EL COSTO DE LIMITAR EL CALENTAMIENTO PLANETARIO SERÁ ALTÍSIMO E IMPOPULAR
Robert Samuelson (Los Angeles Times)
Políticos y empresarios se apuran a decir que "hay que hacer algo" contra el calentamiento. Pero esa retórica no debe engañarnos, sostiene el columnista.
Es comprensible que usted crea que pronto se hará algo serio respecto del calentamiento planetario. Este mes, el Panel Intergubernamental sobre el
Cambio Climático (IPCC), un grupo internacional de científicos, llegó a la conclusión de que, con un 90% de probabilidad, la actividad humana esté calentando la Tierra. En
Washington, días antes, los congresales demócratas dieron prioridad a la legislación sobre calentamiento global. Y diez grandes empresas estadounidenses (entre ellas
General Electric y
DuPont) piden una regulación federal. Todo indicaría que se avecinan grandes avances.
No se engañe. El calentamiento planetario esconde este terrible secreto: no tenemos ninguna solución. Casi el 80% de la energía mundial viene de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas), que constituyen la principal fuente de gases de efecto invernadero producidos por el hombre. El uso de la energía sostiene el crecimiento económico, que, a su vez, en las sociedades modernas, sostiene la estabilidad social y política. Hasta que podamos reemplazar a esos combustibles fósiles o encontrar modos prácticos de capturar sus emisiones, los gobiernos no sancionarán los fuertes recortes del uso de la energía que verdaderamente modificarían el calentamiento.
Teniendo en cuenta esta realidad, usted debería tomar todos esos llamados piadosos a "hacer algo" con escepticismo, incredulidad o desdén. Esos pronunciamientos son (elija usted el calificativo): ingenuos, egocéntricos, erróneos, estúpidos o deshonestos. Los políticos, más que nada, quieren que usted piense que están reduciendo el calentamiento global. Las empresas quieren mejorar su imagen y explotar los mercados creados por las nuevas regulaciones ambientales.
Cualquiera que honestamente examine las tendencias mundiales llegará a estas terribles conclusiones. En 2004, la emisión mundial de dióxido de carbono (CO2, el principal gas de efecto invernadero) totalizó 26.000 millones de toneladas. Las emisiones de CO2 alcanzarán las 40.000 toneladas para 2030, proyecta la Agencia Internacional de Energía. Se estima que tres cuartas partes del aumento provendrán de países en desarrollo, dos quintos sólo de China. La AIE calcula que, para 2009, China superará a EE.UU. como principal fuente de CO2.
Los países pobres no sacrificarán el crecimiento económico para aplacar los temores del mundo rico por el calentamiento. ¿Por qué lo harían? Sus emisiones de dióxido de carbono per cápita representan apenas un quinto de las de los países industrializados. En «áfrica, menos del 40% de la población tiene electricidad.
Escenario alternativo
Tampoco un uso mayor de las tecnologías de hoy nos salvará. La AIE analizó un "escenario alternativo" que simulaba el efecto de 1.400 medidas para reducir el uso de combustibles fósiles. Asumió que el ahorro de combustible de los nuevos vehículos en EE.UU. aumentaría un 30% para el 2030. Y que las fuentes renovables (energía solar, eólica, hídrica, biomasa) cuadruplicarían su participación en el mundo (hasta un 8%). Resultado: para 2030, las emisiones anuales de dióxido de carbono subirían 31% y no 55%.
Desde 1850, las temperaturas del planeta aumentaron casi 1 grado. El nivel del mar subió alrededor de 18 centímetros, aunque la relación con el calentamiento global no es clara. Hasta ahora, el calentamiento global ha sido un cambio, no una calamidad. El IPCC pronostica rangos amplios para el próximo siglo: aumentos de temperatura de entre 1,1 y 6,4 grados; subas del nivel del mar de entre 18 y 60 centímetros. La gente podría adaptarse, o podría haber perturbaciones costosas (por ejemplo, inundaciones frecuentes de ciudades costeras como producto del derretimiento de las capas de hielo polares).
No digo que no debamos hacer nada, pero no debemos engañarnos. En EE.UU., el remedio elegido es el sistema de derechos de emisión de CO2, conocido como "cap and trade". Pura retórica.
Las empresas reciben o compran cupos ("caps") para emitir dióxido de carbono. Para exceder los límites, adquieren los cupos no utilizados de otra compañía ("trade"). Qué simple. Basta con ordenar a las empresas que recorten sus emisiones. Las empresas absorben todos los costos.
Pero en la práctica, ningún programa creíble de "cap and trade" es capaz de disminuir el calentamiento en forma significativa. Los cupos tendrían que ser tan bajos que paralizarían la economía. O bien el costo de los escasos cupos sería altísimo y se trasladaría a los consumidores a través de una gran suba de precios de la energía.
El programa representaría una carga regulatoria con poco beneficio.Una bonanza para los lobistas, abogados y asesores, porque las industrias y ciudades asediarían a Washington en busca de excepciones y trato especial. Una invitación al tráfico de influencias y los ilícitos.
Lo que realmente necesitamos es un programa más urgente de investigación y desarrollo que se centre en la energía nuclear, las baterías eléctricas, los combustibles alternativos y la captura del dióxido de carbono. Naturalmente, nada garantiza que las tecnologías den resultado.
Mientras tanto, podríamos aplacar nuestra sed de energía. Abogo por un impuesto alto al petróleo para que los estadounidenses compren vehículos menos consumidores. El objetivo principal sería limitar la importación de petróleo, pero también controlar las emisiones de CO2. Y también haríamos bien en trasladar parte de la carga impositiva de los sueldos y las ganancias a la energía y el carbono. Así, favoreceríamos el uso de procesos in dustriales, artefactos y bombitas de luz que ahorrasen energía.
Es un debate que debe plantearse pero que probablemente nadie quiera plantear. Cualquier respuesta realista sería costosa, incierta y, sin duda, nada popular.