FALTA DE INVERSIÓN EN ENERGÍA ELÉCTRICA
(Editorial Diario Clarín)
En el sector energético se registran dos tendencias que pueden derivar en consecuencias costosas: aumento de la demanda y estancamiento de las inversiones.
En los últimos tres años, la demanda de energía, eléctrica y de otras fuentes, aumentó al compás del crecimiento económico. Pero, como sucede también en otras áreas energéticas, las inversiones en la generación han sido escasas.
Como consecuencia, el sistema de generación eléctrica está funcionando al límite de su capacidad técnica, en condiciones que alguna falla en algún eslabón del mismo o un aumento inesperado de demanda puede generar un problema de abastecimiento.
Ante las reiteradas advertencias sobre esta perspectiva, formuladas por especialistas y grandes usuarios, el Gobierno suele responder que los pronósticos de desabastecimiento no se han producido. Esto es indudablemente cierto, pero también es innegable que en la medida en que no se realicen inversiones adecuadas —y salvo que la demanda se enfríe— la posibilidad de un estrangulamiento aumenta. Y aun desechando la hipótesis de un apagón generalizado es posible que las limitaciones en la generación produzcan restricciones en algunas zonas del país, así como caídas en la calidad del servicio. A esto hay que agregar que debido a las condiciones del mercado de energía se está produciendo una discriminación entre los grandes usuarios que pueden asegurarse el abastecimiento pagando precios altos y los que, imposibilitados de hacerlo, sufren racionamientos.
En este escenario las opciones son seguir apostando a la suerte o diagramar un programa energético para resolver las carencias que existen y dar certidumbre a los usuarios.
El aumento del consumo y la falta de inversión mantienen al sistema eléctrico al borde de su capacidad. Son necesarias inversiones para evitar cortes y dar seguridad a las empresas y a los usuarios.
