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Debate
(Editorial) BASTA CRISTINA, BASTA NESTOR
22/06/2008
Mining Press

Para la agencia oficial Télam, el sonoro y espontáneo cacerolazo que se inició a las 20 de ayer, sencillamente no existió. En tanto, los medios nacionales no gubernamentales desplegaron cámaras y micrófonos en las calles de Buenos Aires, pero no alcanzaron a reflejar una demostración que recorrió la Argentina, motorizada por celulares y mails, bajo una escueta consigna: “Basta Cristina”.

Ni los más optimistas dirigentes agrarios habrán soñado jamás semejante consenso, aunque muchos de los que protestan no salieron a la calle por las resistidas retenciones al campo. “La sociedad está poniendo un límite al ejercicio el poder”, analizaba ayer el encuestador Jorge Giacobbe, al comentar la inquietante caída en la imagen de la pareja presidencial.

En la convocatoria a las ollas de la víspera no hay que restarle mérito a Luis D’Elía y su curiosa teoría de la conspiración. Piedra libre para Eduardo Alberto Duhalde, dijo, mientras convocaba a peronistas y afines a llenar la plaza mañana miércoles para detener un supuesto golpe de Estado contra CFK.

Es curioso: cuando comenzó el litigio con el campo, a nadie se le pasaba por la cabeza, ni remotamente, destronar a una flamante mandataria electa en primera vuelta, por méritos propios y por lo que representaba como continuidad del modelo que inspiró su marido. Hoy, en el día ¡98! de un conflicto absurdo y que le está costando impensados perjuicios a la Argentina, el temor a un “putsch” contra el poder sólo se explica y retroalimenta por el patético aislamiento en que han quedado los Kirchner y los Fernández.

Algo no ha funcionado, al parecer, en la estrategia de “guerra popular y prolongada” del gobierno en la disputa agropecuaria, por lo menos en términos de aceptación en los medios y en la opinión pública. Ni los argumentos de justicia distributiva, ni la promesa de hospitales, ni la descalificación ideológica de sus antagonistas han servido para llevar simpatías a la ya célebre Resolución 125/2008.

Por el contrario, cada hecho nuevo desmorona más el apoyo de los ciudadanos independientes. Así, este fin de semana largo y complicado se tornó en un calvario para el elenco gubernamental: la detención de Alfredo De Angeli, la aparición de Nestor Kirchner en Plaza de Mayo, la exposición de los “patovicas” de Guillermo Moreno, la sospechosa quema de campos, la caída del movimiento turístico, el humo en Buenos Aires, las amenazas de D’ Elía, no hicieron otra cosa que alejar aún más a “la gente”, como la suelen llamar los políticos, de las aguas kirchneristas.

El dirigente piquetero, en su gustoso papel de bestia negra del oficialismo, advirtió ayer que esto se parece cada vez más a la Venezuela de 2003. El sabrá por qué lo dice, pero ciertos episodios de anoche evocan a la Argentina de finales de 2001. Miles de argentinos en las calles, centenares de personas cantando el himno frente a la casa de un gobernador, otros cientos acorralando en otra provincia a un diputado para que se defina frente al conflicto, muchísimos más bramando con los peores epítetos contra intendentes y dirigentes locales de diversas localidades del país.

¿Volvió el “Que se vayan todos”?. No parece. Pero hoy son muchos los argentinos que se resisten a una forma de hacer y de hablar desde el poder.

Aunque se niegue a aceptarlo, el gobierno ya ha perdido, en la calle, la batalla de las retenciones móviles para el agro. Hay que rogar porque no pierda también la batalla del sentido común, de la cordura. Si finalmente realizan su irresponsable concentración de mañana, Nestor Kirchner y sus seguidores pueden elegir entre llevar el balde de nafta o la mano tendida.

Otro ex-presidente, hoy devenido en el malo de la película, nos dijo en medio de una crisis que “los argentinos estamos condenados al éxito”. Nunca supimos si se trataba de una broma o de una expresión de deseos.

Pero nadie tiene derecho, hoy y aquí, a condenarnos al fracaso.


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