UN PROYECTO PARA LIDERAR LA PRODUCCIÓN DE PROTEÍNAS ANIMALES Y BIOENERGÍA
Daniel Montamat
El Mercosur tiene la oportunidad de recuperar la brújula amalgamando sus intereses en torno a la construcción de una industria de gran escala que produzca biodiesel. La demanda europea permite contratos de largo plazo
El laberinto obliga a buscar una salida y la coyuntura internacional nos muestra el camino
El Mercosur está en crisis; pero crisis es oportunidad. Para relanzar esta unión aduanera imperfecta y avanzar en la conformación de un mercado común regional es imprescindible la formulación de una estrategia que opere de guía del proyecto conjunto, y sea una señal a los otros bloques económicos que interactúan en el mundo. El Mercosur debe convertirse en la plataforma regional de referencia mundial del procesamiento y transformación de la proteína vegetal en proteína animal y biocombustibles. Sobre estos fundamentos comunes habrá que ajustar los planes de cada país miembro, acordar políticas que relancen el bloque, y concretar proyectos de complementación intra-industrial.
El presente regional está plagado de complicaciones. Argentina tiene problemas con Chile por los cortes de gas, y con Uruguay por la localización de las ‘papeleras’. La nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia presagia nuevos capítulos de disputa interna y con los compradores regionales, mientras la diplomacia de ‘gas por mar’ con Chile está lejos de permitir superar antiguos conflictos. Paraguay reclama otros precios para la hidroelectricidad que exporta, y comparte con Uruguay el reclamo de trato discriminatorio contra los socios mayores. El rol de Venezuela en el bloque, Chávez mediante, suma dimensión pero agrega incertidumbres. Como conjunto, la partitura de un mercado común del Sur suena cada vez más desafinada a los oídos de los interlocutores externos.
El laberinto obliga a buscar una salida, y la coyuntura internacional empieza a mostrarnos el camino. Mientras los desencuentros regionales se multiplican, los países de la región, sin acordar estrategias conjuntas, y casi basados en sus ventajas comparadas naturales, se están transformando en los principales exportadores de las proteínas vegetales y animales que consume el mundo. Como la circunstancia energética ahora determina que a la demanda agropecuaria para alimentación se le sume la demanda para producir biocombustibles, los países de la región también son valorados como potenciales proveedores de bioenergía en un mundo que por razones geológicas, geopolíticas y ambientales está compelido a diversificar sus fuentes de energía primaria. Si nos acomodamos a los términos de intercambio de hoy sin aprovechar el perfil de la nueva división del trabajo que se insinúa en el mundo, exportaremos materia prima para que otros la transformen en proteína animal y energía combustible. Podemos apostar a que los precios de las materias primas nos seguirán favoreciendo por mucho tiempo, pero no podemos renunciar a un planteo estratégico regional que permita agregar valor a la base de energía alimentaria y combustible que se va consolidando. Nuestros principales compradores de materia prima (Europa, China, India, Rusia y el Sudeste Asiático) explicitan su planteo estratégico en sus respectivas estructuras arancelarias. No gravan la importación de soja, y van gravando con aranceles crecientes la importación de harina de soja y de proteína animal (carnes varias y leche). Requieren la soja como materia prima para transformarla en proteína animal y agregarle valor. ¿Por qué no exportar proteínas animales en lugar de las proteínas vegetales? El valor agregado se multiplica por cuatro y por cinco. Si la producción de soja y de otras proteínas vegetales pasa a integrar la cadena de valor de una producción regional articulada de proteínas animales, quedará como subproducto mayor producción de aceites vegetales que podrán ser integrados a la cadena de valor de los biocombustibles. Brasil ya ha impuesto en el mundo su sello de gran productor de etanol. El alcohol ya representa el 17% de su matriz de combustibles y tiene creciente demanda del mercado externo. Ahora va camino al desarrollo del biodiesel, como nosotros. La demanda externa de biocombustibles -sobretodo de Europa- permite asegurar contratos de suministro de largo plazo. En una estrategia conjunta, la escala regional permite apuntalar proyectos que agregan valor y que facilitan la complementación intra-industrial. Surgen excelentes perspectivas para desarrollar, a partir de las ventajas comparadas relativas, ventajas competitivas en los campos asociados a la biotecnología y a la industria automotriz.
La base de proteínas animales y energías alternativas con valor agregado debe conformar un núcleo duro de acuerdos para amalgamar los intereses de la región y reorientar la negociación del Mercosur con los otros grandes bloques comerciales.
En el frente interno, la brújula regional nos dará conciencia de que todavía navegamos sin rumbo, y que a menudo las políticas públicas están a contrapelo de una estrategia de valor agregado exportable. Como cuando usamos las retenciones discrecionalmente, cuando minamos la base productiva con prohibiciones de exportar; o, cuando queriendo promocionar los biocombutibles, penalizamos su desarrollo doméstico topeando los precios de los combustibles fósiles que deben sustituir.
Daniel Gustavo Montamat