Tres dilemas
Crítica
Susana Viau
Tres cuestiones preocupan sobremanera a Néstor Kirchner y a su esposa, la Presidenta: la batalla por el control del Parlamento, el sostenimiento del frágil equilibrio de precios y salarios y la puesta en marcha de una jugada que, creen, podría rendirles dividendos en política y en metálico. Nadie sabe a ciencia cierta si los remedios que el Gobierno quiere implementar no son, a la corta o a la larga, peores que la enfermedad. Ese dilema hizo eclosión el jueves, en la residencia de Olivos, durante la reunión a la que fue convocado el regente del bloque oficialista en el Senado. Allí el ex presidente le comunicó a Miguel Pichetto su disgusto por los contactos que, según le habían informado, venía manteniendo por cuenta propia José Pampuro con importantes dirigentes de la oposición. Esa autonomía, dijo, lo volvía poco confiable en esta etapa. La conclusión preocupó a Pichetto: Kirchner le proponía relevar al bonaerense de la presidencia provisional del cuerpo y sustituirlo por un hombre de su plena confianza, el santacruceño Nicolás Fernández. La respuesta de Pichetto fue crudamente pragmática: le expresó su temor de que la impronta hiperkirchnerista de Fernández acabara produciendo un efecto indeseado y desgajara el bloque. Todos saben que el ex pediatra de los hijos de Eduardo Duhalde y cacique de Lanús tiene un talante negociador. Su sentido del humor y una ligera dosis de cinismo son vistos con simpatía por la gente de su bancada y, lo que no es poco, también por la de la oposición. En el recinto festejaron días pasados el movimiento de hombros y la mirada dirigida al cielo con que contestó cuando Liliana Negre de Alonso le preguntó cuál de los dos países, el que reflejaban los datos del INDEC o el que muestran las mediciones de los antiguos empleados del organismo, era el real. Pero la capacidad de construir consensos no es hoy un valor para el Gobierno, que prefiere confiar su defensa a una representación ultraverticalista, auque esto implique sacrificar a un caudillo bonaerense y cambiarlo por un patagónico sin peso propio en el bloque ni en el recinto. La decisión de Kirchner quedó pendiente. Tampoco importa demasiado lo que sostenga ahora; el jefe de los legisladores K ya ha probado el sabor amargo de los virajes que, a última hora, le ha hecho pegar su conductor político. Puede que a esos movimientos responda una idea que con el apoyo de Adolfo Rodríguez Saá comienza a acariciar el peronismo disidente: candidatear a la presidencia provisional al salteño Juan Carlos Romero, un peronista que mantiene buen diálogo con todos los sectores. El radicalismo dejaría hacer. “Consigan el número –habrían dicho–. Si lo tienen, hablamos”.
La otra inquietud de Kirchner no se ubica en la superestructura sino en el plano social. Al parecer, la Corte podría dar un paso más hacia la plena libertad sindical. Al reconocimiento de los delegados de base, estén o no afiliados a un sindicato, y su derecho a gozar de la misma estabilidad e inmunidad gremial que los protegidos por la CGT, se agregaría el reconocimiento de las organizaciones inscriptas, aunque no hayan sido aceptadas como entidades de primer grado por el Ministerio de Trabajo. Si el fallo del que se habla (y bien podría ser la respuesta a un pedido formulado por el personal superior del Congreso) ve la luz, en el futuro los salarios se discutirían en paritarias libres, desplazando el eje habitual de negociación hacia pequeñas organizaciones combativas y capaces de perforar los topes salariales fijados por los grandes sindicatos con el Gobierno. Un Exocet dirigido contra el corazón del pacto social que da respiro al kirchnerismo y genera contraprestaciones para camioneros, metalúrgicos y un puñado de gremios instalados en la cúpula de la central de la calle Azopardo.
Consumido el modesto crédito que les otorgó la transmisión gratuita del fútbol, los Kirchner han vuelto a considerar la posibilidad de echar mano a un nuevo golpe de efecto y proceder a la reestatización de YPF. Para coronar la maniobra, revitalizar su alicaída identidad progresista y galvanizar voluntades en torno de una reivindicación popular, habrían evaluado ofrecer la conducción de la empresa a Fernando “Pino” Solanas, un indiscutible predicador de la soberanía en materia de recursos energéticos. El anuncio del descubrimiento de un megayacimiento petrolífero y el consiguiente aumento de la cotización de YPF no estarían desligados de la operación. Sin embargo, el jueves, entre un grupo de colegas, el ingeniero Oscar Vicente, ex ejecutivo de Perez Companc, habría sostenido que no existe ese nuevo yacimiento y sólo se trata de una explotación que Bridas, la empresa de Carlos Bulgheroni, hace tiempo abandonó. El viernes el tema circuló entre las mil personas que, en el Sheraton, celebraron el Día del Petróleo. Quizá la difusión de esos comentarios haya sido la razón por la cual, a diferencia de otros años, no se hizo presente en el hotel de Retiro ningún alto funcionario del área. Tampoco se dejaron ver, pese a encontrarse en Buenos Aires, los miembros de la familia Eskenazi, dueña del 15% de las acciones de YPF y una de las vigas maestras del empresariado K.
