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Opinión
(Opinión) RAPOPORT: CÓMO IMPACTÓ LA CRISIS EN ARGENTINA, BRASIL y MÉXICO: UNA COMPARACIÓN
27/11/2009

El impacto de la crisis en la Argentina, Brasil y México: una comparación

El argentino
Los efectos de la crisis mundial se propagaron hacia América latina con diversa intensidad sobre los distintos países según su grado de vinculación con las economías del norte, su desempeño previo, y la vulnerabilidad de sus esquemas económicos. Ya desde fines del 2007 el producto bruto latinoamericano desaceleró su crecimiento y desde mediados del 2008 comenzó a caer, con el correlativo aumento del desempleo. Para el 2009 el FMI estimó una contracción productiva de la región de un -1,2%, muy diferente de la buena performance del 2005 en adelante, cuando Latinoamérica se expandía al 5% anual y más.


La crisis golpeó a todos los países, pero las diferencias entre ellos son significativas, especialmente entre las tres economías de mayor importancia. Mientras que en el 2008 el crecimiento de la Argentina y Brasil fue algo más lento pero fuertemente positivo –un 6,8% y 5,1% respectivamente–, la economía mexicana sólo se incrementó un 1,4%, cifra que implica un virtual estancamiento. A su vez, en el 2009 la producción de los tres países evolucionaría negativamente aunque en distintas proporciones: la Argentina un -2,5%; Brasil -0,7% y México -7,3%, según las estimaciones del FMI.


Esta caída ya afectó el desempleo urbano, que en septiembre del 2009 llegó al 8,8% en la Argentina y al 7,7% en Brasil, de acuerdo con cifras de la OIT, pero en los dos casos sin apartarse demasiado de los niveles del 2008, En cambio, en México el desempleo saltó de un promedio del 4% en el 2008 a cerca del 6% en el 2009.


La crisis castigó con más rigor a este país por su mayor integración con la economía estadounidense a través de las corrientes migratorias y de su participación en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), así como de sus inversiones y vínculos financieros. La economía de México acusó muy directamente el impacto del derrumbe de la demanda norteamericana de exportación y los menores ingresos por el turismo y las remesas de los emigrados. También fue afectada por la salida de capitales y la contracción del crédito.


“La caída de la economía mexicana siguió rápidamente a la de los Estados Unidos –dice un artículo publicado en una prestigiosa revista económica de la Universidad Nacional Autónoma de México– y hasta ahora ha sido la más profunda. El TLCAN ha tenido como resultado indeseable un incremento de la subordinación económica frente a ese país. El boom de los productos primarios permitió crecer a América latina, pero México fue el país que menos se benefició de este auge”… “porque desaprovechó los ingresos extraordinarios del petróleo para realizar importantes inversiones en infraestructura, pero también por la ausencia de políticas activas de fomento económico y distribución del ingreso”.


Especialmente afectadas en los tres países fueron la producción industrial y las exportaciones de ese sector. En Brasil la industria se contrajo 12,7% entre octubre del 2007 y septiembre del 2009, y la de bienes de capital cayó aun más. También la producción manufacturera argentina se desplomó un 11%% entre septiembre del 2008 y junio del 2009, aunque posteriormente experimentó una tímida recuperación. Las ramas más castigadas fueron en nuestro caso la industria automotriz y la de autopartes, la siderurgia y la metalmecánica. Por su parte, el volumen de producción de la industria mexicana disminuyó un 15% entre el inicio de la crisis, en agosto del 2007, y septiembre del 2009, siendo el sector de la maquila uno de los que más se contrajo.


Sin embargo, la debilidad de la demanda externa y doméstica relajó las presiones inflacionarias presentes en América latina entre el 2005 y el 2008, alimentadas en buena medida por la explosión de los precios internacionales de los alimentos, la energía y otras materias primas, y vinculadas, a su vez, con el auge de la especulación en esos mercados. Cuando la crisis arreció, el conjunto de países de la región pasó súbitamente de una inflación promedio del 7,9% en el 2007 y del 8,9% en el 2008, a un nivel proyectado del 3,6% en el 2009. Las tres economías de mayor peso –Argentina, Brasil y México– muestran un comportamiento semejante, aunque la inflación argentina es más elevada que la de los otros dos países.


El lado positivo del aumento de los precios de las materias primas fue la mejora que experimentaron en los últimos años los términos del intercambio comercial. Gracias a ello la mayoría de las naciones latinoamericanas acumuló un colchón de reservas internacionales que les facilitó enfrentar la caída de la demanda de exportaciones con menor dramatismo que en crisis previas.


De todos modos, la crisis afectó los balances de pagos de las economías de la región. Los saldos positivos en cuenta corriente, como en el caso de la Argentina, se estrecharon, o, como en el de Brasil, se tornaron negativos. En tanto, los saldos ya negativos de otros países, como México, se intensificaron. Además, la remisión de divisas principalmente hacia las casas matrices de las empresas multinacionales, para absorber las pérdidas operativas y financieras de la crisis, indujo a cierta inestabilidad cambiaria, que agregó un elemento de incertidumbre al vidrioso escenario internacional y reforzó las presiones recesivas. Por su parte, las salidas de capitales empeoraron la situación financiera de todos ellos.


Las cuentas fiscales de América latina también acusaron la crisis y muestran un deterioro importante, incluidos los tres países que analizamos: la Argentina, Brasil y México. Por un lado, la caída de la actividad económica redujo la recaudación de impuestos y de contribuciones a la seguridad social, fuentes principales de las finanzas públicas. Por el otro, la mayoría de los gobiernos tuvieron que ampliar las transferencias por desocupación y los planes sociales para mitigar la declinación de los ingresos de los sectores más vulnerables.


México fue nuevamente, en este rubro, el más perjudicado. Los ingresos tributarios en ese país ascendieron en el 2008 al 9,5% del PIB, mientras que la media de América latina era del 15% en ese año. “La fragilidad fiscal revela un problema político –dice el artículo antes mencionado– que cuestiona la legitimidad del Estado mexicano para hacer cumplir a sus ciudadanos, sobre todo a los de mayores ingresos, con sus responsabilidades cívicas básicas como la tributación”. El problema mexicano –se concluye allí– “no es si incurre o no en déficit fiscal” (que constituye la preocupación de su gobierno) sino la existencia de “una estructura fiscal que le impide gastar e invertir en las magnitudes” que reclama la realidad económica mexicana.


Con todo, las perspectivas para el 2010 en los tres países son más favorables, aunque dependen en buena medida de cómo se desenvuelva la crisis en las economías más desarrolladas y de qué modo la recuperación de los mercados internos tiene sus límites por la desigual distribución de los ingresos. El largo camino de aprendizaje recorrido desde la crisis mexicana del tequila de 1994, la crisis brasileña de 1998-1999 y la crisis argentina de 2001-2002, permite tener la esperanza de que una vuelta de campana no se produzca nuevamente en estos países ante los nuevos cantos de sirena del endeudamiento fácil, tal como ocurrió en los años ’90.

Mario Rapoport
Economista e historiador. Investigador Superior del Conicet.


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