(Opinión): DESATINOS (ENERGÉTICOS) EN HISPANOAMÉRICA
También desatinos energéticos. Aquéllos son consecuencia directa y lamentable de éstos, en gran medida. Sorprende que, justo desde unos días antes del actual periplo del ministro español de Asuntos Exteriores por países hispanoamericanos, e incluso coincidiendo con su estancia allí, se han hecho públicos varios hechos alarmantes.
La mayoría, afectando al sector energético regional, lo que podría complicar la agenda del ministro Moratinos y su nutrido séquito acompañante de empresarios españoles. Varios de ellos, precisamente, del sector energético.
Confusión y problemas
Citemos algunos de esos hechos, quizás ahora inesperados. También previsibles en algún momento. El presidente venezolano ordenó anteayer congelar las relaciones de su país con la vecina Colombia, políticamente ya muy difíciles.
Precisamente este país exporta gas a Venezuela, complementando su producción propia, insuficiente aún para atender sus necesidades. Ello pese a tener unas grandes reservas, todavía sin desarrollar tras muchos avatares y retrasos de sus posibles proyectos de explotación.
Chávez amenaza con cortar las importaciones del gas colombiano, no teniendo ninguna alternativa inmediata para sustituirlo. Como aquel dicho: “Que se fastidie el sargento, que no como rancho”. Propone sustituir Colombia por Bolivia y Ecuador (regímenes afines) o Centroamérica, en general. El problema es que Venezuela no está unida por gasoducto a ningún país… excepto a Colombia.
Tampoco tiene terminales de recepción y regasificación de gas natural licuado (GNL), que podría llegar por buque metanero desde la próxima Trinidad, gran exportador de GNL.
Bolivia, con un régimen político muy próximo ideológicamente al chavismo venezolano, también tiene problemas. Es un país con grandes reservas de gas, exportando por gasoducto volúmenes importantes (vitales para su débil economía) a Brasil y Argentina.
Dicho gas contiene hidrocarburos líquidos, como gasolinas y GLP (propano y butano), que recupera y utiliza en su consumo doméstico. Pudiendo ser más que autosuficiente, ahora necesita importarlos. Más gasóleo de Argentina, de Venezuela… ¡y de Chile! Resalto a Chile porque una de las principales causas del advenimiento de Evo Morales a la Presidencia fue no aceptar exportar gas boliviano (como GNL) a través de un puerto chileno.
No teniendo Bolivia acceso directo al mar, tampoco tenía muchas alternativas. Otro hecho sorprendente: declarándose una potencia gasífera, Bolivia no tiene ahora una cifra fiable y actualizada de sus reservas. Su última certificación fue bajo el mandato presidencial de Sánchez de Lozada, en 2005.
Lógicamente (o ilógicamente), el actual régimen de Morales reniega de aquella certificación, rechazándola cual anatema. Desde su llegada al poder, ha intentado revisar aquellas cifras (1,5 billones de metros cúbicos), convocando concursos internacionales e invitando a las compañías especialistas.
La Administración boliviana es ahora tan compleja y burocratizada que ya han sido declarados desiertos dos concursos, y siguen aún esperando conseguir una nueva certificación. Sin datos oficiales de reservas, no puede planificarse su desarrollo, ni su producción… ni obtenerse créditos internacionales respaldados por dichos recursos.
Gas: negocio volátil
La seudonacionalización salvaje de los hidrocarburos bolivianos por Evo Morales ha tenido consecuencias nefastas para la economía del país. A corto, parecía espectacularmente positiva. De la noche a la mañana, pasaron al Estado muchos de los ingresos que hasta entonces percibían las compañías internacionales.
Éstas habían invertido, explorado, descubierto, desarrollado y estaban produciendo el gas que se encontraba en el subsuelo boliviano. Según Morales y sus corifeos, arrebataban la riqueza a la Pachamama (Madre Tierra) y el dinero al país. Con el nuevo marco, claramente indigenista-bolivariano, más la sensación indisimulada de entrar en un periodo de inseguridad jurídica y fiscal, las compañías internacionales sopesaron –y sopesan– mucho sus inversiones.
Éstas se han desplomado desde la llegada de Evo Morales y su nuevo escenario. Consecuentemente, en algunos meses Bolivia ha sido incapaz de cumplir sus compromisos de entregas de gas a sus clientes, Brasil y Argentina (en octubre sólo recibía un 23% de su contrato), al caer la producción. Peor aún, ahora dichos países no necesitan vitalmente todo el recurso boliviano que antes compraban pues, ante el riesgo de corte de los suministros, están buscando otras alternativas.
En Brasil, vía mayor producción doméstica e importando GNL a través de dos nuevas terminales costeras. Mientras, Argentina, antaño neta exportadora de gas y necesitando ahora importarlo para cubrir su déficit –otro lamentable ejemplo de incompetencia política– intenta angustiosamente elevar su producción. Hasta no conseguirlo, cubre picos de demanda importando GNL y regasificándolo en instalaciones flotantes, alquiladas a terceros.
Un reto tecnológico, resuelto satisfactoriamente, pero carísimo. Cuesta ocho veces más de lo que se pagaba a los productores locales… para venderlo finalmente a los consumidores argentinos a un precio salvajemente subvencionado. A costa de las arcas del país.
Precisamente anteayer, el Gobierno argentino firmó un acuerdo para subir un 60%, desde el próximo enero, el precio del gas a pagar a las compañías productoras. El objetivo es incentivar la inversión. Para descubrir y desarrollar nuevas reservas de gas, intentando aumentar sensiblemente la producción sin tener que depender de suministradores poco fiables (Bolivia) o muy caros (regasificación marina de GNL).
Resulta dramático aplicar ahora esta lógica medida. Las sucesivas congelaciones de tarifas e incremento de impuestos que aplicó el Gobierno de Néstor Kirchner fueron las que desmotivaron a las compañías a invertir. Ahora le toca a su esposa, Cristina Fernández, aplicar urgentemente medidas drásticas para intentar corregir aquellos dislates.
Lamentablemente, su efecto, si realmente llega a aplicarse la subida de tarifas, tardará en notarse en la producción. Eso sí, instantáneamente incrementará la inflación al repercutirse al consumidor. Y si no fuere así, tendrán que darle más a la manivela de las subvenciones. Más problemas para la solidez económica argentina.
Líos de vecinos
Chile tiene pocos recursos gasíferos. Antes importaba el hidrocarburo de Argentina, cuando ésta era autosuficiente. No siéndolo ya, los chilenos utilizan gas boliviano recibido a través de los anteriores gasoductos. Riesgo doble. Bolivia ha demostrado no ser fiable en sus exportaciones, forzada a recortarlas por producción insuficiente, y Argentina, cuando necesita angustiosamente todo el gas posible, no se lo suministra a Chile.
El Gobierno de Bachelet ha adoptado una solución drástica. Cortando por lo sano, ha construido rápidamente (en dos años, todo un récord) una terminal costera –Quintero– para recibir GNL, estando construyéndose una segunda terminal en el puerto de Mejillones.
Desde el día 13, Chile ya recibe, regasifica y consume el ansiado GNL, lo que les liberará de las servidumbres impuestas por sus vecinos. A Argentina no le afectará demasiado, pero perderá las tarifas de paso del gas boliviano hacia Chile. Para Bolivia es un golpe durísimo, pues es otro cliente que reduce sus compras. Y tiene muy pocos.
Éste es el inquietante marco en el que deberán desenvolverse los nuevos contratos y acuerdos resultantes del actual periplo del ministro Moratinos y los ejecutivos de empresas españolas. Confiemos en que no haya más desatinos políticos y energéticos en aquella región.
Difícil, pero parece que la ilusión persiste todavía. Aunque conviene recordar, entre otros despropósitos, no sólo aplicables a Venezuela, la “generosa oferta” de Hugo Chávez el año pasado al ofrecernos petróleo a cien dólares fijos por barril… cuando el precio internacional cayó al poco tiempo a la mitad. Incluso el homólogo venezolano de Moratinos dice ahora que “España puede acompañar a Venezuela en el cambio que vive”. Sólo nos faltaría hacernos cómplices del chavismo.
Vuelva a HOME