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Opinión
LA ENERGÍA BARATA QUE TERMINA COSTANDO CARA
05/01/2006

LA ENERGÍA BARATA QUE TERMINA COSTANDO CARA

(Daniel Gustavo Montamat)

Importaciones a precios internacionales, subsidios que se pagan con el dinero de los impuestos, congelamiento de tarifas y redireccionamiento de un recurso escaso según necesidades puntuales conforman hoy un balance desalentador

Sin tarifa social, la tarifa residencial congelada subsidia a pobres y a ricos

Falta gasoil cuando el agro más lo necesita, el sistema de distribución eléctrica se resiente los días de mucho calor, y aumentaron los días de corte de gas para los grandes consumos en el invierno. La torta energética argentina se redistribuye con subsidios cruzados y precios políticos, pero se estanca y achica. Los clientes empiezan a preocuparse por la calidad y la seguridad del suministro. El balance energético cierra con importaciones crecientes, y los precios de referencia regional e internacional, a los que hoy le cerramos la puerta, se nos meten por la ventana.

Falta gasoil en los picos de consumo agropecuario porque durante años deformamos la demanda de productos petroleros a través de impuestos distorsivos. Como consecuencia, el consumo gasolero de los sectores productivos hoy compite con el del parque automotor privado. Agreguemos que ha descendido la producción local de crudos livianos, y que a los pesados se les saca menos porcentaje de gasoil por barril procesado. Como consecuencia, nos sobra nafta y tenemos que importar gasoil.

Pero nadie importa gasoil para perder plata. Los precios de los combustibles del mercado local permanecen divorciados de los internacionales. El Estado se va a hacer cargo de la situación desgravando el producto importado, pero aún sin los impuestos hay que importar a pérdida, y, por un mecanismo u otro, el Estado terminará absorbiendo la diferencia. Por ahora usará superávit fiscal resignando impuestos y redistribuirá el recurso escaso en función de prioridades puntuales. Pero si no hay nuevas inversiones en el sector de refinación, cada vez habrá que importar más gasoil con el consiguiente impacto sobre las cuentas públicas.

Cuando la demanda eléctrica supera los 16.000 MW, las redes eléctricas crujen. La demanda eléctrica ha seguido creciendo, pero los segmentos regulados de la industria todavía siguen sin contratos y con tarifas congeladas. Ha habido algunos acuerdos con algunas privatizadas, con ajustes a cuenta, y el compromiso de una revisión integral de tarifas para el presente año. Todavía está por verse si el temor a la inflación no posterga la recomposición de precios relativos que aguarda la energía. Mientras tanto, sin tarifa social, la tarifa residencial congelada subsidia a pobres y a ricos. Para sostenerla, también hay que subsidiar el consumo combustible de aquellas usinas térmicas que no consiguen el gas escaso de producción local. El fuel oil, que hay que importar de Venezuela o de otras latitudes, a precios de referencia internacional, también cuesta millones de dólares al Tesoro. A pesar de las obras en alta tensión del Plan Federal, que también se financian con impuestos, la inversión insuficiente en las redes de distribución presagia la degradación gradual de la calidad del servicio eléctrico que se traducirá en mayor frecuencia de cortes, de más duración y alcance. Hasta que los usuarios de gas y electricidad se convenzan que lo que no pagan en la factura, lo están pagando como contribuyentes de impuestos que hoy subsidian precios, tarifas e inversiones que no alcanzan para satisfacer el crecimiento de la demanda. Los subsidios, cual espejismos, engañan por un tiempo, hasta que la sociedad cae a cuenta que la energía más cara es la energía de la que ya no se dispone.

Es bueno que el Gobierno haya anunciado la construcción de las dos nuevas centrales térmicas en acuerdo con generadores privados. No van a estar para el 2007, como se prometió (ni siquiera como ciclos abiertos), pero pueden empezar a operar en el 2008. ¿Usarán gas argentino o de la región? A esta altura, y hasta tanto se defina la situación con Bolivia, casi seguro que gas argentino que deberá ser redireccionado del exportado a Chile. ¿Y si las reservas de gas de Argentina siguen en caída libre y la producción, que el año pasado habría alcanzado un pico, comienza a descender? Habrá que fijar prioridades para racionar los consumos del mercado doméstico, e importar más sustitutos próximos (fuel o gasoil) para reemplazar el gas en el parque térmico de generación eléctrica y en la industria. Otra vez, todo a precios internacionales y con costo fiscal creciente si para esa fecha la recomposición de precios y tarifas sigue demorada. ¿Tendremos suficiente superávit fiscal a esa altura?

No hay que olvidar que el balance energético, en la Argentina, y en cualquier país del mundo que pierde la autosuficiencia, cierra contra la importación de petróleo y derivados. Todavía exportamos petróleo, pero vamos camino a volver a importar.

Los desafíos de la industria de la energía en el 2006 siguen condicionando la agenda económica. La energía no puede seguir siendo rehén del corto plazo político. Hay que restablecer los mecanismos de inversión y volver a generar riqueza energética. La estrategia energética debe ser un capítulo de la estrategia de desarrollo económico y social del país.


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