Recientes foros, como la PDAC, de Toronto y el CRU, de Santiago de Chile, han destacado este devenir en un puñado de indicadores notables. Como el repunte de la actividad exploratoria en la región y, un paso más adelante, el menú de inversiones contenido en budgets de la minería mundial, que para Chile y Perú, solamente, significarán unos US$ 40.000 millones en el próximo quinquenio. Los dos vecinos compiten, en atractivos y en el discurso de sus gobernantes y empresarios, por atraer capitales. Mientras el ministro de Minería chileno, Santiago González, promete colocar a su país en la cúspide de la exploración mundial, su par peruano, Juan Valdivia vaticina con arrebatarle a la minería chilena el liderazgo en la producción mundial de cobre. Con tasas de riesgo país bajas, el primero con el preciado investment grade, al igual que Brasil, y acuerdos TLC con diversos socios, los dos se presentan al mundo con sus debilidades y fortalezas. A Chile le falta agua y energía, a Perú le sobra pobreza, por citar debes y haberes.
A este lado de los Andes, la minería continúa siendo un “fenómeno incipiente”. Repleta de minerales, la Argentina ha madurado, en especial por el último boom exploratorio, un portafolio de recursos que, por ahora, no logra traducir en un proceso constructivo de minas de gran escala. La minería argentina sextuplicó sus exportaciones en el último lustro, pero el volumen de su comercio exterior mineral es hoy 15 veces menor que el de Chile, 10 que el de Perú, siete que el de Brasil.
El gobierno gusta de mostrar el record de 600.000 metros perforados y “los 370 proyectos, en todo concepto” (Jorge Mayoral, en la reciente Expomin), pero en contraste preocupa la mora o la relegación de Pascua Lama, Pachón, Agua Rica o Potasio Río Colorado, en unos casos por decisiones empresarias, en otros por trabas burocráticas o políticas. Esta pérdida de impulso, no sólo debe atribuirse a la cuestión estrictamente sectorial y doméstica. La incertidumbre financiera mundial reduce la disponibilidad de capitales de riesgo. Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Standard & Poor´s, PriceWaterhouse, entre otros, han advertido los peligros de que se resienta el flujo inversor hacia los países emergentes, entre ellos la Argentina, que no termina de consolidar un clima de negocios en particular para actividades de largo aliento como la industria minera.
“Los proyectos están, interesan, estos recursos hacen y harán falta en el mundo. Si no es ahora en un par de años se notará el interés”, coinciden con el gobierno las exploradoras que han sentado sus reales en los catastros mineros provinciales. La incógnita es saber cómo evolucionarán en el corto y mediano plazo los mercados y en las bolsas mundiales para que la persistencia del atractivo tenga su respaldo.
El desafío argentino es convertir su menú de oportunidades en cristalización de nuevas minas. Y desde luego, no desperdiciar los proyectos que hoy se acercan a la factibilidad.
El camino hacia constituirnos en un país minero, en el cual el sector tenga un peso específico en el PBI, no es sencillo. Se debe remontar la falta de capitales domésticos propensos a solventar proyectos mineros y el conocido déficit energético y de infraestructura.
En la competencia con nuestros vecinos y otros países del globo, tal vez sea el momento de repensar y relanzar el modelo de apertura lanzado en los ’90, que nos permitió llegar hasta aquí. Para ello, es menester ordenar la casa y terminar con las confusiones e improvisaciones que hacen dudar al inversor. Hoy se escucha demasiado ruido en torno a retenciones, regalías, fideicomisos, participación de los Estados provinciales en el negocio minero, etc. Por no mencionar la incomprensible interdicción que persiste en media docena de provincias.
Así como el PASMA promovió el ordenamiento del catastro minero, el sector privado y las autoridades podrían consensuar un nuevo rumbo que fomente la actividad. Y que derive en un marketing, marcadamente proactivo, de la geología argentina en los mercados mundiales, para traducir tanta exploración en construcción y operación de minas. En producción de riquezas, constante y sonante.