El Cronista
Hugo Haime Consultor político
El balance final del año fue claramente negativo para la población que lo vivió como el peor de los últimos cinco años y cuyas expectativas personales son junto con las del año que termina, las más bajas desde 2005. Tampoco 2009 fue un año feliz para el gobierno nacional ni en términos políticos, ni en relación al consenso social. Mientras la opinión pública se mantuvo permanentemente crítica y con el ánimo crecientemente irritado, el Gobierno intentó tomar y retomar repetidamente la iniciativa sin lograr revertir sus indicadores negativos. Es que cuando se pierde la confianza es muy difícil reconquistarla. Fin de año encuentra no solo al gobierno sino también a una gran parte de la oposición carente de confianza y a una población cuyas expectativas para el 2010 no superan las que tenían para el año que pasó.
2009 tuvo dos momentos, con un antes y un después de las elecciones de junio. El primero estuvo signado por una agenda dominada por el temor poblacional a las consecuencias de la crisis económica internacional y la pérdida del empleo. A esto se le sumó en lo político la agudización del conflicto gobierno-campo. Fue un período de crecimiento de la bronca social y de mantenimiento de expectativas negativas. Las iniciativas económicas tomadas por el ejecutivo nacional para generar expectativas, como los planes canje, no tuvieron éxito y la no resolución del conflicto agrícola aumentó el descontento.
El adelantamiento electoral no logró evitar la derrota oficial. A la falta de expectativas positivas en lo económico se le sumó la critica a los modos institucionales en donde las candidaturas testimoniales fueron la frutilla de un postre amargo. La derrota oficial fue interpretada por la población como una crítica tanto a formas como a contenidos adjudicando la misma al autoritarismo, la falta de diálogo, la no resolución del conflicto con el campo y los crecimientos de la inseguridad, la pobreza y el desempleo.
La respuesta política del Gobierno a la derrota electoral correspondió con su lectura de las razones de la misma contestando con: Fútbol para todos, nueva Ley de Medios, Reforma Política como elementos defensivos frente a los medios de comunicación y el surgimiento amenazante de dirigentes y fuerzas políticas no tradicionales. Con el Plan de Cooperativas de Trabajo e Ingreso Universal de la Niñez busca reingresar a los sectores sociales más postergados. De todas estas medidas, solo las dos últimas tienen aprobación pública, aunque con dudas hasta de sus beneficiarios respecto a los modos de aplicación y sus resultados efectivos.
Pero no solo el oficialismo debe pensar cómo reencontrarse con la sociedad. La decepción con el gobierno de Mauricio Macri marca un límite de las campañas de imagen y prédicas sobre gestiones eficientes públicas por parte de empresarios privados. Macri no solo no logra hacer pie en la ciudad sino que muestra una llamativa torpeza política que le va reduciendo las expectativas porteñas y nacionales que había generado.
El cambio de mayorías en el Congreso tampoco ha beneficiado a los dirigentes opositores, la gran mayoría de estos, salvo pocas excepciones como Cobos, Solanas y Binner, a gatas logran evitar ser evaluados negativamente y también van cayendo en la consideración social.
Inseguridad, pobreza, desocupación, droga son problemas que requieren más que marketing político y de lindos discursos. No es hora de contar votos en encuestas sino de ser activos en las soluciones. 2011 está aún lejos y el mundial de fútbol podrá servir de entretenimiento pero no desplazará el problema de la falta de confianza en la dirigencia. Debe entenderse que se quiere a los dirigentes y al Gobierno encontrando soluciones y no discutiendo temas formales o vetando leyes. El ánimo social no está para que se le fastidie con pasatiempos.