(Opinión) TURZI: LA DISUASIÓN NUCLEAR, UN RAZONAMIENTO OBSOLETO
Por: Mariano Turzi
Fuente: POLITOLOGO (UTDT-JOHN HOPKINS UNIVERSITIY)
Sesenta y cinco años después de Hiroshima, luego de firmado el Tratado de No Proliferación (TNP) y con la Guerra Fría casi en el olvido, los estados vuelven a discutir el desarme nuclear. Aunque ya no se vive bajo el temor constante de una guerra mundial nuclear, existen nuevas amenazas que intentan desequilibrar la "pax nuclear". Corea del Norte e Irán están entre los principales sospechosos de la lista, aunque también hay grupos terroristas que intentan conseguir armas nucleares para lograr su anhelo de ver un hongo nuclear elevarse sobre una ciudad norteamericana. En favor de las armas nucleares, se argumenta que su posesión asegura una capacidad de destrucción tal que lleva a aumentar los costos de ataque para cualquier enemigo por la certeza de aniquilación.
Por eso, el ala dura de los republicanos rechaza el nuevo acuerdo START -que disminuye la cantidad de ojivas nucleares- y la revisión de la doctrina nuclear -que limita los casos de ataques nucleares- del presidente Obama. Interpretan que es un signo de debilidad que alentará la temeridad del enemigo e invitará ataques contra los Estados Unidos: "Es como un patio de recreo en donde los chicos salen a pelear y uno dice: dale, rompéme la cara que no voy a responder, no voy a hacerte nada".
En estos términos, la ex candidata a la vicepresidencia Sarah Palin criticó la política nuclear del actual presidente. Sin embargo, el argumento disuasorio se basa en la premisa de que iniciar hostilidades sería suicida, ya que asegura la destrucción mutua de los combatientes. Es decir, supone que las partes en conflicto valoran su propia vida más que la búsqueda de la destrucción del otro. Ésta racionalidad estaba sustentada por un componente organizativo: la tecnología nuclear solamente estaba en manos de estados-nación. Increíblemente, esto supone que las decisiones nucleares no estarán influidas por pasiones humanas ni sujetas a errores de procedimiento. Pero los actores que hoy intentan conseguir material nuclear no pueden ser disuadidos de la manera clásica. Hoy en día las luchas no se reducen a enfrentamientos entre coaliciones de estados. El poder de fuego no está concentrado sino desagregado en múltiples niveles: desde piratas a terroristas, pasando por fundamentalismos, milicias nacionalistas y grupos con reivindicaciones territoriales y guerrillas con los más variados arraigos étnicos e ideológicos. Luego del 11-9 no se arrojó una bomba atómica. No era tan fácil territorializar al enemigo. ¿Era Afganistán, donde estaba Bin Laden? ¿O Arabia Saudita, de dónde provenía? Esto nos lleva al tercer y más sombrío dato: ¿cuán cierta es la premisa de racionalidad sobre la que se basa la disuasión nuclear? Sabemos hoy por la información desclasificada lo cerca que la diplomacia del presidente Kennedy puso al mundo del abismo nuclear.
Ante un tipo de enemigo que no se circunscribe a fronteras administrativas y territoriales, que elige el suicidio como ataque, ¿es realmente eficaz la disuasión? Tal vez la ex gobernadora de Alaska debería tomar consejo de una mujer de Estado como Golda Meir, quien advertía que la paz sólo llegaría cuando (árabes e israelíes) amaran a sus hijos más de lo que se odiaban entre sí.
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