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Mercados
CRISIS: OPINAN LLANA, LAVAGNA, CONDE, LORENZINO, SOLÁ, GRONDONA, VAN DER KOOY, PRAT GAY, OVIEDO.
22/09/2008


Carlos Pérez Llana: "¿Cuánto sufrirán los países emergentes?"
La Nación, Buenos Aires (www.lanacion.com.ar)

Brasil, Rusia, India y China, reunidos en un mismo grupo (BRIC) en los últimos años, responden distinto a las crisis.

Desde hace un tiempo "los BRIC" simbolizaron a los países emergentes. En la globalización fueron identificados como las nuevas potencias económicas, unidas por una voluntad común de protagonismo internacional. En verdad, el sesgo económico asimiló realidades diferentes que los mercados unificaron al solo efecto de imaginar destinos para las inversiones, siempre ávidas de nuevos horizontes. Más tarde, cuando el hegemonismo americano encontró sus límites en Irak, los BRIC recrearon las expectativas de quienes imaginaron un mundo más horizontal, construido sobre nuevos polos de poder.

Pero el voluntarismo de estos teóricos multipolaristas no pudo resistir una lectura realista de la política internacional, que siempre ha enfatizado el peso de los intereses por sobre las ideologías y las dificultades que encuentran las alianzas forjadas en coincidencias circunstanciales.

En agosto pasado las diferencias quedaron al descubierto. China apostó fuertemente a las Olimpíadas, para consolidar la imagen atractiva de una potencia lanzada detrás de la idea de un ascenso pacífico apoyado en el éxito económico.

El mensaje de Beijing al mundo es claro: no somos ni la Prusia del siglo XIX ni la Alemania del XX. En otras palabras: somos confiables. En cambio Rusia, en verdad una potencia reemergente que busca heredar la imagen y el protagonismo soviético, aprovechó el error del presidente georgiano M. Saakashvili, quien intentó recuperar Abjazia y Osetia del Sur, y apeló a los tanques para mutilar Georgia reabsorbiendo a esas dos entidades territoriales, que integraron la URSS como Estados seudoindependientes.

En otras palabras el mensaje de Moscú también es claro: estamos lanzados a reconstruir el viejo imperio, el de los zares y el de Stalin. Obviamente este retorno no es pacífico y está envuelto en incertidumbres, ya que esa empresa política supone violar una convención básica de las relaciones internacionales: nos referimos al principio de la integridad territorial. En otras palabras: el dúo Putin/Medvedev está redefiniendo las fronteras. Reorientada la política exterior rusa hacia el "extranjero próximo", los fantasmas decimonónicos reaparecen con vigor, particularmente la geopolítica de las esferas de influencia.

Algunos países bálticos, Ucrania y Moldavia no ignoran el poder desestabilizador de las minorías rusas que allí habitan, ya que atraídas y manipuladas por Moscú, con el argumento de protegerlas, pueden convertirse en disparadores de otras crisis. Concretamente en Kiev es donde existen los mayores temores, asociados al irredentismo ruso que nunca aceptó la donación que le hiciera Nikita Kruschev a Ucrania: la península de Crimea donde aparca la flota rusa del Mar Negro.

En otros países con memoria, como Polonia, la República Checa, Finlandia y Hungría, los sucesos de Georgia los hacen demandar más integración europea, más OTAN y menos dependencia del gas ruso.

La nueva Rusia confirma la vocación expansiva del autoritarismo de Putin. Obviamente su proyecto está en sintonía con una vieja cultura política que razona en términos de una enorme masa geográfica, que históricamente requirió de un Estado fuerte y que beneficiada de los altos precios del gas ambiciona un liderazgo ligado a circunstancias que bien pueden evolucionar.

¿Acaso en los 80 la URSS no cayó en coma cuando el gas y el petróleo cotizaban en baja? ¿Acaso su protagonismo militar no es tributario de una lógica de continuación en vez de apoyarse en la innovación tecnológica?.

La soledad diplomática que rodeó a Moscú en su aventura militar en el Cáucaso habla por sí misma: la apoyaron Cuba; Nicaragua; Venezuela y Bielorrusia. Obviamente Pekín tomó distancias, a nadie más que a China le interesa la supervivencia del principio de la integridad territorial para lograr que Taiwán, Tibet y las minorías chino-islámicas estén contenidas en un mismo Estado. Mientras tanto los otros BRIC también tomaron distancia de Rusia y se concentraron en sus intereses.

Cachemira y el Amazonia son pesadillas en Nueva Delhi y en Brasilia, de manera que allí está prohibido hablar de revisar fronteras. Además la India acaba de lograr una victoria diplomática notable: ha ingresado al club nuclear sin participar del Tratado de No-Proliferación.

En efecto, con el decisivo padrinazgo de Washington, la India obtuvo el acuerdo del Grupo de Proveedores Nucleares (NSG) que le permite acceder a los beneficios de la tecnología nuclear civil. Simultáneamente Brasil, lanzado en un Plan Estratégico Nacional de Defensa que implica un verdadero salto cualitativo en el gasto militar pensado para el Amazonia y el Atlántico, al optar por un socio estratégico para su industria de defensa eligió a Francia, país con el cual firmará, en diciembre próximo, un acuerdo estratégico que rubricarán los presidentes Lula y Sarkozy.

A la luz de estas nuevas realidades, donde se yuxtaponen intereses en pugna y efectos no pensados, tal vez haya nacido un nuevo espacio estratégico: los BIC, desde donde Brasil, India y China puedan llegar a entablar un diálogo con Washington, si las urnas obligan a replegarse a los unilateralistas 'neocon'.

Pero todo tendrá un giro después de la crisis financiera. Los BRIC nacieron en el mundo todavía optimista de la globalización (recordemos que la denominación fue propuesta por Jim O'Neill, economista global de Goldman Sachs). Ahora todo será distinto, y cada cada país lo procesará a su manera. Rusia, con la caída de los precios energéticos. Brasil y China verán resentida la afluencia de capitales, que serán reabsorbidos por los EE.UU. Y la India también, en menor medida.

En definitiva, los "BRIC" se muestran como una categoría circunstancial que juntó fuertes heterogeneidades. Cuando suceden estas crisis, los países emergentes también sufren los problemas y hay que saber leer bien dicho impacto en cada caso, para no seguir espejismos o rumbos equivocados.

 

 
Aldo Abram: "El país, frente a un tsunami internacional"

La Nación, Buenos Aires

www.lanacion.com.ar

Lo que pasó en la semana es conocido: caída de bancos en Estados Unidos, nacionalización de una buena parte de los créditos basura y, finalmente, optimismo. Pero nadie se preocupó mucho por pensar de dónde van a salir los recursos para pagar el rescate.
El gobierno tiene un enorme déficit fiscal y deberá endeudarse para seguir cubriéndolo y, ahora, también para costear este "salvataje". Esto presionará sobre el mercado de crédito y, en la medida que la Reserva Federal pretenda mantener bajas las tasas de interés de mercado, deberá salir a comprar Bonos del Tesoro de los Estados Unidos para cubrir el exceso de demanda de fondos. En una palabra, con emisión de dólares, estará financiando al Estado. Esta historia es muy conocida por los argentinos, termina con la depreciación de la moneda y con sus tenedores pagando el famoso impuesto inflacionario.

Todo comenzó en 2001, cuando el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, inundó de dólares el mundo para evitar que la economía estadounidense empezara un período de contracción. Desde entonces, la Fed, aún con su actual titular Ben Bernanke, se dedicó a tratar de salvar al nivel de actividad y a los inversores del necesario ajuste.

Los argentinos debemos prepararnos para enfrentar mayores tempestades. Hay que agradecer que aún no se hayan usado las reservas internacionales para pagarle al Club de París. Aunque promovemos que se cumpla con los compromisos asumidos, no deben usarse los recursos del Banco Central, que no son del Gobierno, sino el "arsenal" con que cuenta para defender el valor del peso y de nuestros ahorros ante una corrida cambiaria y bancaria. Conviene ser prudentes. Hace pocos meses, y en un marco externo tranquilo, tuvimos una minicrisis interna y ahora nos vemos amenazados por un tsunami internacional.

La incertidumbre mundial ha vuelto riesgosos hasta los activos que se suponía no lo eran; por lo tanto, los inversores tratarán de "tirar por la borda" lo más pesado de su cartera. Entre estas inversiones estarán las de Argentina. Además, los residentes locales empezarán a ser más cautos con sus ahorros y tenderán a transformarlos en monedas extranjeras y colocarlos en el exterior, en una caja de seguridad o en el fondo del armario. De esta forma, se le quitará financiamiento al consumo y la inversión; lo cual, en el mejor de los casos, desacelerará el crecimiento de la demanda interna y obligará a los productores a disminuir el ritmo de incremento de su producción. Si no estalla una gran crisis internacional, el Banco Central podrá pilotear la nave en la tormenta.

Recuperar la imagen
Lamentablemente, el Gobierno nunca se ocupó de reconstruir la credibilidad del Estado, es decir su crédito. El internacional terminó de desaparecer con la intervención del Indec y la estafa generalizada que implicó dibujar a la baja la inflación.

La confianza interna se diluyó con el mal manejo del conflicto con el campo. Ahora, sólo queda "exprimir" a los inversores institucionales (AFJP, por ejemplo) y al exiguo mercado de crédito local. Si la incertidumbre externa se mantiene por demasiado tiempo, la siguiente fuente de recursos serán las reservas internacionales, corriendo el riesgo de desatar una corrida cambiaria y bancaria que será difícil enfrentar exitosamente.

El Gobierno debería mejorar su imagen externa renegociando la deuda con el Club del París y reabriendo el canje. Podía reducir la suba del gasto público y bajar los subsidios; o liberar los precios y establecer una actualización de costos y condiciones de prestación de servicios públicos de largo plazo, que incentiven la inversión en dichos sectores. O normalizar el Indec o establecer metas de inflación descendentes que deba cumplir la autoridad monetaria o disminuir el exacerbado intervencionismo y estatismo que ahuyenta a los inversores. Aunque no lo parezca, nunca es tarde para empezar a hacer las cosas bien.

El autor es economista y director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade).


Los analistas debaten sobre el megasalvataje
El Cronista, Buenos Aires (www.cronista.com)

“La economía seguirá débil”

Maury Harris, economista jefe para Estados Unidos de UBS, no parece confiar en que todo el paquete de medidas de los últimos días vaya a surtir demasiado efecto en la economía real. “La pregunta es: cuánto más se debilitará la economía en los próximos meses? ¿Hasta qué punto comenzarán a evaporarse las presiones inflacionarias? Si bien esperamos que una recesión severa será evitada gracias a la ayuda de las políticas implementadas, incluyendo el plan de compra de deuda incobrable, es poco probable que el momentum negativo para la economía vaya a revertirse rápidamente. Las turbulencias en el mercado probablemente intensifiquen la crisis crediticia y agraven el debilitamiento de la economía general. Antes de fin de año, habrá que recortar las tasas 50 puntos.”

“Wall Street todavía deberá atravesar una consolidación masiva”

El sector financiero de los Estados Unidos está bajo los ojos del mundo. También desde el gran país del norte, hay quienes tienen un pronóstico optimista. Claro que para ello, aún habrá que atravesar algunos cambios como los ocurridos en los últimos días. Más fusiones, adquisiciones y hasta bancarrota es el horizonte que dibuja la gente del Merrill Lynch. A partir de allí, sí están dispuestos a pensar en una recuperación de los actores del sector financiero. o mejor dicho: de los que queden en ese mercado después de las modificaciones. Las nuevas medidas, señalan, apuntan en cambio a preservar el status quo. “Sugerimos hace algunos meses que nos volveríamos más bullish en el sector financiero cuando el gobierno abriera el camino para facilitar la consolidación del sector financiero”, señaló Richard Bernstein, jefe de estrategias de inversión para EE.UU. del banco. “Continuamos pensando que el sector financiero necesita consolidarse ya que el sector simplemente tiene demasiada capacidad ociosa de préstamos vacante desde la burbuja crediticia”.

“La historia muestra que la consolidación primaria es el primer driver de las economías que pasan por una situación de burbuja”, dice el informe. Según Merrill Lynch, hay otros números a tener en cuenta. En esta línea, se mira atentamente la crisis de 1989. “En este mismo sentido, pensamos que el sector financiero deberá atravesar una masiva consolidación. Aproximadamente 25% del sector que fue negociado durante el ciclo de 1989/91 tanto por fusiones, adquisiciones o bancarrota. En este caso, el ciclo aún se encuentra 8-12%”, señalan los expertos de Merrill Lynch.

“El plan le quita mucha presión a los bancos de inversión”

Para Enrique Alvarez, de IdeaGlobal, “hay pocos datos saliendo esta semana sobre la economía de Estados Unidos. La evolución de los mercados en Nueva York va a estar atada al debate político y a la actuación del Gobierno. El plan anunciado por el secretario del Tesoro americano, Henry Paulson, hará sentir sus efectos sobre los bancos de inversión: a partir de éste, estas entidades ya no tienen la presión de fusionarse o venderse rápidamente a otros bancos comerciales, y además les ha quitado la presión vendedora a sus títulos en Bolsa. El plan genera expectativa porque ha abierto una compuerta para que estas entidades puedan tirar los activos incobrables que tengan hacia una entidad creada por el Gobierno. Eso les da aire. Además, la medida de la SEC puso un piso a los precios de algunos acciones, porque ha forzado un sinnúmero de coberturas.”

“Se evita un colapso total pero el sistema está quebrado”

Para Walter Molano, de BCP Securities, “el rescate traerá resultados para prevenir el colapso total en el sistema financiero, pero no en prevenir una desaceleración fuerte o hasta una recesión en Estados Unidos.

La semana pasada la intervención fue bien recibida por los mercados, pero de ahora en adelante habrá que estudiar mejor los detalles y sus efectos sobre la economía real. Los bancos no van a prestar más: van a ser muy cautelosos, en momentos en que el norteamericano necesita crédito para consumir e hipotecas.

El ciudadano se va a ver forzado al ahorro, y eso va a resentir la actividad. El ánimo de estos días va a seguir, porque el sistema financiero está quebrado. Los bancos de inversión no tienen ninguna otra opción que fusionarse. El anuncio del Gobierno les quitó presión, pero el efecto sobre ellos es el mismo”.

“No son medidas ortodoxas pero reducirán la aversión al riesgo”

Según uniforme de Alberto Bernal-León, Head of Macroeconomic Strategy de Bulltick Capital Markets, las resoluciones que se tomaron serán suficientes para controlar los ataques a las acciones del sector financiero. “Esto debe ser tenido en cuenta como positivo, ya que implicará una caída considerable de la aversión al riesgo. Las medidas tomadas por la administración del presidente Bush no son ortodoxas pero aparentan ser la solución menos problemática de todas”.

“Pensamos que los precios de los commodities rebotarán de aquí hasta fin de año en la suposición de que el sistema financiero de los Estados Unidos continuará operando ordenadamente, lo que implica que la economía no entrará en recesión, apoyada en la renovada debilidad del dólar y gracias al estímulo fiscal y monetario que tomará el gobierno chino para impulsar su economía”.

“La discusión podría demorarse”

Desde el Société Générale, Stephen Gallagher, economista jefe para Estados Unidos, señaló que se necesitan más detalles de la medida que ha tomado el Gobierno. “La naturaleza de las instituciones y de los productos constituyen el primer interrogante. El precio a determinar de los activos tomados por la Fed será una pregunta de muy difícil respuesta en lo inmediato. Por último está el marco temporal. La respuesta de los legisladores esta semana fue dada por hecho, pero la discusión y el proceso de debate podría demorarse”. Pero se mencionan como puntos positivos el hecho de que “los esfuerzos serán ahora más abarcativos y una mayor transparencia en la forma en que abordan el tema de las entidades en problemas ayudará a reducir la incertidumbre”.

n Miguel Kiguel, economista de Econviews: “Con el plan de megasalvataje se paró el pánico y la caída libre de los activos financieros. Aunque llegó un poco tarde, mi impresión es que la iniciativa sirve, pero habrá que ver los detalles: qué pasará con los bancos a los que les compren estos activos de baja calidad, cuáles serán los activos que comprarán, si el virtual ente tendrá posterior participación en aquellas entidades. Con todo, sostengo que la dirección es correcta, pero no quiere decir que hemos dado vuelta la página. Respecto de la prohibición del short selling, la medida me parece atinada en el sentido de que se dicta bajo una situación de emergencia”.

n Aldo Pignanelli, ex presidente del BCRA: “Me parece que este proyecto llevó calma a los mercados, ya que propone al Estado como intermediario en garantía a través de la creación de una agencia. Así, aquellos que asumieron riesgo privado logran una mejor cobertura. La medida daría un cierto orden, a la vez que achica el tiempo de la crisis. No quedaban muchas alternativas pero el gran error fue actuar el día después y no antes. Creo que lo que se viene es la desaparición de la banca de inversión tal cual la conocemos”.

n Fabián Abadie, economista: “La Fed siempre supo que debía hacerse cargo de la deuda riesgosa de Wall Street pero el momento político no se lo permitía. La sociedad debía reclamar el bail out -hacerse cargo de la deuda de terceros- para que después no acusen a la institución de ser capturada por la corporación bancaria. Lamentablemente esto no puede darse sin victimas financieras y esto siempre genera una situación sub-óptima desde el punto de vista de la instrumentación de política.”
 
Roberto Lavagna: "Hoy la inflación, el empleo y la inversión van mal"
Clarín, Buenos Aires (www.clarin.com)

Horacio Aizpeolea.
El Gobierno afirma que estamos mejor que en los '90 para afrontar una crisis internacional...
Argentina, por errores en política económica, desde 2006 tiene tres datos fundamentales de la economía (inflación, inversión y empleo) evolucionando de manera negativa, van mal. Las tres cosas estaban antes de la crisis internacional. Veo que (desde el gobierno) hay una intención de mezclar las dos cosas. Digo esto porque sino vamos a terminar echándole la culpa de la desaceleración de la economía al contexto internacional, que no ayuda.

Aldo Ferrer relativizó el impacto de la crisis por estar el país al margen del mercado global de dinero.

De nuevo: el anterior ministro de Economía hizo una colocación de deuda, hace tres meses, a más del 13%, con tasa internacional del 2%. Después, se hizo una colocación al 15%. Esto es reflejo de una debilidad interna, que no tiene nada que ver con lo que está pasando afuera. Entonces, "para vivir con lo nuestro", hay que ser muy serio y coherente en lo interno. Porque si no, con total independencia de lo que pase en el mundo, tenemos los problemas que tenemos.

Entonces, ¿aventura problemas para el año que viene?

No, yo lo que quiero es que hagamos correcciones. No me interesa ser ni gurú ni agorero. Sigo creyendo que Argentina tiene enormes posibilidades que fue desperdiciando en los últimos dos años, pero que aún están ahí.

¿Las correcciones que usted reclama las ve en el proyecto de presupuesto 2009 del Gobierno?
No. Porque antes de los detalles hay una cuestión fundamental: siguen manteniendo los superpoderes. Yo le recuerdo que nosotros, a finales de 2005, mandamos un proyecto de presupuesto sin superpoderes y el Congreso lo aprobó. Seis meses después, el gobierno los reimplantó. En un país que se había normalizado de la formidable crisis, los superpoderes son inaceptables.

"El modelo está muy sólido", dice el Gobierno ante la crisis global.

No hay modelo. El de abril de 2002, que empezamos con Duhalde y que continuamos con Kirchner, fue abandonado a mediados de 2006. Se empezó a abandonar el superávit fiscal y pasó de un 4,5, a 2 puntos en 2007. La inflación se ha ido comiendo el tipo de cambio real, una de las patas del modelo, porque de eso dependía la defensa de la producción y el empleo nacional. Hoy no hay modelo, se fue deshilachando.

 

 
Alfonso Prat Gay: "La economía ya se enfrió, y de la peor manera"

Clarín, Buenos Aires

Santiago Fioriti.
¿Cómo afecta la crisis al país?
La recesión inevitable que asoma en EE.UU y Europa le resta margen al Gobierno para esconder las inconsistencias y errores de su modelo económico. El "modelo" se agotó. Lo demuestran la alta inflación y las dificultades financieras de la nación y las provincias. La inflación produce el mayor daño en el tejido social. Ya no puede ocultarse y la mentira estadística le resta credibilidad a las autoridades para combatirla. La inflación aumenta la deuda social encareciendo la canasta básica e incrementando la pobreza en 500.000 personas por año.

¿Qué cambios debería impulsar el Gobierno?

El primer cambio, revolucionario para esta administración, es reconocer que existen problemas. Caminar un poco el país le serviría para entender mejor la magnitud de la deuda pública, social y moral. Hay que atacar a fondo la inflación, inaugurar una política de redistribución del ingreso en serio, amigarse con las provincias y con el mundo para así retomar la certidumbre y la esperanza.

¿Revisaría el crecimiento?

Desde la oposición hace rato que venimos proponiendo correcciones, hasta ahora sin éxito. Decíamos en la campaña presidencial que había que corregir la política monetaria-fiscal, que al empujar la demanda agregada de la economía al 9% anual nos llevaban a un recalentamiento de la inflación y a un enfriamiento de la economía. Lamentablemente la economía ya se enfrió y de la peor manera. Ahora hay que pagar las facturas del crecimiento desmedido.

¿Cuál será el principal canal de impacto en el país si continúa la crisis mundial de los mercados?

La mayor urgencia es la fiscal. Las provincias son las primeras en sentir este cimbronazo: Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba se han visto obligadas a incrementar los impuestos, profundizando la desaceleración. Y en la última de ellas, algunos piden que vuelvan las cuasimonedas, que rescatamos en 2003.

La crisis, al fin, ¿enfriará la inflación? ¿O se viene un escenario de "recesión con inflación"?

El escenario de estanflación ya está con nosotros. El enfriamiento de la economía en el mejor de los casos estabiliza la inflación en niveles muy altos del 25% ó 30%. Pero no la baja porque está arraigada en las expectativas, potenciadas por la mentira del INDEC. La gente no cree que el Gobierno tenga la voluntad ni la capacidad de bajar la inflación.

 

 
Jorge Oviedo: "Un giro copernicano en la Casa Blanca"

La Nación, Buenos Aires

www.lanacion.com

Cristina Kirchner hace piruetas en el aire: trata de aferrarse a las manos de George W. Bush
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner pidió hace días que los argentinos no hablen tan despectivamente de su propio país y deslizó que algunas de esas críticas suelen ser injustas. Tiene razón. Se atribuye a nuestra clase política decir en campaña una cosa y hacer la contraria luego de asumir. Y se señala muchas veces que en el mundo desarrollado tales cosas no pueden suceder. George W. Bush acaba de demostrar que el cambio de discurso de Carlos Menem, por ejemplo, entre la campaña electoral de 1989 y sus decisiones de gobierno son un mero detallle frente a lo que la administración republicana acaba de hacer en su propio país.

Desde 1997, los republicanos neoconservadores acosaron al presidente Bill Clinton con los escándalos sexuales y con críticas despiadadas a la política de salvatajes de países, como los aplicados a México en 1995, al sudeste asiático en 1997 y a Brasil en 1999. En el nuevo orden mundial, el Tesoro norteamericano primero y el FMI, el Banco Mundial y el BID después se transformaron en prestamistas de última instancia para naciones en problemas.
Pero los representantes del partido del elefante pusieron el grito en el cielo. El dinero de los contribuyentes americanos no podía ser usado para salvar a países que habían tomado riesgos irresponsablemente. Catedráticos como Kenneth Rogoff y Anne Krueger, políticos como el luego secretario del Tesoro Paul O Neill y propagandistas, como el columnista de The New York Times , Thomas Friedman, señalaron a los cuatro vientos con toda clase de argumentos que países enteros debían pagar el precio de sus errores y quebrar irremediablemente, cualquiera que fuera el daño que eso pudiera causar.

Bush y sus neoconservadores ganaron los comicios y llevaron sus ideas a los foros e instituciones internacionales. Sorprendentemente, aquí fueron adoptadas entusiastamente por sectores supuestamente progresistas, que hoy dicen que es un triunfo de la heterodoxia, y por lo tanto propio, que la Casa Blanca utilice enormes cantidades de dinero estatal para salvar ya no a países, sino a compañías privadas llevadas a la ruina por aventuras especulativas colosales.

Cristina Kirchner se ha alegrado del cambio de la receta norteamericana. Parece no haber reparado que ella y su marido, con su ministro Roberto Lavagna, aplicaron aquí la primera, la de la quiebra y el default, que licuó los ahorros de miles de depositantes y de todos los aportantes a las AFJP. Si Bush utilizara los términos futboleros de José Sanfilippo, podría achacarle al matrimonio gobernante haberse "comido el amague". El presidente de los Estados Unidos felicitó públicamente a Néstor Kirchner cuando el entonces titular del Ejecutivo argentino envió a los aportanes a las AFJP al default junto con los extranjeros, algo que ni Adolfo Rodríguez Saá ni Eduardo Duhalde se habían animado a hacer.

Kirchner y Lavagna, en esa ocasión, tal vez tomaron una decisión lejanamente parecida al colosal salvataje americano, al permitir que los bancos locales mantuvieran fuera del default los papeles que eran de ellos.

Anne Krueger prometía como número dos del FMI crear un sistema de convocatoria de acreedores para países, que no estuvo disponible para la Argentina, que sufrió la peor de las circunstancias sin ayuda externa alguna. El sufrimiento sólo fue aliviado por una providencial devaluación del dólar y aumento de los precios internacionales de las materias primas, que probablemente haya sido decisivo para que no hubiera una descomposición institucional violenta y de consecuencias difíciles de prever.

Thomas Friedman, que en 1997 clamaba que no había que ayudar a Corea del Sur en medio de la hecatombe, señalaba: "Es hora de que algún banquero se corte el pelo, y no hablo sólo de sacarse un poco la pelusa, sino de un corte de verdad". Hoy defiende que el Estado norteamericano absorba, con costo para los contribuyentes, las hipotecas "tóxicas" que los mismos banqueros, más melenudos que nunca, otorgaron más que irresponsablemente a personas que jamás podrían pagarlas. Ahora se socializarán las pérdidas, pero Friedman ya no defiende a los plomeros y carpinteros norteamericanos que pagarán la fiesta ajena. Es notable cómo cambian las opiniones cuando lo que puede quebrar es el país donde uno vive, el banco donde están los ahorros o la empresa en la que se cobra el salario.

Lo reprochable del sistema americano es que de verdad vivieron estos años como si el Estado pudiera no hacerse cargo en medio de una quiebra generalizada. La "codicia contagiosa" a la que ahora Friedman vuelve a culpar por la catástrofe fue culpa del Estado. Bush no quiso de ninguna manera ver profundizarse una recesión y una corrección del valor de los activos y los salarios en su país e hizo todo lo que pudo para tener una política fiscal más que laxa, pasando del colosal superávit que dejó Clinton a un déficit fiscal jamás visto. Además, redujo impuestos a los ricos y la Reserva Federal bajó las tasas a mínimos históricos. No puede pedirse a los particulares que sean cuidadosos con el dinero, cuando los billetes llueven del cielo.

Cristina Kirchner dice que "los loros" que hablan de economía no lo advirtieron. Pero en enero de 2006, cuando Alan Greenspan dejó la Fed, el semanario The Economist le dedicó su portada. Greenspan era un corredor de posta que ponía en manos de su relevo el testimonio, que no era otra cosa que un cartucho de dinamita con la mecha encendida y que tenía impreso su nombre: "la economía".

"La partida de Greenspan bien podría marcar el punto más alto de la economía estadounidense, con un período de crecimiento lento por delante. Esto no se debe tanto a que se va, sino a lo que deja atrás: los mayores desequilibrios económicos de la historia de los EE.UU.", señaló el semanario inglés en la nota "Tiempo de peligro para los Estados Unidos".

Las principales críticas de esa nota a la Fed fueron:
l Las políticas de la Fed de la última década parecerían tener costos de largo plazo muy dolorosos.

l El robusto consumo ha sostenido el crecimiento del PBI, pero al costo de una tasa de ahorro personal negativa, una creciente carga de deuda para los hogares y un inmenso déficit de cuenta corriente del país.

l Parte de la actual prosperidad de los EE.UU. no se basa en aumentos genuinos del ingreso ni en un alto crecimiento de la productividad, sino en un endeudamiento a futuro. Cuando se aplanen los aumentos de los precios de las casas y por tanto se termine el margen para seguir endeudándose en función de esos precios, el consumo sufrirá un tropiezo. La marea de dinero fácil no está en ascenso y muchos hogares estadounidenses se van a ver expuestos de manera intempestiva. En palabras de Warren Buffett: "Es sólo cuando baja la marea que se puede ver quién está nadando desnudo".

No es la heterodoxia sino la irresponsabilidad fiscal la que creó el problema. El remedio aparenta no poder todavía con la enfermedad. La Argentina parece siempre elegir la peor receta. El default del que todavía no se salió con los bonos y el pago sin chistar ni discriminar de las deudas de Aerolíneas Argentinas.

 
ROBERTO CORTES CONDE : “La Argentina está aislada y por eso no sufre lo de 1930”
Perfil, Buenos Aires (www.perfil.com.ar)

El profesor de la Universidad de San Andrés señaló que la situación del ’29 afectó a los bancos comerciales y que la que vivimos en la actualidad, toca a los bancos de inversión. Cree que el país no sufrirá demasiado la crisis por su aislamiento relativo. Pero que ya se han ido los tiempos en que todo era fácil para el país.

Por Hernan Dobry

En los últimos días, cada vez son más las voces que comparan la crisis que se originó en los Estados Unidos con el crack de 1929. A pesar de los efectos devastadores que provocaron ambas crisis en los mercados y la economía global, existen algunas diferencias en el accionar del gobierno y la Reserva Federal norteamericanas para solucionar el problema. Tampoco sería idéntico el impacto sobre la Argentina.

Roberto Cortés Conde, profesor emérito del Departamento de Economía de la Universidad de San Andrés, historiador de la economía, marcó las similitudes y diferencias en un diálogo telefónico con PERFIL, desde Nueva York, donde permanece, más cerca de la crisis, aunque con la perspectiva teórica suficiente como para hablar con propiedad de ella.

—¿En qué se parecen ambas crisis?

—Hay algo central: ambas fueron parte de una burbuja especulativa; la del ’29 con las acciones y la actual, con los valores hipotecarios. En la primera, hubo una corrida de depositantes y ahora el problema son los bancos de inversión.

—¿En qué difiere el accionar del gobierno de los EE.UU.?

—Hasta el domingo pasado, la Fed, el gobierno y el Tesoro de los EE.UU. tenían una política muy distinta a los ’30. Con el caso Lehman, pareciera que trazaron una raya y no se pasaba de allí. Esta era una política más ortodoxa de “no se puede salvar a todo el mundo”. Como los mercados reaccionaron tan mal, hubo un cambio y se dio algo inédito: se ayudó a una aseguradora.

—¿Y en la década del 30?

—Allí, la Fed decidió no crear más dinero para ayudar y salvar a los bancos y esperar a que el problema se resolviera solo. Eso significó la bancarrota de muchas instituciones financieras y una contracción enorme de la economía. Y llevó a la Gran Depresión, a una caída de precios, de la demanda, de la inversión, a tasas de interés reales altas y desempleo. Pero no advirtieron, ni siquiera después del crack de la Bolsa, las consecuencias deflacionarias y recesivas sobre el conjunto de la economía real. Ahí, aparece (John Maynard) Keynes con la idea de que si nadie invierte tiene que ser el gobierno el que aumente el gasto.

—¿Cómo impactó eso en la Argentina de la época?

—La situación internacional era distinta porque teníamos un sistema de cambio donde todas las economías estaban atadas por las reservas de oro que tenían sus monedas y la transmisión del impacto de unas a otras era mayor. Además, la Argentina estaba mucho más vinculada al mundo y en esa medida sufrió más. La enorme caída de los precios y el efecto en los ingresos por exportaciones impactó con fuerza en el sector agropecuario. Por consiguiente, también el sector bancario y el Gobierno lo sufrieron porque el principal ingreso eran los derechos de importación y, evidentemente, en la medida en que se vendía al exterior con precios mucho más bajos, también se redujeron los valores de importación.

—¿Qué diferencia hay entre aquel país y éste?

—Hay situaciones que son distintas. En el ’30, los precios agrícolas estaban cayendo. Esto afectó a la economía y al comercio internacional, y muy fuertemente a la Argentina. Ahora, el mundo está al revés con un flujo y una evolución de los precios que han estado para arriba. Además, tenemos otros actores en los mercados mundiales como China o la India. Por otro lado, la Argentina está aislada desde antes, no tiene acceso a los mercados financieros por lo que ocurrió en el país y no por lo que está pasando en el mundo. Es decir, aún antes de esta crisis tenía problemas serios. El aumento del riesgo país es por factores internos y no por la crisis en los EE.UU.

—¿Cómo queda parado el país frente a esta crisis?

—Lo que uno puede prever es que la idea de que en la Argentina todo era fácil porque los precios de las commodities se iban para arriba, me parece que no va a seguir. Creo que el problema de la economía desde hace unos años es mucho más interno que una consecuencia de lo que pasa afuera. Esto no quiere decir que no sea para nada afectada por lo que esté pasando en el mundo.

 

 
Lorenzino: “Sí, creceremos menos, pero no habrá catástrofe”
Perfil, Buenos Aires

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El secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino, admitió ayer que la crisis financiera mundial golpeará a la economía argentina y, como resultado, se crecerá menos este año. En declaraciones radiales el funcionario confirmó también que a pesar del crack financiero, la Argentina pagará la deuda al Club de París en menos de un año.

Lorenzino evaluó que la crisis financiera “está claro que daños va a dejar” pero celebró que “el mercado tomó como que una etapa pasó, viene otra nueva, y a la nueva etapa se la ve con optimismo”.

En el mismo tono optimista, el secretario estimó que el impacto de los vaivenes económicos en el país serán menores. “Uno puede ver para adelante, producto de esta crisis, una desaceleración del crecimiento, lo que no implica que la Argentina vaya a entrar en una catástrofe”, señaló.

Durante la misma entrevista, Lorenzino también se animó a dar precisiones respecto al pago de la deuda al Club de París. Consultado respecto de si ese pago podría demorar un año, en vista del contexto financiero internacional, contestó: “Yo no creo que sea tanto tiempo, pero si tal vez uno o dos meses”. Con más precisión, el pago se realizará en cuotas: “La idea de un único pago no contempla la complejidad del Club”. “Es la fortaleza de este modelo la que habilita una decisión de neto corte político. El pago se pudo concretar porque existen las reservas necesarias para hacerlo, y sin ponerlas en riesgo”, dijo Lorenzino.

 

 
Joaquín Morales Solá: "Argentina contra el mundo"
La Nación, Buenos Aires

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Washington está comenzando a mostrar su desagrado por las ofensas argentinas. A España le molesta aún más el trato local a sus empresarios y las referencias xenófobas del poder contra los españoles. Brasil es el único país grande que ha hecho de la paciencia estratégica una política con la Argentina. Cuando el resto del mundo ve a la Argentina, y ciertamente la ve poco, se asombra ante un gobierno que no disimula cierta satisfacción por los estragos financieros mundiales para valorar las supuestas bondades de un modelo local sin atributos.
La intensa crisis política de los Kirchner, que se advierte en la independencia con que ahora hablan y deciden legisladores, jueces, gremialistas y empresarios, parece haber encontrado su solución en una retórica nacionalista. Es una estrategia de aislacionismo frente a problemas internacionales cuyas consecuencias mojarán, más pronto que tarde, las economías de todo el mundo, incluida la argentina.

Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema de Justicia, ha hecho algo parecido a Hugo Moyano: disparó contra el corazón de políticas kirchneristas. Lorenzetti se quejó públicamente por los jueces permanentemente denunciados ante el Consejo de la Magistratura, sobre todo cuando aquéllos hurgan en causas que molestan a los gobernantes. En efecto, ésa es la estrategia del oficialismo para frenar a los jueces. Moyano envió un mensaje político de una enorme severidad cuando pidió que el asesinato de José Rucci fuera considerado un crimen de lesa humanidad. El reclamo de Moyano colocaría en la puerta de los juzgados a muchos ex dirigentes montoneros. Es lo que los Kirchner no quisieron hacer nunca.

La muerte de Rucci fue un mensaje de los montoneros a Perón, como la declaración de Moyano sobre Rucci es un claro mensaje a los Kirchner , dedujo un político sagaz. Otro dirigente gremial histórico, José Rodríguez, de Smata, pidió aumentos salariales del orden del 50 por ciento. Si lograra la mitad de esa cifra, ya sería suficiente como para tumbar la economía por obra de la consecuente inflación.

Los dirigentes empresarios, callados y prudentes hasta ahora, se dieron el lujo de reclamarle en la cara a Cristina Kirchner un dólar más competitivo y un sistema más eficiente de protección a la industria. La Presidenta les negó, también en público, ambos pedidos. Los legisladores están analizando el presupuesto del derecho y del revés. Dos cosas podrían cambiar: los superpoderes y el impuesto al cheque, cuya vigencia vence este año.
Ese impuesto es una herramienta importante de la recaudación fiscal. Una mayoría parlamentaria se está armando para hacerlo coparticipable con las provincias. El gobierno federal debería resignar, en tal caso, alrededor del 20 por ciento de esos fondos. No es una buena noticia cuando todo se encoge.

Los jueces han derrumbado del mando del Ejército al militar más cercano al kirchnerismo, el teniente general Roberto Bendini, cuya amistad con Néstor Kirchner se remonta a los años en que los dos eran ignotos caciques en Santa Cruz. Kirchner está pagando la arbitrariedad de haber designado al frente del Ejército a un general sometido a una investigación penal por el manejo de recursos públicos.

Otro juez, Oscar Petrone, se acordó, después de un año desde que estalló el valijagate, que le es posible reclamarle al gobierno norteamericano la indagatoria de Guido Antonini Wilson en los Estados Unidos. La causa por la valija venezolana se activa en la Argentina sólo cuando avanza en Miami. Lo único que ha sobrado aquí han sido las palabras oficiales para culpar al Estado norteamericano de una supuesta conspiración contra Cristina Kirchner. La advertencia sobre esa polución de palabras llegó de la propia boca de Shannon.

En ese contexto de incesantes indisciplinas internas, los Kirchner están tratando de hacer, sin suerte, un escudo defensivo con sus declaraciones y con sus actos sobre cuestiones internacionales. Los dos funcionarios de Washington más cercanos a los Kirchner, Tom Shannon y Earl Anthony Wayne, le han advertido al gobierno argentino en los últimos días de que existe tensión y de que las palabras también tienen un límite. Washington hizo algo más: fue el país más reacio en el Club de París para aceptar la extravagante decisión argentina de pagar su deuda en default de acuerdo con sus propios y confusos cálculos.
Ese anuncio careció de un plan serio para levantar toda la deuda en default. En medio del sismo financiero internacional, el gobierno argentino podría arreglar ahora con el Club de París y con los holdouts (los bonistas que no entraron en el canje) con la misma cantidad de dinero que anunció que le pagaría al primero. Sería necesaria, sí, una negociación por el resto de la deuda con ambos acreedores en default. ¿Por qué el gobierno argentino no quiere negociar cuando hay condiciones tan buenas? , se preguntó un importante dirigente europeo. No hay respuesta, porque nunca hubo un plan, ni bueno ni malo.

La decisión de pagarle sólo al Club de París colmó la paciencia del juez neoyorquino Thomas Griesa, que trata el caso de los bonistas que denunciaron al Estado argentino. El magistrado tuvo sus dosis de comprensión con la Argentina y luego otra porción de paciencia. Ambas cosas se han terminado. Griesa estaría dispuesto a comenzar un período de embargo de todo lo que sea embargable del Estado argentino.

Miguel Pichetto, jefe del bloque oficialista del Senado, acusó de colonialismo a los empresarios españoles en pleno recinto de la Cámara alta. El embajador español, Rafael Estrella, no lo nombró, pero lo aludió cuando en días recientes denunció una campaña xenófoba contra los españoles. Palabras xenófobas había tenido también Hugo Moyano, pero el Gobierno se escudó en el pretexto de que el líder cegetista no es funcionario. Pichetto es un hombre de confianza de los Kirchner.

En fin, los norteamericanos son desestabilizadores y los españoles practican el colonialismo. ¿La Argentina es sólo una víctima inocente del exterior, esa idea que tan bien le cabe aquí al imaginario colectivo?
En rigor, el viaje de Cristina Kirchner a Madrid se postergó más que nada porque le advirtieron que el clima que la recibiría no sería bueno. El gobierno de Rodríguez Zapatero está convencido de que Aerolíneas Argentinas cayó víctima de una operación de pinzas: el kirchnerismo nunca le dio condiciones para funcionar como empresa, mientras protegió a los pilotos en frecuentes huelgas que desprestigiaron a la compañía.

La actual puntualidad de Aerolíneas Argentinas (llega antes de lo previsto en casi todos sus vuelos) es también una muestra de fuerza de los pilotos. La empresa funciona sólo cuando ellos quieren. Hasta el rey Juan Carlos conoce lo que pasó con la aerolínea, que todavía es propiedad privada de influyentes empresarios españoles.

La Presidenta usó palabras petulantes para hablar de la crisis financiera internacional, confrontándola con el modelo argentino . Es probable que Cristina insista en esas superficiales referencias en su discurso ante las Naciones Unidas. El modelo argentino es el modelo Moreno , según el cual todo lo que parece ser resulta que no es. La Argentina sigue en este mundo: el precio de la soja se ha depreciado un 25 por ciento en los últimos tres meses. Las alarmas comenzarán a sonar aquí cuando el valor de la tonelada baje de los 400 dólares; no falta mucho. La economía de China podría desacelerarse. El 50 por ciento de sus exportaciones van a los Estados Unidos, Europa y Japón, todos en virtual estado de recesión. ¿Cómo evitaráel país esos remezones?

Un modelo internacional, el de la globalización de descontroladas finanzas carentes de conducción política, parece haber llegado a su fin. También concluye una era de engreídos maestros de finanzas que desmadraron sus propias finanzas. Todo eso no significa, sin embargo, que el modelo argentino sea mejor ni más recomendable que el sistema que colapsó en un mundo desconcertado.

 

 
Mariano Grondona: "Admirar, temer o detestar al capitalismo"

La Nación, Buenos Aires

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Esta semana, cuando anunció la destrucción de la "burbuja" capitalista de Wall Street, comparando su fragilidad con la supuesta fortaleza de la economía argentina, la presidenta Kirchner se aventuró por un territorio que le es desconocido. De haber tenido que defender su tesis ante una mesa examinadora en lugar de la claque de funcionarios que invariablemente la aplauden, quizá Cristina habría conocido el sinsabor de un severo interrogatorio porque ni el capitalismo es lo que ella sostiene ni la economía argentina está en la situación que ella proclama.

Ha habido y habrá burbujas, por cierto, en el capitalismo, pero éste no consiste en sus burbujas, sino que es, al contrario, el único movimiento económico revolucionario de la historia. Eso no quiere decir que el capitalismo sea, por definición, benévolo o solidario. Como toda obra humana, tiene su lado sombrío. Por eso me atrevería a recomendar a todos aquellos que lo demonizan alegremente, como acaba de hacerlo Cristina, la definición que propuso el economista austríaco Joseph Schumpeter cuando sostuvo que el capitalismo es, en el fondo, un despiadado proceso de destrucción creativa.

Esta noción se acerca a la ley de la evolución de las especies que formuló Charles Darwin. En su lucha por la supervivencia, unas especies progresan y otras sucumben, de modo tal que sólo algunas de ellas, las más aptas, prevalecen finalmente. Es cruel, pero es real. En forma comparable, cuando las empresas son sometidas a la dura ley de la competencia, sólo algunas de ellas crecen y se multiplican mientras otras quiebran. Que algunas empresas quiebren es, sin duda, doloroso. Pero si quisiéramos salvarlas a todas de la ley de selección de la competencia, todavía viviríamos en la Edad Media. Nadie quebraría. Nadie, tampoco, progresaría. Lo ideal sería, por supuesto, que ninguna empresa quebrara y que todas progresaran, pero esta visión es sólo una rosada utopía. Una Argentina que insistiera en subsidiar a casi todas las empresas como hoy lo hace el Estado kirchnerista quizá salvaría su alma, pero condenaría al mismo tiempo a la economía, dejándola al margen del único movimiento revolucionario que ha traído consigo la Edad Moderna: precisamente, el capitalismo.

Audacia y cautela
Para refinar este argumento, podríamos traer a la memoria lo que acaba de escribir quien fue hasta hace poco el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Alan Greenspan, en su libro Una edad de turbulencia . Siendo como es un schumpeteriano, Greenspan sostiene que sólo la ley de la competencia capitalista trae consigo el progreso, pero reconoce que ella genera al mismo tiempo un estrés a veces insoportable. ¿Qué ha de hacer entonces el verdadero estadista? Combinar sabiamente los rigores del progreso económico con su atenuación en situaciones límite, de modo tal que el precio que los empresarios, los profesionales y los obreros pagan por progresar no los hunda en una ansiedad insoportable.

Lo estén haciendo bien o torpemente, este difícil equilibrio es el que buscan ahora las autoridades que hoy monitorean la crisis de los mercados capitalistas. Pero hay matices que debemos tener en cuenta. Los norteamericanos son, hoy por hoy, la nación más capitalista del planeta, la que más acepta la lógica de la competencia. Por eso es de lejos la que más ha progresado. Puestos sin embargo ante una de las previsibles crisis que atraviesa necesariamente el capitalismo por su propia naturaleza, sus autoridades dejan caer a veces gigantes como Lehman Brothers porque no desean que, por complacencia con las empresas que están peor, las autoridades de los Estados Unidos les prometan que, de algún modo, finalmente las van a salvar a todas.

Desde el punto de vista de la cultura económica norteamericana, si se difundiera una actitud benevolente hacia todos los que arriesgan, hacia todos los que han apostado al llamado moral hazard , esto es, a la esperanza de que alguien, finalmente, los salvará, las empresas terminarían por caer en la idea irracional de un subsidio universal que anularía no sólo los riesgos, sino también los beneficios creativos , "schumpeterianos", de la competencia.

Hasta donde pueden, pues, los norteamericanos apuestan a la competencia. En otras culturas capitalistas como Europa y Japón, en cambio, la apuesta a la competencia se morigera por temor a sus posibles excesos. Por eso Europa y Japón, siendo más cautelosos que los Estados Unidos, no se han puesto como ellos a la cabeza de la revolución capitalista.
Entre el amor y el odio
El pensador más original en esta materia fue Carlos Marx porque si bien odiaba el capitalismo, al que deseaba destruir en nombre del socialismo, reconoció al mismo tiempo su papel revolucionario. Desde el momento en que ha revolucionado las fuerzas y las relaciones de producción, según Marx el capitalismo es una etapa necesaria para el progreso de los pueblos. Una vez que el capitalismo difundiera su enérgica visión de la economía, sin embargo, sólo entonces llegaría la hora del socialismo, su necesario sucesor. La relación de Marx con el capitalismo es, pues, una de amor-odio . Amor por el cambio necesario que va a traer. Odio porque, una vez que termine de traer lo que va a traer, será prioritario destruirlo.

Tanto el capitalismo como el socialismo son para Marx, entonces, etapas necesarias del progreso moderno. Pero la mentalidad del populismo que enarbola nuestra Presidenta no apunta a superar en algún momento esta lógica revolucionaria de la modernidad, sino a esquivarla, negándose a ella.

Por eso el verbo que más emplea el populismo, hoy, es desacoplar . No hay que incorporarse a la revolución de la modernidad para, eventualmente, superarla, como piensan, cada uno a su manera, Schumpeter y Marx. Hay que refugiarse, en cambio, lejos de su energía revolucionaria, para salvarse de ella.

El autor chileno Claudio Véliz sostiene que hay dos mentalidades económicas predominantes en el mundo actual. Según la primera, a la que llama la cultura del zorro, los empresarios compiten abiertamente entre ellos porque aman como el zorro los espacios abiertos en los cuales viven y compiten a sabiendas de que pueden sobrevenir el éxito o la quiebra.

Temerosa de los espacios abiertos, otra cultura, a la que Véliz denomina del puercoespín , protege a los empresarios desde el Estado contra todo riesgo, invitándolos a envolverse como en una bolita. De este modo, ellos quedan a salvo de los riesgos de la competencia, pero al precio de no aprovechar tampoco sus enormes posibilidades. Los zorros ganan o pierden pero, cuando ganan, no hay quien los alcance. Por evitar perder, los puercoespines nunca ganan.

En América latina, algunos países como Brasil, Chile, Perú, Uruguay y México están adoptando la cultura del zorro. Cuando el andar se les haga difícil, atravesarán momentos de zozobra. Cuando el andar se vuelva llano y expedito, en cambio, terminarán por alcanzar el nivel de los países capitalistas de avanzada. Aquellos otros países que se están acogiendo a la cultura del puercoespín, como la Argentina, Venezuela, Ecuador y Bolivia, los criticarán entonces, sin darse cuenta de que, en estos tiempos de acelerado cambio, la vanguardia se les va alejando.

 

 
Eduardo van der Kooy: "Imprudencias en un tembladeral"
Clarín, Buenos Aires

Cristina y Néstor Kirchner no parecen atender los efectos de la crisis internacional. El escenario externo cambió para la Presidenta. La necesidad de un discurso político desplaza a la realidad. La realidad es menos benigna de lo que cree el matrimonio.

Puede volver Alberto Fernández al Gobierno del cual se fue? La pregunta circuló con la forma de un rumor intenso en selectos refugios kirchneristas la misma semana en que el mundo asistió a una debacle económica y financiera que se asemejó a un cataclismo. Cristina y Néstor Kirchner siguen pensando que aquella debacle es ajena a la Argentina aunque la economía local emita señales de inconfundible sufrimiento. No todos los ministros piensan igual que el matrimonio. Pero callan para no fastidiar.

El rumor afloró incluso antes del encuentro del jueves en Olivos entre Kirchner y su ex jefe de Gabinete. No pareció aflorar sólo como un entretenimiento político. Cobró fuerza a propósito del nuevo escenario internacional que se va bocetando para los tres años de mandato que le restan a la Presidenta. El nuevo escenario demandaría alquimias políticas y esfuerzos económicos para asegurar la subsistencia y no para fantasear con ningún proyecto fa


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