UN FRÍO PREVISIBLE, PERO QUE AQUÍ METE MIEDO
Clarín
En invierno hace frío. En verano, calor. A veces —no siempre— las bajas temperaturas (o las altas) se "adelantan" o se "atrasan". Esto suele ocurrir en otoño, como es el caso, o en primavera.
Todo esto no constituye novedad alguna, lo mismo que las oscilaciones climáticas últimamente resultan más pronunciadas por el cambio, justamente, climático global.
Tampoco es una primicia que, tras la tan proclamada recuperación económica, el consumo en la
Argentina ha aumentado y también, claro, el de energía.
Sin embargo, que la temperatura en la ciudad haya llegado en mayo a un mínimo de 1,1 grado, constituyó la principal noticia del lunes. Hubo cortes de gas y de luz, escaseó el GNC, se agudizó la falta de gasoil y hasta faltó nafta súper en algunas estaciones de servicio.
No obstante las evidencias,
Christian Folgar, subsecretario de Combustibles, aseguró: "La oferta de gas respondió bien a la demanda y la oferta de electricidad superó un récord. Estamos tranquilos."
Ayer la mínima fue de 1.3 grado. Un sindicato denunció que en cien escuelas de la provincia de
Buenos Aires no hay ningún tipo de calefacción. Las autoridades reconocieron que esto pasa en 67. Y la ministra de Educación bonaerense,
Adriana Puiggrós, celebró, confusamente: "Que haya una sola aula sin gas sería una preocupación, pero que si sobre 19.000 escuelas que hay en la Provincia son sólo cien (las no calefaccionadas), ¡qué suerte que son cien!". Una suerte bárbara.
Mientras eso sucede en on, en off los gobiernos y los proveedores de energía se pasan facturas de todos los colores por la falta de inversión y previsión.
Porque la pregunta del pánico: si esto ocurre por algo absolutamente previsible, con un frío dentro de los parámetros habituales en la ciudad, ¿qué pasaría si se desencadena un fenómeno excepcional, como serían apenas 6 grados menos? ¿Una catástrofe? No, si retranquis nos quedamos.