Cada asiento del tren bala costará al Estado $ 25 millones
El Cronista, Buenos Aires
Por Clara Mariño, periodista
País extraño. Más enamorado de las palabras que de los hechos. Hace 30 años, durante una visita a la Argentina, el provocativo premio Nobel de literatura.
Naipaul, escribió: “No pude asistir a ningún debate verdadero, sólo había pasión y jerga política. La jerga transforma la realidad en abstracción y, cuando se impone, la gente se queda sin causas y entonces sólo existen enemigos”.
Quienes transitamos las páginas políticas de diarios europeos y norteamericanos, observamos la escasa influencia del lenguaje militar entre políticos.
No es nuestro caso. Incluso aquellos que se definen como “guardianes de la causa popular”, emplean un vocabulario casi bélico. Militamos mucho y participamos poco.
Cada 24 horas libramos una batalla o una guerra (aunque sea contra los mosquitos). Exigimos rendiciones incondicionales. Nos definimos como soldados del proyecto que venga . Advertimos que no pasarán. Es un elogio ser considerado cuadro político. El disidente es considerado traidor. Nos reunimos en bunkers y fabricamos tácticas ( y escasas soluciones). Y hasta la representante más conocida de los Derechos Humanos proclama: al enemigo, ni agua .Mientras tanto seguimos discutiendo, a cacerolazos y palos, a quien pertenece la Plaza de Mayo.
En las últimas semanas, se intensificó la ‘Operación Huevo’ en sus dos versiones.
Una real, protagonizada por chacareros enardecidos contra sus gobernadores, intendentes y legisladores.
Otra metafórica -antes exclusiva de los cantos gregorianos del fútbol- que hizo referencia a la anatomía de los diputados a la hora de votar en la Cámara ( las mujeres fueron exceptuadas). El propio Kirchner invitó a ponerlos sobre la banca. La versión apta para menores se vió en la Plaza del Congreso con una veintena de jóvenes disfrazados de simpáticos huevitos.
Ambas versiones son patéticas. Al país ‘le sobran huevos’ y le falta inteligencia.
Y, como no podía ser de otra manera, al tren francés del salto a la modernidad lo llamamos ‘bala’ en lugar de ultra-rápido.
Pero aquí el problema no es el lenguaje sino la oportunidad. Con un costo de 4.000 millones de dólares -hay quienes anticipan que al final será el doble-, el tren aumentará la deuda, al mismo tiempo que Néstor Kirchner advierte que no se podrán pagar las obligaciones externas si no hay suba de retenciones.
Si los gastos del Estado definen un proyecto político, hay dificultades para explicar la prioridad del tren bala.
Lo tienen Francia y Alemania. Pero el presupuesto francés es de 117 billones de euros y el alemán de 285 billones. El nuestro es de 170 mil millones de pesos.
Lo tiene España. Pero los fondos que que el Estado español asigna a investigación y desarrollo alcanzan a 11.815 millones de euros, lo cual le permitió crear 200.000 puestos de trabajo en 4 años.
Comparemos. Los 12.000 millones de pesos del tren están por encima de varios presupuestos del 2008.
n Educación: 10.442 millones.
n Salud: 3.539 millones.
n Defensa: 8.224 millones.
n Desarrollo Social: 7.510 millones.
La construcción del tren, que recorrerá 1000 kms de vías exclusivas a 320 kilómetros, unirá Buenos Aires-Rosario-Córdoba. Un pasaje no podría costar menos de 400 pesos.
En un país donde el sistema ferroviario se caracteriza por su obsolescencia, su incapacidad para transportar carga y el maltrato a los pasajeros, el ‘bala’ suena a extravagancia de nuevo rico.
Con 3.100 millones de dólares, se podrían reconstruir 18.000 kms de vías, comprar 300 locomotoras, 900 coches de pasajeros y 15.000 camiones de carga. Y se volverían a conectarse pueblos y ciudades del interior, aislados tras una privatización mal pensada y ejecutada.
Según un estudio técnico,para moverse de Buenos Aires a Rosario el tren consumirá la misma energía que utiliza Bahía Blanca en un día. Cada asiento le costará al Estado 25 millones y medio de pesos.
Lujo casi transiberiano. En la película ‘Falling in love’, Meryl Streep y Roberto De Niro se enamoran y encuentran, mientras viajan a sus trabajos, gracias a la precisión horaria y confort del sistema ferroviario de los Estados Unidos.
En ese país no hay tren bala.
Nadie es perfecto.
