Lanza el gobierno un nuevo plan energético: ¿se llamará Halcón?
Ámbito Financiero, Buenos Aires
En los próximos 15 días, o según algunos, después de la nueva cumbre entre Cristina de Kirchner, Evo Morales y Lula da Silva, el gobierno anunciará un proyecto con múltiples medidas para aliviar las preocupaciones por falta de energía. Lo llaman «Halcón»; no se sabe si finalmente se presentará con ese nombre, ni tampoco a qué obedece tan extraña denominación.
Por lo menos hasta la semana pasada, el nuevo plan energético era motivo de una feroz interna en el gobierno, a tal punto que se afirma que la permanencia o no del secretario de Energía, Daniel Cameron, en el gabinete dependería de las medidas que finalmente se resuelvan.
En términos simplificados, hay dos escenarios planteados. Uno consiste en aplicar un serio programa de ahorro de energía que incluirá castigos a industrias y particulares por no disminuir el consumo, fuerte restricción a la iluminación pública y a los edificios de la administración en todos sus niveles, reprogramación de horarios industriales y administrativos de empresas, limitación por dos o tres meses del GNC para autos (salvo taxis). El otro escenario que parece llevar la delantera -impulsado por Guillermo Moreno, Roberto Baratta y Luis Beuret- es similar a lo que hasta ahora se hace, pero profundizado, sobre todo en lo que se refiere a la presión sobre las empresas energéticas. Entre las iniciativas se menciona un nuevo régimen con Chile aumentando el precio de suministro de gas, la ejecución de nuevas obras (podría ser la hasta ahora nunca pensada ampliación del gasoducto que trae el gas de Tierra del Fuego) y también la puesta en marcha de otros proyectos. En este esquema, la industria volvería a ser la única perjudicada por los cortes de gas y electricidad que ya son inevitables.
En ambos planteos se habla de una modificación del cuadro tarifario, que desaliente el fuerte aumento del consumo domiciliario. Se convocará a todos los empresarios del sector. Llega a un punto final -tal vez- la absurda situación por la cual los ciudadanos con mejor poder económico pagan precios irrisorios frente a los humildes compradores de garrafas o el raro convenio de pagarle 7 dólares a Bolivia para vendérselo a 2 a Chile.