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Argentina
"PARA ARGENTINA ES VITAL CONSTRUIR LAS GRANDES USINAS HIDROELÉCTRICAS"
05/02/2008

Para Argentina es vital construir las grandes usinas hidroeléctricas

La Arena, La Pampa
CARLOS ANDRES ORTIZ*
En los países desarrollados, en las potencias emergentes y en aquellos que caminan decididamente hacia el desarrollo socio económico, el sector energético es objeto de una muy cuidadosa planificación a muy largo plazo, abarcando períodos oscilan entre las dos y las cinco décadas. En esos países todo el sector energético es considerado de primerísima prioridad estratégica, pues definiendo en pocas palabras "con energía se mueve el mundo".

En Argentina, donde estuvimos al borde del caos y de la disolución en aquellos terribles días de 2001/2002, apenas estamos perforando parte de la densa telaraña de normativas, leyes, decretos, "influencias", falsos dogmas económicos, y toda la densa red de poderosos intereses que lucran en base a la miseria de la población y la destrucción del propio Estado nacional.

Desde 1976 llevamos más de tres décadas en la que vimos caer o degradarse las más importantes instituciones que fueron forjándose con mucho esfuerzo a lo largo de buena parte de la existencia de nuestra Nación. Nos impusieron como dogmas indiscutibles pensamientos intrínsecamente perversos conducentes a destruir nuestra unidad como Estado nacional para dar paso a la más salvaje y descarnada globalización.

La instrucción pública es sin duda uno de los sectores más afectados, y es clave reconstituirlo para pasar del actual crecimiento a un firme proceso de desarrollo. De la mano de esa degradación de la instrucción pública, vino la destrucción sistemática de la cultura del trabajo, del mérito y la tergiversación de valores, que afectó profundamente a toda nuestra sociedad.

Destrucción masiva.
En ese aquelarre socio-político y económico, se destruyeron casi todos los entes de planificación energética, imponiéndose el falaz pensamiento de que "el mercado todo lo soluciona". El mercado como concepto de la economía clásica, es un sofisma, una entelequia, una idea tan falsa como "la libre competencia", "el libre comercio" y otras ideas asociadas.

Por ello no debería decidir en el caso energético, caracterizado por ser de capital intensivo, de alta tecnología de muy rápida evolución y en el cual las fuertes inversiones necesarias tienen características de "capitales hundidos" que no pueden reasignarse ni reubicarse en otras ramas de la actividad económica.

En el sector energético operan grandes oligopolios y grandes oligopsonios (grandes y pocos grupos económico-financieros vendedores y compradores), y en determinados casos fuertes monopolios y fuertes monopsonios; en todos los casos esos grandes grupos empresarios pueden ser estatales, privados o mixtos. Sólo está atomizado parte del sector de los consumidores finales de la energía.

Los grandes grupos empresarios se adueñaron de todo el sector energético mediante los procesos de privatizaciones (eufemismo que en realidad significó en casi todos los casos vergonzosos procesos de extranjerización) del patrimonio y las cruciales decisiones que antes pertenecían y eran manejados por el Estado argentino. Y a esos grupos empresarios (algunos de ellos estatales extranjeros), que desde entonces manejan de hecho el sector energético argentino obviamente no les interesan los objetivos y las necesidades estratégicas argentinas. Su primordial objetivo es maximizar sus utilidades, objetivo que les resultó muy fácil ante la blandura o inexistencia de los más elementales contralores.

Agotamiento de reservas
La política de "hacer caja" de nuestras reservas de petróleo y gas (también llamada de "ordeñe" de los yacimientos), llevó a su prematuro agotamiento y a una drástica disminución en las inversiones genuinas en tareas de exploración, por lo que las reservas tampoco se reconstituyeron. Hoy estamos a un paso de ser totalmente dependientes del petróleo y el gas extranjeros, excepto que se adopten drásticas medidas de reestatizaciones de YPF y Gas Del Estado, y paralelamente fuertes inversiones en exploración para localizar nuevos yacimientos importantes de hidrocarburos.

A la vez, por décadas se paralizaron las inversiones en las redes de transmisión de electricidad, mientras que durante más de seis años no se construyó ninguna central eléctrica nueva. Ya antes, desde el alfonsinismo, se habían paralizado los planes de construcción de centrales hidroeléctricas y nucleares, política que se agudizó durante el menemismo y el delarruismo; y que recién comenzó a modificarse en el año 2006.

A partir de la denominada "reforma del Estado", consumada en los primeros años del menemismo, el gas pasó a tener una preeminencia absoluta dentro de la matriz energética global argentina; todo ello bajo la falsa premisa de ser un país gasífero, cuando en realidad éramos apenas un país con gas. Para agravar el cuadro de situación, durante los años '90 se construyeron diez gasoductos para exportación; mientras se nos niega (aún hoy) sistemáticamente el acceso a la red de gasoductos a los "argentinos kelpers" (casi la mitad de la población argentina, y hoy siendo un tema estratégico y de prioridad geopolítica se nos imponen "razones financieras" para seguir excluyéndonos del gas natural a misioneros y correntinos).

Al filo de la navaja.
Por esa sumatoria de hechos negativos, se desembocó en la actual profunda crisis energética -la mayor de nuestra historia-, acerca de la cual muy pocos alertamos con varios años de anticipación (salvo error u omisión, quien suscribe fue el primero en decir en 2002-2003 con todas las letras que una severa crisis eléctrica comenzaría en 2006, y se agravaría de no adoptarse fuertes políticas correctivas).

Hoy la matriz energética argentina depende poco más del 90% del gas natural y del petróleo, en ese orden. ¡Ni los países fuertemente petroleros, como Venezuela, llegan a tal grado de dependencia hidrocarburífera!

Por su parte, la matriz eléctrica argentina depende casi el 60% de la generación termoeléctrica (gas natural y petróleo), casi el 35% es provisto por la hidroelectricidad y cerca del 7% por la energía nuclear.

Descartando como falsas "soluciones totales" a las energías solar, eólica y otras supuestamente "nuevas y no contaminantes", y a la peregrina idea de reemplazar las megacentrales con energía proveniente de los residuos de la madera; pues es bien sabido que tienen grandes limitaciones técnicas, altos costos por kw/h, costos ambientales ocultos, y difícilmente puedan cubrir más del 5% de nuestras necesidades; en la realidad -y tal como sucede en todo el mundo- las tres alternativas de generación eléctrica en gran escala son la termoelectricidad, la hidroelectricidad y la núcleoelectricidad.

Hoy estamos operando "al filo de la navaja", sin potencia de reserva, y con la demanda creciendo ininterrumpidamente a tasas importantes. El aporte adicional que brindará el renovado plan nuclear es importante, pero no alcanza para suplir tan grandes necesidades.

Oponerse al desarrollo
Toda demora en la construcción de las mega centrales hidroeléctricas, implica la necesidad de instalar más usinas termoeléctricas (como las que "de apuro" se están instalando). Esas usinas térmicas son altamente contaminantes, de altos costos por kw/h, y queman gas o petróleo que nos escasea. Los aportes de las usinas hidroeléctricas medianas son valiosos, pero marcadamente insuficientes. Y las microcentrales -diseñadas para pequeños consumos aislados-, directamente "no mueven la aguja" dentro del gravísimo panorama eléctrico someramente descripto.

Unos años atrás expresé que oponerse a las represas es oponerse al desarrollo. Hoy quienes se oponen o dilatan estas usinas imperiosamente necesarias, pasarán a ser corresponsables directos de la profundización de la severísima crisis energética argentina. (Argenpress).

*Contador público. Ex docente e investigador de la UNAM. Especialista en gestión de producción y ambiente.


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