LOS PUNTOS DE CONTACTO ENTRE LOS ’80 Y EL 2007
Análisis de El Cronista
La crisis energética, tantas veces negada por el Gobierno y que ya está instalada en la sociedad, tiene un capítulo anterior en los años 1988–1989, con causas distintas pero con consecuencias y matices similares.
La crisis de suministro de energía eléctrica de los ’80, por su repercusión y magnitud sobre la sociedad, es hasta ahora la más severa de la historia argentina. Cortes rotativos por casi dos años que afectaron la producción, el humor de la población y se constituyeron en un golpe mortal para el gobierno de Raúl Alfonsín.
Ante la crisis actual las comparaciones son inevitables. La primera diferencia que marcan los expertos es que mientras la crisis de los ’80 fue más coyuntural, la presente tiene raíces más estructurales.
Los cortes rotativos que en los ’80 afectaron al consumo residencial, esta vez se aplicaron sobre la industria. Ahora, a diferencia de aquella crisis, también se extendió a la provisión de gas.
Si bien la crisis del 88/89 se inició por una fuerte sequía y la falta de mantenimiento en los equipos de generación termoeléctrica, sucedió lo mismo que ahora: la demanda superó la potencia disponible.
En 1987, se vació el embalse de la central hidroeléctrica El Chocón para repararla y una vez terminada las obras siguió un período importante de sequía. Esto, a su vez, dejó en evidencia la falta de oferta de generación térmica –alrededor del 40% parque no estaba disponible– por el mal estado de los equipos, por aquella en manos de la estatal Segba.
En coincidencia con el fenómeno presente: se acusó a la falta de inversión por el congelamiento tarifario, que se mantenía a rajatabla por los temores inflacionarios.
La situación empeoró cuando en agosto de 1988 salió de servicio la central nuclear Atucha por una falla en un canal de refrigeración, restándole al sistema 350 megavatios. La misma usina está fuera de servicio desde el sábado. En los ’80, Atucha tardó 17 meses en volver al servicio.
Con tozudez, se negó cualquier tipo de crisis energética. El gobierno de Alfonsín se cuidó hasta lo insostenible de no usar la palabra crisis, al igual que la administración Kirchner.
Hacia fines de 1988, vino lo peor. Al agotarse prácticamente el agua de los embalses se debieron realizar fuertes restricciones al consumo de electricidad.
En la memoria de muchos argentinos quedaron los cortes que dieron de Buenos Aires esa imagen de ciudad en estado de guerra hasta con la programación de los canales de televisión arrancando a las tres de la tarde. Las restricciones siguieron durante gran parte de 1989 para paliar el déficit. Recién a partir de 1990 comenzó a cambiar el panorama con la vuelta al servicio de Atucha y las mayores lluvias en la zona del Comahue que permitió alcanzar el mínimo de generación de las centrales hidroeléctricas.
La diferencia importante con el momento que se está viviendo es que ahora se sumó en paralelo la falta gas. Un aspecto en común es que en ambos casos, antes de las crisis se venía de un período de exceso de generación eléctrica. Entre 1982 y 1985 se incorporaron la central nuclear Embalse y la central hidroeléctrica Alicurá. Desde 1992 hasta marzo de 2002, se invirtieron u$s 2.855 millones para sumar 6.528 megavatios al sistema nacional, según la Asociación de Generadores de Energía Eléctrica. Recién el año próximo se espera la puesta en marcha de la primera fase de las dos centrales térmicas en Campana y Rosario.
Un ejecutivo que pasó por distintos cargos energéticos por aquellos años marca otra diferencia: "En los 80 fue un problema de gestión y falta de inversión en mantenimiento. Los cortes eran durante gran parte del día. Ahora es un problema de crecimiento y consumo desmedido que hace eclosión durante el horario pico, más la falta de inversión", describió