AGRICULTURA Y BIOCOMBUSTIBLES
(Editorial Diario La Nación)
Los hechos provocan preocupación ante la perspectiva de una crisis energética internacional. Por un lado, la población mundial, de 6000 millones en 2000, alcanzaría los 8 mil millones en 2020, sin perspectivas de que su crecimiento disminuya en el futuro. Si la economía llegar a crecer también, como se espera, a un ritmo superior al demográfico, los requerimientos energéticos, basados en los recursos actuales, podrían resultar explosivos. La tecnología del hidrógeno y su utilización, aunque están en estudio, son todavía de incierta aplicación en los plazos comentados. A este panorama hay que agregar además el cuidado del ambiente, que exige reducir la producción de anhídrido carbónico, generador del calentamiento global. Y por si ello fuera poco, tanto las economías más poderosas como las otras afrontan el riesgo de cortes del suministro de petróleo y gas de parte de las principales naciones productoras.
De allí que las fuentes de producción basadas en recursos renovables estén ganando un lugar central en el escenario descripto. Las energías de origen solar, eólico, agrícola, mareomotriz, de aprovechamiento de residuos e hidroeléctrica, cada una en su medida y perspectiva, podrán ocupar un lugar de importancia en el futuro abastecimiento. Se agrega la de origen nuclear, con todas las prevenciones que ello implica.
Estudios realizados principalmente en los Estados Unidos y en la Unión Europea destacan la importancia de los biocombustibles, representados principalmente por el biodiesel -generado a partir de oleaginosas como la soja, el girasol, la colza y la palma-, y el etanol, producido a base de maíz, remolacha, caña de azúcar y derivados del trigo.
Los Estados Unidos destinan ya 30 millones de toneladas de maíz, es decir, un 12 por ciento de su producción total, a la generación de etanol, mientras que Brasil, también gran productor de etanol de caña de azúcar, lo hace en proporciones variables según incline su elaboración al etanol o al azúcar, de acuerdo con su conveniencia. La Unión Europea se ha inclinado por el biodiesel, del cual utiliza un 75 por ciento y deja el 25 restante para el etanol. Su programa ha registrado retrasos respecto de sus metas, por lo cual ahora intenta, para 2010, el uso de biocombustibles en el orden del 5,75 de su matriz energética para crecer al 8 por ciento para 2015. Todos estos programas han tenido y tienen subsidios, ya sea por vía de reducción de gravámenes, como en Europa y los Estados Unidos, o por la obligatoriedad de su uso en las naftas como en Brasil.
En nuestro país, las perspectivas se centran en la utilización de la soja como materia prima y en su destino, para ser usado en el país como carburante y para la exportación. La Unión Europea es hoy el principal importador de biodiesel, provisto por Malasia, y de etanol, abastecido por Brasil y Paquistán.
El arancel de acceso para exportaciones de países en desarrollo ha sido suprimido hasta 2008 por mediación del Sistema Generalizado de Preferencias de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Después se verá, aunque se percibe que el bloque deberá mantener activo su aprovisionamiento externo, porque, en caso contrario, el cumplimiento del programa mencionado exigiría reducir fuertemente las siembras para sus destinos tradicionales.
El cuadro descripto indica, pues, que existe una interesante oportunidad de expansión de nuestra agroindustria de biocombustibles y, por lo tanto, de la producción agraria. Han comenzado ya a instalarse plantas industriales que utilizan la soja como materia prima, mientras que la demanda externa de maíz debería crecer en la medida que los Estados Unidos, principal productor y exportador mundial, comiencen a reducir sus ventas externas del tradicional grano. El Congreso de la Nación ha sancionado una discutida ley de biocombustibles que atenderá con subsidios algunas producciones y adicionará biodiesel o etanol a los combustibles. Se espera ahora su reglamentación para conocer mejor los condicionamientos contenidos en ella.