Por: Ricardo Arriazu
La economía brasileña es un misterio. Su tasa promedio de crecimiento durante las últimas tres décadas (2,2%) es inferior a la de Argentina (2,6%), su tasa de inversión promedio (17,5% del PBI) es insuficiente para motorizar un desarrollo económico que permita absorber su creciente fuerza laboral y sus desequilibrios externos son mayores que los argentinos. A pesar de eso, el mundo mira con asombro su potencial económico, su moneda se revalúa y sus empresas compran las principales empresas argentinas en campos tan variados como el cemento, la siderurgia, el petrolero, el textil, el frigorífico, etc.
Si bien parte de este misterio podría estar explicado por las diferencias en el tratamiento estadístico que se le da a la economía informal en ambos países (Brasil no la incluye en su cálculo del PBI, a pesar de que su importancia relativa es mayor que en Argentina) y por los subsidios que otorga a sus empresas su Banco de Desarrollo, la verdad es que los brasileños son mucho mejores "vendedores" de su país que nosotros.
Esta aparente contradicción podría desaparecer si los recientes anuncios de nuevos descubrimientos de hidrocarburos en el Pre-sal brasileño se verifican. Petrobras sorprendió al mundo cuando en noviembre de 2007 anunció el descubrimiento de un gigantesco yacimiento de petróleo fuera de las costas de Río de Janeiro (Tupi) y debajo de una gran capa de sal que contendría reservas estimadas entre 5 mil y 8 mil millones de barriles.
El llamado Pre-Sal es un conjunto de reservas de hidrocarburos constituido antes de la formación del Océano Atlántico y de la acumulación de profundas capas de sal en el fondo de este océano, y se extiende desde el norte al sur de Brasil (en zonas terrestres y marítimas), pero también existe en el Golfo de México y en la Costa Oeste Africana (hay hipótesis de que también podría extenderse hasta las costas argentinas). Las proyecciones más optimistas estiman que estas reservas podrían contener más de 500 mil millones de barriles de petróleo.
El anuncio original de Petrobras fue pronto seguido por nuevos anuncios de descubrimientos en el mismo yacimiento que elevaron estas reservas probables a más de 33 mil millones de barriles, y por los anuncios de nuevos descubrimientos en otros yacimientos (Júpiter, en enero de 2008), con reservas casi tan grandes como las del yacimiento Tupi, lo que elevaría las reservas totales de Brasil a más de 80 mil millones de barriles. A los precios de hoy, el valor total de estas reservas sería superior a los 6 billones de dólares, equivalentes a más del triple del actual PBI brasileño.
Las implicancias económicas y geopolíticas de estas probables reservas serían enormes. Dentro de Brasil, el descubrimiento plantea varios dilemas, siendo los más importantes: a) ¿Cuan válidas son estas proyecciones; b) ¿De quién son los yacimientos?; c) ¿Qué se debe hacer con los futuros ingresos?
Con respecto al primero de estos interrogantes, las primeras informaciones mostraban una tasa de éxito del 100% en los pozos perforados, lo que llevó a que algunos legisladores propusieran la creación de una empresa independiente para explotar los nuevos yacimientos, limitando la acción de Petrobras. Siendo Petrobras una empresa estatal, ¿para qué crear otra empresa estatal?
La respuesta es sencilla: el gobierno brasileño posee "sólo" el 55.7% de las acciones de la empresa, mientras que el resto está distribuido en el mercado entre inversores nacionales y extranjeros. Los proponentes de la nueva empresa argumentan que al no existir riesgo se le estaría "regalando" una porción importante de estos recursos a inversores privados. Este debate se intensificó cuando el pasado 10 de julio una empresa extranjera anunció que en una de sus perforaciones no había encontrado petróleo, por lo que la inversión en el área seguía siendo de riesgo. Este anuncio puso en duda no solamente la magnitud del descubrimiento sino también la "certeza" de encontrar petróleo en cada perforación (a nivel mundial el porcentaje de éxito es poco más del 10%).
El segundo gran interrogante es qué hacer con los enormes ingresos que recibirá Brasil por este petróleo (superiores a 80 mil millones de dólares por año durante 40 años). Existen dos alternativas extremas: a) formar un fondo soberano con gran parte de estos ingresos; b) gastarse todo el dinero en infraestructura, educación, reducción de la pobreza y una "gran fiesta a la brasileña".
Bajo la primera alternativa, el monto final del fondo soberano sería enorme al mismo tiempo que desaparecería la deuda pública, el llamado "riesgo país" se reduciría dramáticamente, bajarían las tasas de interés, ingresarían capitales que se canalizarían a otros sectores productivos y crecerían la economía, el empleo y los precios de los bienes de capital. Los contrarios a esta propuesta argumentan que estos beneficios no están asegurados por la probable salida de capitales por parte de los brasileños, porque se incrementaría la desigualdad y porque sería un proceso mucho más lento que si es encarado por el Estado.
En la segunda alternativa, el Estado utilizaría estos recursos para fomentar un proceso de desarrollo dirigido, argumentando que las necesidades son muchas y que este camino sería más rápido y eficiente. Los contrarios les recuerdan las experiencias de otros países que siguieron este camino (las llamadas "enfermedad holandesa, o española, o rusa") que terminaron gozando un elevado nivel de vida transitorio pero que destruyeron al resto de los sectores económicos.
Brasil necesita evaluar estos caminos con mucho cuidado y es probable que termine eligiendo un camino intermedio. Por otro lado, los efectos económicos y geopolíticos sobre la región de esta "riqueza", y de los caminos que elija Brasil, son enormes. Nuestro país no puede ignorarlos puesto que nos enfrentaremos tanto a ventajas como a peligros.