LA ARGENTINA Y LAS SALVAGUARDAS NUCLEARES
Editorial Diario Los Andes
LA ARGENTINA Y LAS SALVAGUARDAS NUCLEARES
Hace ya más de dos décadas, cuando en el Canadá se estudiaba la posibilidad de vender un reactor nuclear a la Argentina, y en sesiones del parlamento de ese país se indicaba la inconveniencia de colaborar en la materia con un país en vías de desarrollo -o del Tercer Mundo, como se los denominaba entonces- el propio premier Pierre Trudeau, partidario de la operación, indicó públicamente ante los representantes que eran inútiles sus observaciones, porque la Argentina ya era un país que, por su desarrollo científico y tecnológico, y por poseer ya otros reactores nucleares, estaba en condiciones de fabricar armamento atómico.
Por aquel entonces, las capacidades nucleares reconocidas eran las de las potencias que participaban en la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética, a las que había que agregar a Inglaterra, Francia, China, la India y Pakistán en sus primeros y declarados pasos para hacerse con bombas atómicas. De los demás poco se decía, aunque era sabido que además de los nombrados un puñado de otras naciones podían fabricar ese destructivo armamento. Allí figuraban Israel, Japón, Alemania, Italia y la propia Argentina, que poseían desarrollos nucleares propios y existencias de los elementos necesarios como para el armado de bombas.
De los últimos, ninguno se declaró como potencia nuclear abiertamente, aunque se sabe que Israel posiblemente haya armado bombas en las épocas en que fue atacada por países árabes, la última vez con el envío de misiles de poca precisión por parte del Irak aún en manos del tiránico Saddam Hussein. La Argentina, como Japón o Alemania, ha anunciado públicamente su renuncia al desarrollo de ese tipo de armamentos y ha firmado los protocolos correspondientes. No la salvó su actitud de que los ingleses dejaran de traer naves y aviones con armas atómicas al Atlántico Sur durante la breve guerra de 1982, pero por lo menos, entre las muchas acusaciones que ha recibido, algunas gratuitamente realizadas, no se ha producido la que indique que nuestro país acumule armas atómicas en secreto.
El desarrollo nuclear de la Argentina ha sido uno de los más completos del Cono Sur, y recién en los últimos años el Brasil ha podido adquirir capacidades similares a las nuestras. Los fines de ese desarrollo han sido pacíficos, pero crea nervios en las potencias que siguen detentando la capacidad de destruir el planeta con sus propias armas atómicas que alguien más posea esa tecnología.
Así, y aunque en parte han destruido sus antiguamente nutridísimos armamentos atómicos, siguen ejerciendo funciones de control y presionando por imponer limitaciones a los desarrollos de terceros países, acción que se ha visto incrementada a partir del recrudecimiento de la amenaza del terrorismo islámico, que ha provocado verdaderos desastres en sus propios territorios.
Estados Unidos, por ejemplo, con secreto amparado por el propio gobierno argentino, y revelado por el diario Clarín, lleva en esta época los residuos de nuestros reactores a su propio territorio. Esos residuos, de los que poseemos en cantidad, pueden ser utilizados para la fabricación de bombas atómicas. Aunque las medidas se seguridad en nuestras plantas son elevadas, el material se entrega como muestra de buena fe por parte del país a Washington... que lo acumula en sus propios depósitos, desde donde puede sacarlo si hay otra escalada en las tensiones internacionales.
No creemos que esto constituya una renuncia en materia de soberanía, aunque nos preguntamos, como deben hacerlo otros, por qué precisamente a los Estados Unidos y no a otros países con capacidad para tratar o reciclar esos materiales a cambio de dinero: sigue siendo combustible nuclear utilizable. El Japón, potencia tecnológica declaradamente contraria al uso de armas atómicas, es una de esas naciones. ¿Por qué no estamos enviando el material al Japón?