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Opinión
EL PETRO-AUTORITARISMO
02/10/2006

EL PETRO-AUTORITARISMO

Thomas L. Friedman (New York Times)
¿Qué sucede? ¿No tiene sentido del humor? ¿Acaso usted no disfrutó viendo al presidente venezolano, Hugo Chávez, dirigiéndose a la Asamblea General de Naciones Unidas y diciendo con respecto al presidente Bush: “El diablo vino aquí ayer, justo aquí. Aún huele a azufre hoy”. Muchos delegados de la ONU estallaron en risotadas.

¡Ah!, bien, entonces usted debe haber disfrutado viendo al presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, conduciéndose sin problemas a lo largo de la ciudad de Nueva York, sermoneando a todos, desde Naciones Unidas hasta el Consejo de Relaciones Exteriores, con respecto a los males del poderío estadounidense y de cómo el Holocausto era tan sólo un mito.

Vamos, entonces, cuando menos usted soltó una risita al ver al embajador de China ante Naciones Unidas, Wang Guangya, tratando de obstruir una resolución de la ONU que se pronuncia por el destacamento de tropas a Sudán, con el objetivo de ponerle un alto al genocidio en la región de Darfur. Estoy seguro de que eso no tuvo nada que ver con el hecho de que la China National Petroleum es dueña de 40 por ciento del consorcio sudanés que bombea más de 300.000 barriles de petróleo al día de pozos sudaneses.

¿No? ¿No se está divirtiendo? Bien, quizás más vale que usted empiece a ver el humor en todo lo anterior, debido a que lo que todas estas historias tienen en común es la enfermedad geopolítica más infecciosa de nuestros tiempos: el petro-autoritarismo.

Sí, nosotros pensamos que la caída del Muro de Berlín iba a desatar una ola imparable de mercados libres y pueblos libres, y lo hizo durante aproximadamente 10 años, cuando los precios del petróleo eran bajos.

Pero, conforme el petróleo ha pasado de 60 a 70 dólares por barril, eso ha fomentado una ola en sentido contrario: una ola de dirigentes autoritarios que no solamente son capaces de protegerse a sí mismos en el poder debido a jugosos ingresos derivados del crudo, sino también de usar su riqueza petrolífera para envenenar el sistema mundial: convencerlo de que se haga de la vista gorda ante el genocidio, o que desatienda a un mandatario iraní que dice, por una parte, que el Holocausto es un mito y por otra, que Irán nunca soñaría con desarrollar armas nucleares, o que complazca a un bufón como Chávez, quien utiliza la riqueza petrolífera de Venezuela para tratar de influir sobre elecciones democráticas en América Latina y promover un populismo económico que, con el tiempo, llevará a su país al hoyo.

Por muchas razones -algunas cíclicas, otras técnicas e incluso otras que están relacionadas con el surgimiento de combustibles alternativos y la conservación- el precio del crudo ha bajado en fechas recientes a más o menos 60 dólares por barril.

Sí, en el largo plazo, nosotros queremos que el precio mundial del petróleo baje. Sin embargo, no deseamos que el precio de la gasolina baje en Estados Unidos justo cuando el precio del galón, a $3, ya empezó a estimular grandes inversiones en energías alternativas.

Eso es exactamente lo que quiere la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo): permitir que el precio caiga por cierto tiempo, acabar con las alternativas, y, después, hacer que suba de nuevo.

Por ahora, nosotros aún tenemos que asegurarnos, sea con un impuesto sobre la gasolina o un arancel sobre el petróleo importado, de que el precio en las gasolineras sea de tres o más dólares, para así estimular diversos programas de energía alternativa, mayor conservación y un cambio estructural por parte de los compradores y fabricantes de automóviles hacia vehículos de mayor rendimiento con respecto al kilometraje.

“Si Bush fuera el líder que alega ser, impondría un tarifa de importación justo ahora para mantener altos los precios de la gasolina, así como reduciría la tasa fiscal sobre el Seguro Social para trabajadores de bajos ingresos, de forma que así obtuvieran un aumento compensatorio en el ingreso”, argumentó Philip Verleger Jr., el veterano economista del ramo de energía.

De esa forma es como los estadounidenses podemos acabar de manera permanente con nuestra adicción al petróleo, y a la OPEP, aunado a liberarnos de tener que escuchar a estos “petro-autoritarios”, todos los cuales son muy arrogantes, no debido a que estén educando a sus pueblos o construyendo economías competitivas y modernas, sino debido a que casualmente están parados sobre el petróleo.

Según Bloomberg.com, Irán ganó 44.600 millones de dólares en 2005 a partir de sus exportaciones de crudo, que es su principal fuente de ingresos.

En el mismo año, los mulás gastaron 25.000 millones de dólares en subsidios para comprar a la población.

Si se reduce el precio del petróleo a 30 dólares, ¿qué creen que ocurriría? La totalidad del ingreso de Irán iría a parar a los subsidios.

Eso generaría una presión enorme sobre Ahmadinejad, quien tendría que buscar al mundo en pos de inversiones.

Confíen en mí, con el barril a 30 dólares, el Holocausto ya no sería un mito.

Pero, justo ahora, Chávez, Ahmadinejad y todos sus “petro-amigos” piensan que los estadounidenses somos débiles y nunca vamos a enfrentar la situación valiente y estoicamente.

Ellos ya tienen nuestro teléfono.

Ellos saben que el presidente George W. Bush es un falso; que siempre se presenta a sí mismo como un tipo listo para tomar las ‘duras’ decisiones, pero en realidad no le ha pedido a su partido, al Congreso, al pueblo o a la industria estadounidense que haga una sola cosa para reducir nuestra dependencia al petróleo extranjero.

El presidente Bush barbota con respecto a la diseminación de la democracia y la libertad, pero la historia de hecho recordará los años de Bush como el momento cuando el petro-autoritarismo -no la libertad y la democracia- se diseminaron como un incendio descontrolado y él no hizo nada serio por detenerlo.


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