La Nación - Roberto Cachanosky
El grado de improvisación con que viene manejándose el Gobierno ha llegado a límites alarmantes. Luego de hacer una férrea defensa del tarifazo e impuestazo sobre el consumo de gas, dieron marcha atrás por miedo a que se les transformara en otra 125. Se hace difícil determinar si el lío económico que ha armado Kirchner es por ignorancia, incapacidad y, en algunos casos, movido por sentimientos de venganza. Tal vez sea una mezcla de todo esto, pero lo cierto es que ante los crecientes problemas suele redoblar la apuesta en el sentido menos indicado. Es más, las cosas que hace son insólitamente inconsistentes. Por ejemplo, los aumentos de energía eléctrica que ya fueron implementados, le permitió disminuir en $ 1300 millones los subsidios al sector energético durante el primer semestre de este año, pero ese ahorro lo dilapidó en subsidiar las perdidas de Aerolíneas Argentinas con un subsidio de $ 1200 millones en el mismo período. Y ahora, como si el Estado fuera un tío rico, quiere rifar $ 600 millones anuales en el fútbol.
Por empecinarse en prohibir exportaciones de granos, carnes y lácteos y establecerles precios artificialmente bajos, terminó destruyendo al sector y ahora, para paliar la crisis, tuvo que destinar $ 1454 millones para subsidiar al sector durante el primer semestre de este año. Un 58% más de subsidios de los que otorgó en el primer semestre del año pasado y, encima, no ha resuelto el problema del campo.
Si uno ve la secuencia de enredos en que se ha metido el Gobierno, resulta evidente que hoy ya carece de capacidad para revertir la crisis. Es que una regulación llevó a otra hasta tener que avanzar sobre los derechos de propiedad y generar tal desconfianza que ya nadie sabe cuál será el próximo lío que armará.
La secuencia de errores y horrores económicos es muy clara. Su política era de un dólar caro y caja abundante. Para tener un dólar caro cobró el impuesto inflacionario. Cuando éste se disparó, trató de esconderlo interviniendo el INDEC y produjo desconfianza en todos los indicadores económicos. Pero al mismo tiempo que intervenía el INDEC, Moreno se encargó de destrozar el aparato productivo mediante sus controles de precios tipo KGB. Mientras el Central inflaba los precios, Moreno trataba de esconder un globo que crecía.
La acción de Moreno, que no es otra cosa que el fiel cumplimiento de las órdenes de Kirchner, produjo desconfianza y no estimuló la producción.
Pero al mismo tiempo que iba controlando los precios se empecinaba en mantener artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos otorgando subsidios para sostener precariamente funcionando el sistema energético. De $ 8800 millones por todo concepto que otorgó de subsidios en 2006 llegó a los $ 31.000 millones en 2008. Multiplicó por 3,5 el monto de los subsidios. Los destinados al sector energético y al transporte absorben el 80% del total. ¿Cómo desmontar este esquema ahora sin que se produzca un tarifazo en energía eléctrica, gas y transporte? Esta es una bomba de tiempo que todos miran con terror.
El despilfarro en subsidios, obras públicas de dudosa prioridad y otros rubros disparó el gasto público hasta niveles infinanciables. Por eso, primero fueron por la 125 y, al fracasar, se lanzaron sobre los ahorros de las AFJP y los flujos.
Al despreciar los derechos de propiedad, impulsó una fuga de capitales del orden de los U$S 43.000 millones. Para que el lector tenga una idea del monto, esa cifra es casi la misma que el total de los depósitos del sector privado en el sistema financiero. Y cabe aclarar que la fuga de capitales comenzó mucho antes de la crisis internacional, más precisamente en 2007. O sea, dejó sin ahorro interno a la economía para financiar inversiones y consumo.
De tanto redistribuir ingresos con subsidios, expropiaciones y controles de precios, terminó destrozando el sistema productivo, el cual, a su vez, no tiene acceso al crédito a tasas pagables. Y aquí viene el problema central. El Gobierno se quedó con un nivel de gasto público récord y con una recaudación impositiva que agoniza. En julio, si se quitan los $ 1200 millones que el año pasado iban a las AFJP, los ingresos tributarios sólo aumentaron el 5,2% con relación a julio del año pasado. ¿Qué significa esto? Que se acabó la fiesta del gasto público porque el sector privado no está en condiciones de financiar este nivel de despilfarro de recursos. El sector privado no puede financiar este nivel y calidad de gasto público (dato relevante para la AFA al momento de acordar con el Gobierno la transmisión de fútbol por televisión vía el Estado).
¿Opciones del Gobierno si no baja el gasto? Las siguientes: a) aumento de impuestos (inviable), b) acceso al crédito (no hay), c) emisión monetaria (aumentaría la inflación y aceleraría la fuga de capitales), d) confiscar algunos activos líquidos como los encajes en dólares en el BCRA (no es descartable) o e) devaluar para licuar el gasto público que en más de un 50% son sueldos y jubilaciones. La misma receta que en el 2002.
La alternativa d) solo le serviría para intentar estirar un poco más la agonía, pero implicaría jugar con fuego porque podría acelerar la fuga de capitales. La alternativa e), en este contexto de desconfianza, hace estallar el país.
El fracaso de la 125 y del tarifazo e impuestazo a la energía reflejan un dato fundamental: la sociedad no tolera más carga impositiva. Ya tiene bastante con el impuesto inflacionario que el BCRA le hace pagar a diario, más todos los otros impuestos. Si Kirchner leyera un interesante libro de Charles Adams titulado Para bien o para desgracia: el impacto de los impuestos en el curso de la civilización , advertirían que lo que hoy pasa en la Argentina ya pasó infinidad de veces en muchos países a lo largo de siglos. Esto es, los pueblos se cansan de ser expoliados por el Estado.
Sin embargo, a pesar de tanto destrozo, queda una posible salida. Remover las medidas económicas más ridículas y empezar a mostrar signos de racionalidad en el manejo de la economía, fundamentalmente en lo que hace al respeto por los derechos de propiedad.
El problema es que Kirchner ha dado acabadas muestras de no estar dispuesto a hacer nada de esto y prefiere seguir acelerando hacia el precipicio.