REALIDADES Y ESTILOS FRENTE A LOS INVERSORES
(Editorial Diario Clarín)
El crecimiento de la economía potencia la relevancia de un desafío planteado hace tiempo: aumentar las inversiones para evitar cuellos de botella en la oferta, que pueden obstaculizar futuros incrementos o causar presiones inflacionarias. En este marco, el Gobierno ha dado algunas señales adecuadas que deben consolidarse.
El crecimiento del PBI del primer trimestre del año —del 8,6%— fue mayor que el del mismo período del año pasado pero algo menor que el de los trimestres precedentes. Esta evolución y diversas estimaciones permiten suponer que este año el aumento del PBI será más bajo que el de 2005, pero que se mantendrá elevado en comparación con los estándares históricos del país.
La evolución del PBI se sustentó tanto sobre el consumo interno como sobre las exportaciones y la inversión. En 2005 la inversión bruta interna fija fue un 65% superior a la de 2003 y alcanzó el nivel de la de 1998, el punto más alto hasta ese momento. En el primer trimestre del año ese indicador aumentó un 23%. El aumento de la inversión ha permitido que los sectores productivos aumentaran su productividad a pesar de haber incorporado personal y que la capacidad instalada ociosa no se haya estrechado. También han contribuido el hecho de que el crecimiento no se está financiando con endeudamiento externo y la solidez de las cuentas fiscales.
Aun así, el aumento de la inversión interna y externa sigue siendo prioritario, para evitar estrangulamientos y para mejorar la competitividad de la oferta argentina en el exterior.
La evolución de la economía ha estimulado la inversión —el año pasado la inversión externa aumentó un 65%— y las encuestas de opinión entre empresarios revelan que existen planes de inversión para el futuro. Sin embargo, la incorporación de capital, especialmente del extranjero, no ha sido mayor por algunos factores que generaron desaliento.
Uno de ellos, de importante repercusión aquí y fronteras afueras, son los gestos poco amigables con las empresas que surgen de tanto en tanto del Gobierno.
En este sentido ha sido propicia la afirmación del presidente Néstor Kirchner, realizada en el transcurso de un acto en una planta automotriz, convocando a la inversión extranjera a producir, crear trabajo y a integrarse al país. Se trata de un mensaje de tono poco frecuentado por el Gobierno, que puede contribuir a modificar percepciones de los inversores. Igualmente oportuno es el movimiento del Gobierno tendiente a fortalecer los lazos con España y avanzar hacia la firma de un acuerdo estratégico.
Se trata de elementos importantes —cada uno en su magnitud— porque para la formación de un buen clima de inversiones es indispensable que existan oportunidades de ganancia, pero también que el poder político tenga una actitud amigable con los inversores.
Contradiciendo estas señales, la política de precios sigue mostrando el costado confrontativo de la gestión oficial. Los acuerdos de precios, que en muchos casos los empresarios firmaron ante la insistencia del Gobierno y como alternativa excepcional, contribuyeron a reducir las expectativas inflacionarias, lo cual se reflejó en los índices. Pero no pueden aplicarse indefinidamente porque los aumentos de costos comprometen la situación de las empresas y pueden derivar en rebrotes tan inesperados como indeseados.
El Gobierno no debería desconocer esta realidad ni, mucho menos, plantear situaciones que, por compresión de los márgenes o por desconfianza en la política económica, pueden reducir el flujo de inversiones.
La expansión del mercado, la previsibilidad política y la seguridad jurídica deben articularse para generar confianza entre quienes pueden aportar el indispensable capital de largo plazo.
La economía sigue creciendo a un ritmo elevado sostenida por el incremento de la inversión. Sin embargo, es importante mejorar el clima para atraer capitales internos y externos. Algunas actitudes del Gobierno, como la búsqueda de un acuerdo con España, contribuyen en ese sentido, pero otras, como la política de precios, pueden desalentar las inversiones.