Valija, acuerdo y fiscales
Clarín, Buenos Aires
Por: Ricardo Kirschbaum
El encuentro del embajador Wayne con la Presidenta fue la frutilla del postre. El trabajo previo había sido hecho y los pasos que condujeron a una "normalización" de las relaciones con Washington, luego del estallido del escándalo de la valija, fueron anudándose de una manera que el caso Antonini Wilson termina dirigido contra el objetivo principal en la región de la diplomacia estadounidense: el gobierno de Hugo Chávez.
Los gestos fueron una promesa del consentimiento del gobierno de Bush para que Héctor Timerman ocupe como inquilino la residencia cercana al Dupont Circle, sede de la embajada argentina en Washington, y un permiso para que Wayne salga del corralito y pueda entrevistarse con funcionarios del Gobierno argentino. La penitencia había sido impuesta como represalia a lo que el kirchnerismo consideraba como una operación para afectar a Cristina Kirchner.
Queda claro, ahora más que nunca, que una operación fue montada sobre hechos que habrían sido habituales y que fueron usados para golpear con una carambola a tres bandas: Chávez, la relación argentino-venezolana y Cristina.
Un agente de inteligencia venezolana se declaró culpable en Miami, abriéndose así a cooperar con el FBI, Antonini fue excluído del caso por el fiscal, y ahora se dice que los 800 mil dólares eran de un "amigo" del valijero.
Lilita Carrió debe estar ahora arrepentida por haber criticado al gobierno de intentar evitar la actuación de la Justicia independiente de EE.UU. Ayer mandó una carta acusando a la Casa Blanca y a la Casa Rosada de "esconder" evidencias.
Los fiscales de EE.UU., como es evidente, también son sensibles al poder político