LOS 100 DÍAS DE OBAMA: ESCRIBEN KISSINGER, CASTRO, SIERRA, MONTAMAT
El presidente de EE.UU. intenta un orden mundial sin potencia dominante. ¿Sus propósitos podrán hacerse efectivos? Henry Kissinger
El primer viaje al exterior de un nuevo presidente siempre tiene una importancia que excede su itinerario. El presidente tiene una oportunidad de poner a prueba el impacto de su política, mientras que sus interlocutores empiezan a evaluar al líder con el que tendrán que tratar durante por lo menos cuatro años.
El presidente Obama aprovechó la ocasión de su primer viaje a la Unión Europea para esbozar su posición en política exterior: multilateralismo; insistencia en diferenciarse públicamente de su predecesor; amplias negociaciones en una serie de frentes al mismo tiempo; hincapié en la construcción de relaciones personales con sus interlocutores. Ningún mandatario estadounidense concitaba demostraciones comparables de apoyo público desde la visita que John Kennedy hizo a Europa en 1961.
El desafío de Obama pasa ahora por traducir sus iniciativas en una estrategia coherente de política exterior.
Hizo falta valor para lanzar negociaciones en tal espectro de temas. Algunos, como el diálogo estratégico con China, representan la elevación a un nivel superior de conversaciones que ya se llevaban a cabo; otros, como las negociaciones sobre control de armas con Rusia, pasaron más de diez años sin actividad; la iniciativa en relación con Irán no tiene precedentes. Las negociaciones palestinas tienen una larga historia en la que nuevas complejidades daban por tierra con toda nueva iniciativa.
Cada una de esas negociaciones tiene un componente político además de uno estratégico. Cada una de esas negociaciones se relaciona con temas específicos. Cada una corre el riesgo de que los obstáculos inherentes a la misma puedan oscurecer los objetivos o de que las tácticas negociadoras puedan afectar la sustancia. Todas se interrelacionan.
Las negociaciones con Rusia sobre control de armas modificarán el papel de Rusia en los esfuerzos de no proliferación con Irán. El diálogo estratégico con China contribuirá a conformar las negociaciones coreanas. Las negociaciones también se verán afectadas como consecuencia de la percepción de los equilibrios regionales: en lo que respecta a los principales participantes, para Rusia eso se aplica sobre todo al ex espacio soviético en Asia central; para China y los Estados Unidos, a la estructura política del noreste asiático y la cuenca del Pacífico. Las negociaciones con Irán se verán muy influidas según si continúan los avances hacia la estabilidad en Irak o si un vacío emergente alienta el aventurerismo iraní.
La amplia agenda que adoptó el gobierno de Obama pondrá a prueba ante todo su capacidad para armonizar los intereses nacionales con las preocupaciones globales y multilaterales.
Este gobierno entró en funciones en un momento que supone una oportunidad extraordinaria. La crisis económica absorbe las energías de todas las grandes potencias. Cualesquiera sean sus diferencias, todas necesitan un respiro de la confrontación internacional. Abordar desafíos como el medio ambiente, el clima y la proliferación nuclear es algo que tiene para todas una importancia considerable y que reviste una forma cada vez más similar. Las soluciones abarcadoras, por lo tanto, tienen más posibilidades que nunca.
Eso, sin embargo, debe traducirse en un concepto operativo de orden mundial. Eso depende de la perspectiva del gobierno norteamericano. Su abordaje parece apuntar a una suerte de estilo de diplomacia concertada posterior a 1815. Según esa posición, el liderazgo estadounidense deriva de la disposición a escuchar y de afirmaciones inspiradoras. La acción común surge de convicciones compartidas. El poder emerge de un sentido de comunidad, no de la acción unilateral, y se ejerce mediante la asignación de responsabilidades según los recursos de un país. Es una especie de orden mundial sin una potencia dominante o en el que la potencia que puede dominar dirige a través de la automoderación.
La crisis económica favorece ese abordaje, si bien hay algunos ejemplos de operación sostenida de semejante concierto en la historia. Lo habitual es que los miembros de cualquier agrupación reflejen una distribución desigual de la disposición a correr riesgos, lo que lleva a una disposición desigual a asignar esfuerzos en aras del orden internacional, y por lo tanto al posible veto de los más indecisos.
El gobierno de Obama aún no tiene que elegir entre sus principales opciones sobre las percepciones del orden mundial: basarse en el consenso o en el equilibrio. Pero debe organizar una estructura nacional de seguridad para analizar el entorno y calibrar su estrategia en consecuencia.
La próxima tarea del gobierno será conseguir que las audaces negociaciones que lideran personalidades estratégicas mantengan el rumbo hacia un objetivo acordado. En el proceso, el gobierno debe navegar entre presiones públicas respecto de la diplomacia que son endémicas en la actitud estadounidense.
Tales presiones reflejan una aversión a negociar con sociedades que no comparten nuestros valores y lineamientos generales. Rechazan el intento de modificar la conducta de la otra parte mediante negociaciones. Consideran que los acuerdos son concesiones apaciguadoras y buscan la conversión del adversario o su derrota. Quienes critican esas posiciones -que ahora son mayoría- hacen hincapié en la psicología. Consideran que la apertura de negociaciones ya es una transformación. Para ellos, el simbolismo y los gestos representan sustancia.
La diplomacia tiene que intentar que lo que está en un punto muerto pase a ser negociable. Sin embargo, la capacidad de hacerlo exige circunstancias objetivas. Los cambios de posición deben guiarse por objetivos definidos con claridad y no por simples técnicas de negociación.
La oportunidad de desarrollar un capitalismo ‘verde’
El Cronista, Buenos Aires (www.cronista.com)
MONTAMAT
Es cierto que lo demócratas en general y, el presidente Barack Obama, en particular, tienen menos compromisos con el establishment petrolero que los republicanos y la familia Bush en especial. También es cierto que los demócratas tienen mayores lazos con los intereses especiales de la industria automotriz. Pero no es menos cierto que la estructura productiva y de transporte de Estados Unidos es consumidora casi adictiva de petróleo y derivados. La crisis económica puede sacudir intereses creados.
En el libro Auge y Decadencia de las Naciones (1986) Mancur Olson describe a los grupos de presión que se aprovechan de los marcos institucionales cristalizados para imponer sus intereses particulares al interés general. El autor sostiene que, de vez en cuando, como consecuencia de las crisis, se producen cimbronazos políticos que dan lugar a cambios institucionales que debilitan los intereses de los grupos de presión. En esas ocasiones especiales, la lógica del interés individual puede reconciliarse con el interés general.
La nueva administración de Estados Unidos ha hecho énfasis en la necesidad de alentar fuentes alternativas de energía para romper con la dependencia del petróleo importado (importan la mitad de lo que consumen); y se ha comprometido a asumir metas cuantitativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la negociación por venir de un Kyoto II (Estados Unidos es el principal emisor per capita, y sigue a China en valores absolutos). También ha condicionado el paquete de ayuda a las compañías automotrices a la mejora de los estándares de consumo combustible (mucho más laxos que los del mundo desarrollado) y al desarrollo de nuevos modelos híbridos.
En el paquete de estímulo fiscal que aprobó el Congreso, unos 100 mil millones de dólares tienen como destino a la inversión para desarrollar energías renovables y reducir las emisiones de CO2. Se ha anunciado el fin de la ‘pausa’ nuclear, y se ha definido el relanzamiento de la relación con Latinoamérica a partir de un programa energético funcional al desarrollo regional de los biocombustibles, con Brasil como socio estratégico.
Mientras tanto, se ha renovado el apoyo a la producción doméstica de biocombustibles, pese a los cuestionamientos energéticos y ambientales al bioetanol de maíz (el lobby agropecuario es tan poderoso como el petrolero y el automotriz). En el balance de tantos anuncios energéticos queda clara la intención de reducir la dependencia del petróleo y de los combustibles importados, pero todavía no está clara la vocación de promover una revolución energética que lidere un cambio en el paradigma mundial.
Los grupos de presión seguirán insistiendo en los costos económicos de la energía limpia y en la pérdida de competitividad de la industria americana. Aceptarán algún corte obligatorio de bioetanol de maíz y de algún otro biocombustible, pero por razones de seguridad energética. Resistirán la salida de la crisis hacia al desarrollo sustentable.
¿Volverán a prevalecer los lobbies? La prueba de fuego la dará el régimen impositivo sobre los combustibles. La carga impositiva a los combustibles en Estados Unidos es menos de la mitad de la carga impositiva promedio de Europa. He aquí la clave del patrón cultural de consumo y de contaminación de los Estados Unidos respecto a los otros países desarrollados (el doble de consumo, el doble de contaminación). Si Estados Unidos decidiera aprovechar la baja circunstancial de precios del crudo (asociada a la recesión mundial) para gravar con más impuestos el consumo de productos derivados, estaría dando una poderosa señal económica y ambiental al resto del planeta. La señal de que hay que salir de esta crisis económica mundial hacia el futuro, a pesar de las urgencias que imponen los intereses de corto plazo. El incremento impositivo puede destinarse a un fondo que amplíe el apoyo a la transformación energética (eficiencia y nuevas energías). El desafío es pasar de un capitalismo ‘sucio’ no sostenible, a un capitalismo ‘verde’ que asume las restricciones materiales, sociales y ambientales del planeta.
El presupuesto sostiene las ideas
Clarín, Buenos Aires (www.clarin.com)
Por: Jorge Castro
El Congreso de Estados Unidos aprobó el 3 de abril el Presupuesto 2009/2010 presentado por el presidente Barack Obama, que asciende a 3.5 trillones de dólares, el mayor de la historia norteamericana.
EE.UU. enfrenta la mayor recesión de los últimos 26 años, con una caída de 6.3% del producto en el último trimestre de 2008 y 5.5% en los primeros tres meses de este año. La desocupación trepó a 8.5% en abril (6.3 millones de desocupados), más de la mitad en los últimos seis meses; y se estima que será 10% al terminar 2009.
Obama cree que tiene un mandato de los norteamericanos para enfrentar la crisis y resolverla. Un mandato de crisis exige romper con el pasado y establecer un nuevo punto de partida: "una nueva era histórica".
Si esto es cierto o no, no es relevante; lo decisivo es que, en la mayor crisis de EE.UU. desde la Segunda Guerra Mundial, esta es la visión de Obama; y tiene el respaldo de la opinión pública (76%) y del Congreso norteamericano.
El presupuesto 2009/2010 establece tres objetivos centrales, fundados en una visión estratégica de largo plazo.
Dice Lawrence Summers, principal consejero económico de Obama: "No hay que desperdiciar las crisis serias, como la que vive EE.UU. El statu quo ha explotado, y es una oportunidad para hacer cosas que antes no se podían hacer. Este es el momento para invertir en el futuro, cuando el gobierno puede tomar prestado a menos del 3% anual, y hay 6.5 millones de desocupados". Sostiene Summers que, tras la actual recesión, sólo puede surgir una onda larga de alto crecimiento de una nueva ola de innovación tecnológica, como la que ocurrió entre los 70 y los 90, con la revolución del procesamiento de la información (IT); y hoy, esa fuente de innovación, capaz de transformar la totalidad de la estructura económica, la constituyen las energías alternativas.
El presupuesto 2009/2010 multiplica por dos la provisión de energías alternativas en tres años, a través de inversiones públicas que desaten la iniciativa de empresas, instituciones e individuos. Se busca establecer una nueva matriz energética que reduzca a la mitad el uso de energía por unidad de producto en 2030, con un salto de productividad que duplique los niveles actuales.
También se construirán 3.000 millas de líneas de transmisión (superconductividad) en 10 años, "de Alaska a Florida y de California a Nueva York".
El segundo objetivo es transformar la educación universitaria/terciaria en un derecho de todos los estadounidenses, con la mayor inversión en tecnología y elevación de los estándares de enseñanza de la historia norteamericana. Lo que hizo el "G-I Bill" en 1946, al financiar los estudios universitarios de los veteranos de la Segunda Guerra mundial, se extiende ahora al conjunto de la sociedad.
La fuerza laboral norteamericana tiene hoy 63% de graduados universitarios o egresados de los "community college". Se aspira a que en 10 años sea 80%. El "G-I-Bill" universal puesto en ejecución por Obama se funda en una premisa estratégica sobre el vínculo entre ingresos y niveles de calificación. Obama cree, como Bill Clinton y Tony Blair, que "el nuevo nombre de la justicia social es una revolución educativa".
Por último, se extiende a todos los trabajadores norteamericanos -en un plazo de 10 años- el sistema de salud, del que hoy 43 millones están excluidos. Para eso lo fundamental es reducir sus costos 30% en cuatro años (700 billones de dólares por año). EE.UU. gasta 2 trillones de dólares anuales en el sistema de salud. Es 44% per cápita más que Suiza, segundo en el ranking mundial; y 134% superior al promedio de la OCDE. Entre un tercio y la mitad de los costos laborales corresponden a gastos de salud.
La apuesta de Obama es la innovación, ante todo científica y tecnológica. Se duplican los recursos de las agencias de investigación (National Science Foundation, Oficina de Ciencia del Departamento de Energía, Agencia de Investigación del Departamento de Comercio) en los próximos 10 años; y se colocan en investigaciones básicas y de punta, capaces de revolucionar campos enteros de la ciencia (cambio climático, energías alternativas, salud). Para eso se crea un fondo especial que triplique el número de graduados en ciencias duras en ese período.
El gasto del presupuesto de Obama es keynesiano -la mayor inversión de fondos públicos desde la "Great Society" de Lyndon Johnson en 1964-, pero su idea estratégica es de inspiración schumpeteriana. "El capitalismo es un proceso autoinducido de acumulación, que se desarrolla a través de sucesivas revoluciones tecnológicas (.) ¿Hay límite para el crecimiento en el capitalismo? No, porque no hay límites para la innovación", dice Joseph Schumpeter.
Obama cree, como Clinton y Blair, que "el nuevo nombre de la justicia social es una revolución educativa"
Cien días de gobierno. El presidente Obama mostró ya las cartas en las que basa su innovación: nueva matriz energética y expansión de la educación y del sistema de salud.
CIEN DÍAS Y UNA NOCHE
Clarín, Buenos Aires
Por: Gustavo Sierra
Si, estuvo a la altura. Barack Obama arriba a esta marca histórica de sus primeros 100 días (se cumplen el miércoles 29) en la Casa Blanca con una impronta que no se veía desde que Roosevelt asumió en 1933. Cien días que tuvieron una noche clave: la que tomó la decisión de revelar los documentos en los que los más altos funcionarios de la Administración Bush aprobaron el uso de la tortura.
Obama tomó el poder con la peor crisis económica de los últimos 70 años estallándole en la cara, un país aislado internacionalmente y dos guerras abiertas. Aún no se sabe si va a terminar sacando a Estados Unidos -y al resto del mundo- de la recesión, pero su plan de estímulo de 789.000 millones de dólares pareciera tener ya algunos efectos positivos. Lanzó una masiva intervención a los mercados del crédito y la vivienda. Eliminó los llamados bonos tóxicos de los bancos.
Impuso duras regulaciones a Wall Street y a la alicaída industria automotriz. Y envió legislación al Congreso para crear un seguro universal de salud, nuevas iniciativas en educación y energía alternativa, así como medidas para achicar el enorme déficit.
En política internacional fue a Europa y consiguió que le devolvieran la confianza para seguir liderando el mundo. Restableció la imagen de su país y lanzó frases como "he venido a escuchar, no a dar lecciones".
Fue a Turquía y proclamó su respeto por el mundo musulmán. Reconoció la importancia de Irán y le tendió una mano. Lanzó un diálogo estratégico con Rusia y China. Vino a América Latina como una estrella de rock, le dio la mano a Chávez y abrió la posibilidad de restablecer relaciones con Cuba.
Su mayor debilidad siguen siendo las guerras abiertas por George W. Bush: Irak y Afganistán (sumado a Pakistán) seguirán desangrándose y desangrando a la Administración Obama por mucho más tiempo. Pero la decisión más trascendente fue la de abrir la puerta a un posible juicio contra los que aprobaron el uso de la tortura.
Si logra desterrar esa práctica y restablecer la moral americana de los padres fundadores, no sólo podrá completar con éxito su mandato sino pasar a la Historia.
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