caída de la imagen de la clase dirigente, es el dato que refleja que, así como la medición anterior, todos los líderes políticos nacionales tienen más imagen negativa que positiva, incluso aquellos que “triunfaron” en las elecciones o quienes mediante determinadas acciones se instalaron en la escena política como “jugadores de las grandes ligas”. Casi como un tesoro, y como ese “poroteo del truco”, el desafío de la clase política es conseguir ese 40% del 70% que supo consolidar Néstor Kirchner durante su gobierno. Hoy la oposición no logra presentar un liderazgo que pueda actuar de contrapeso frente al núcleo consolidado del kirchnerismo. Si trazamos un paralelo con el marketing comercial (herramienta adaptada al ámbito político) y con el consumo masivo, podríamos ejemplificar esta escena: en la góndola tengo un producto: el “kirchnerismo”. Sé lo que me da, puede cerrarme en la ecuación precio/calidad, pero quizás no me guste demasiado; al llegar mi casa, con algún condimento que le dé sabor, puedo consumirlo. Del otro lado de la góndola aparece una oferta de productos no muy clara, con atributos que fueron cambiando de sabor y otros con recuerdos de consumo no muy gratos. Este es el desafío de la política y su planteo en pos de conseguir respuesta por parte de la ciudadanía está cerrado a un círculo áulico del que se retroalimenta (periodistas, políticos y consultores) pero que no derrama en la opinión pública.
La agenda mediática de los últimos meses se centró en la conflictiva relación gobierno / oposición. La salida de Martín Redrado del BCRA, los decretos de necesidad y urgencia, los fondos del Bicentenario y el rol del Congreso como poder del Estado fueron, y son temas, que ocuparon su lugar en diarios, revistas y televisión. La pregunta del millón es: ¿qué dice la sociedad frente a este bombardeo de temas?, ¿cuánto de esto impacta en los problemas cotidianos que la opinión pública tiene en la actualidad?, ¿cuánto repercute si se consigue el senador nº 37 para lograr quórum o si los diputados tuvieron sólo tres sesiones en el nuevo Congreso post 28 de junio?
El problema es que estos conflictos de poder, lógicas parlamentarias o tradiciones en el funcionamiento de los bloques legislativos, van armando un “mecano” que la gente rechaza: la manera de hacer política. No se cuestiona la política sino las formas y modos de estos últimos años. ¿Por qué triunfan ONG’s o think tank de políticas públicas y fortalecimiento institucional, como CIPPEC en el ámbito nacional o la Asociación Civil de Estudios Populares (ACEP) en el interior del país? Porque hay una demanda de más y mejor política.
La paradoja es que, si bien la solución de los problemas de corto plazo cautiva a la gente, la demanda profunda es otra y no es escuchada: para la construcción de una sociedad más sana, con mayores niveles de seguridad y más justa económicamente, el pilar fundamental debería ser la educación. Pero este no es el principal reclamo de la ciudadanía.
Cuando preguntamos sobre los principales problemas del país, la opinión pública manifiesta, en una escala de uno a tres, que su mayor demanda está centrada en soluciones de corto plazo, el reclamo se focaliza en los problemas del día a día. Por eso podría entenderse la alta valoración de aquellos intendentes que “responden en tiempo y forma a las demandas que recaen en sus municipios” y gozan de tal reconocimiento que les permite presentarse en los siguientes comicios y resultar victoriosos. Aún cuando la imagen partidaria en el ámbito provincial o nacional pueda ser muy negativa.
Hay un reclamo constante sobre el problema de la inseguridad y, desde hace unos meses, sobre las variables económicas, según resulta del último ASPCA, Análisis Socio Político de la Coyuntura Argentina, estudio realizado por Ipsos Mora y Araujo en las principales ciudades del país (Mar del Plata, Córdoba, Rosario, Mendoza, Capital Federal, GBA, San Miguel de Tucumán y Neuquén) a 1200 hombres y mujeres mayores de 18 años, y concluido en marzo pasado.
El tercer problema que aparece es la educación. Tres de cada diez personas sostienen esta posición, que se mantiene a lo largo de los últimos años. No da votos hoy pero sí ayudaría a consolidar los liderazgos del mañana.
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