SÓLO CAMBIA EL REPARTO DE PODER

Julio de Vido jamás tuvo una sonrisa de afiche. Pero ayer su cara era una postal de la angustia, cuando lo enviaron a asistir en silencio a la conferencia de prensa en la que el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, anunció la intervención del Enargas por el escándalo de las coimas.

Tal vez ese mensaje gestual del ministro que maneja la obra pública refleje la única consecuencia concreta de la decisión del presidente Néstor Kirchner: una derrota íntima para De Vido y una señal de confianza para su rival en la cúpula del poder, Fernández, jefe directo del designado interventor Juan Carlos Pezoa.

Si alguien esperara con esta medida un cambio impactante en el control de las obras públicas le convendría estar preparado para una desilusión.

Para llegar al despacho principal del ente que controla el mercado del gas, Pezoa cumple con requisitos equiparables a los que presentaba al asumir Fulvio Madaro, su antecesor caído en desgracia por el caso Skanska: nunca trabajó en la materia. Pezoa es un técnico experto en finanzas públicas, con gran cintura política. Hizo carrera en los 90 al lado de Domingo Cavallo. En el equipo del ahora demonizado ex ministro conoció a Alberto Fernández, con quien siguió unido en la campaña de Eduardo Duhalde en 1999. Desde 2003 es vicejefe de Gabinete.

Su gestión durará seis meses. Con él, más allá de la amargura para De Vido, Kirchner se asegura la retención, en lo que le queda de mandato, del manejo estricto de una de las oficinas comprometidas en los supuestos pagos de coimas en la ampliación de gasoductos.

El decreto de intervención describe con términos bonitos (y un neologismo) la misión de Pezoa: "Garantizar la más absoluta cristalinidad [en el manejo del Enargas para que] estén tranquilos [tanto el Gobierno como los argentinos]". Lo que no explicó ni el decreto ni Fernández (tampoco, claro, un silencioso De Vido) fue por qué habría de estar más tranquila la gente cuando la designación recayó en otro hombre del oficialismo y sin experiencia en el mercado del gas.

La oposición explotó. "¿No estarían más tranquilos los argentinos si se acatara la ley?", se preguntaron, indignados, unos legisladores de ARI y de la UCR. La ley 24.076 y su reglamentación determinan que el Enargas debe ser administrado por "un directorio de cinco miembros con antecedentes técnicos y profesionales en la materia", designados por el Ejecutivo de entre personas preseleccionadas por concurso.

La designación de Madaro en 2003 había sido una intervención de hecho. En los días finales de la gestión Duhalde se llamó a un concurso público; había más de 120 postulantes cuando Kirchner decidió nombrar al santacruceño que ahora enfrenta una citación como acusado de cobrar coimas.

Al intervenir, por lo menos hasta pasadas las elecciones, no habrá ningún independiente en el organismo de control. Es una situación que se repite desde hace años en al menos otra media docena de entes reguladores.

Las lealtades de Pezoa en el kirchnerismo son otras que las de Madaro, pero ni dentro del Gobierno se cree siquiera verosímil que Kirchner haya encomendado a Pezoa desnudar supuestas falencias en la obra pública.

¿De Vido corre peligro? "Tiene el respaldo del Presidente; no está ni mencionado en un caso judicial", fue la respuesta de un funcionario de diálogo diario con Kirchner.

El cambio de ayer integró la lista de medidas urgentes para exhibir un compromiso anticorrupción tras los secretos revelados de Skanska.

La siguiente decisión sorprendió más: tras el decreto, Kirchner dio una entrevista periodística. Habló con una radio para prometer que "no habrá encubrimiento". Un cambio sutil en el discurso oficial, en el que ya no se nombra a las coimas sólo como una "mentira infame".