LA NACION
Jorge Oviedo
Una acumulación de tensiones entre los diversos actores del mercado de los hidrocarburos y el Gobierno es lo que terminó en el incremento de los precios al público, que no será el último del año.
La política estatal ha creado grandes distorsiones. Los productores de petróleo pagan cuando exportan una retención que puede llegar al 50% del valor. Eso, además, hace que el precio interno del crudo sea mucho más bajo que el internacional.
Los "productores puros" se quejan de que cuando venden localmente obtienen un precio todavía más bajo que cuando exportan y que, por ello, pierden dinero. Argumentan que el negocio lo hacen los destiladores, que compran a precios bajos y obtienen un interesante margen.
También quienes sólo producen dicen que ellos tienen que explorar y reponer reservas para poder mantener un negocio de escasas ganancias, mientras que YPF puede consumir reservas sin preocuparse tanto por reponerlas ahora mismo, y entonces obtiene un margen mayor, porque además tiene destilerías y una cadena de estaciones de servicio.
Si Shell y Esso, que no producen, se aseguran provisión de crudo pagándolo más caro que hasta ahora y trasladan el aumento de costos es porque, argumentan, de otro modo los productores prefieren exportar.
El Gobierno, entonces, dicen en el sector, habría quedado entre la espada y la pared. O consentía los aumentos de precios o prohibía las exportaciones. Esa medida habría tenido efectos funestos, dicen los perforadores y los propietarios de empresas de servicios conexos.
Los contratistas argumentan que se habrían desactivado decenas de equipos que trabajan particularmente en la Patagonia. Más de 10.000 personas habrían visto desaparecer sus empleos, entre ocupados directos e indirectos. Nadie, ni los sindicatos ni los empresarios ni el Gobierno, quiere enfrentar una situación semejante.
Para los críticos, la situación demuestra a las claras que en muchos aspectos, en particular en el energético, el esquema de los Kirchner está hace tiempo en situación de riesgo y fuerza constantemente los límites.
La amenaza es la reducción del horizonte de reservas, tanto en petróleo como en gas. A quienes dicen que con este nivel de retenciones se desincentivan la exploración y las inversiones, el Gobierno ha contestado que "ésta es la política". Y cuando se argumenta que con la tendencia actual la Argentina perderá el autoabastecimiento y deberá importar de manera permanente, el ministro Julio De Vido ha contestado: "Yo no creo que sea una tragedia que la Argentina importe combustibles". Con este escenario, las presiones por aumentos de los precios parecen inevitables.