Aniversario
INSTITUTO BALSEIRO, UNA ENTIDAD SINGULAR
La Voz del Interior, Córdoba
Alberto Maiztegui
Instituto Balseiro, una entidad singular
El próximo 1° de agosto cumplen 50 años el Instituto Balseiro (IB) y el Centro Atómico Bariloche (CAB) que de hecho constituyen una unidad funcional. Creo que vale la pena recordar su gestación y su desarrollo inicial por extraños y por fructíferos y dar a conocer a la gente algunos recuerdos personales.
A fines de la década de 1950 se había instalado en San Carlos de Bariloche un físico austríaco, Ronald Richter, quien había presentado al presidente Perón un proyecto para producir energía sobre la base de la fusión nuclear. Montó un laboratorio en la isla Huemul, en el lago Nahuel Huapi, realizó experimentos diseñados por él mismo y anunció haber logrado la fusión nuclear, fuente de energía con enormes posibilidades tecnológicas no alcanzadas aún hoy. Ningún científico argentino participó en la aventura y muchos sospecharon de la veracidad del logro anunciado. En 1952 se formó una comisión para examinar los experimentos de la isla Huemul. José Antonio Balseiro formó parte de ella y el informe de esa comisión reveló el fraude. En Bariloche, tanto en la isla como en tierra firme, quedaron sin destino las instalaciones de la Comisión Nacional de Energía Atómica (Cnea).
Mientras tanto, en la sede central en Buenos Aires, la Cnea incorporaba científicos y técnicos para desarrollar su programa de usinas nucleares. Los preparaba mediante cursos de ciencias básicas, matemática, química, física, etcétera, además del aprendizaje de las técnicas especializadas. Tenía que formar su propio personal científico y técnico pues no lo había en el país ni lo formaban las universidades. Así fue como se originó la idea de un instituto de física aprovechando las instalaciones de Bariloche y se encomendó a Enrique Gaviola la tarea de organizarlo; pero hubo discrepancias entre el criterio de Gaviola y directivos de la Cnea y aquél se hizo a un lado.
En 1953 la Comisión decidió usar las instalaciones de Bariloche para continuar allí en verano las tareas de formación de su personal y organizó un curso bajo la dirección del matemático Alberto González Domínguez, miembro de su personal y también de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Balseiro integró como profesor ese curso desarrollado entre enero y marzo de 1954, y que se repitió entre enero y abril de 1955, esta vez bajo la dirección de Balseiro. En ese tiempo Balseiro era jefe del Departamento de Física de la UBA y logró que sus alumnos (entre ellos, yo) concurrieran al curso en Bariloche.
A fines de marzo renació la idea. Concurrió el secretario ejecutivo de la Cnea, capitán de navío Pedro Iraolagoitía, y en una reunión en la casa número 14 con Balseiro, algunos investigadores de la Cnea, profesores visitantes del curso y el capitán de fragata Oscar Quihillalt, se decidió crear el Instituto de Física de Bariloche e iniciar actividades científicas y tecnológicas en el Centro Atómico Bariloche.
El grupo organizador, dirigido por Balseiro, estaba integrado por Oscar Quihillalt, Juan Mc Millan (físico químico de la Cnea y de la UBA), Manlio Abele (de la Universidad Nacional de Córdoba), Wolfgang Meckbach (de la Universidad Nacional de La Plata) y Alberto Maiztegui (de la Cnea). Se llamó a concurso entre estudiantes de ciencia o de ingenierías o profesores graduados de enseñanza secundaria de física para acceder a 15 becas de estudio, consistentes en los pasajes por tren, habitación, comidas y un estipendio en efectivo para gastos. Antes de la concreción del concurso ocurrieron los hechos del 16 de junio de 1955, muestra de la grave inestabilidad política de la época, pero aun así se continuó con el proyecto y pocas semanas después se realizó el concurso. Se seleccionaron los 15 alumnos becados y se incorporó un alumno no becado (digamos, como hecho curioso, que este último, con los años, fue director del Instituto y del Centro Atómico de Bariloche).
Las clases se iniciaron el 1° de agosto de 1955 y los docentes fueron: José Antonio Balseiro (electromagnetismo) con su adjunto Alberto P. Maiztegui; Luis Moretti (mecánica) con su adjunto José Tamagno; Tomás Buch y Mario Foglio, adjuntos a cargo del curso de química; Manuel Balanzat (matemática) con su adjunto Sulmo Mariano; y Wolfgang Meckbach (trabajos de laboratorio) con su adjunto Alberto P. Maiztegui. Nueve docentes para 16 estudiantes. En enero de 1956 se incorporaron Manlio Abele, Juan Mc Millan, Clara Mc Millan y Ricardo Platzeck. El plan de estudios se iniciaba en un tercer año pues era ?y sigue siendo? condición para ingresar tener aprobados los dos primeros años de nivel universitario. El primer cuatrimestre del plan incluía cinco materias y se preveía terminar la Licenciatura en Física después de cursar tres años en el Instituto.
Es interesante, curioso y aleccionador lo que ocurrió a un mes de iniciadas las clases: un día las conversaciones de los docentes con los estudiantes revelaron que éstos estaban tensos y agotados por el severo régimen de estudio. Se dispuso que al día siguiente no habría clases y el profesor Moretti organizó un paseo a las montañas con todos los alumnos. Se estudió la situación creada y se resolvió disminuir las horas de clases y que desde el año 1956 se modificaría el plan de estudios alargando la carrera a tres años y medio.
Otra de las vicisitudes que vivimos con la primera promoción ocurrió al mes y medio de iniciadas las clases: el 16 de setiembre estalló la revolución que depuso a Perón. Las acciones armadas duraron hasta el 23 de setiembre. A pesar de la enorme preocupación por los sucesos, alumnos y docentes decidimos continuar dando clases. Creo que habría sido insensato en esas circunstancias no ocupar todo lo posible con tareas docentes tanto el tiempo de estudiantes como de docentes. Eso sí, el 21 de setiembre, día del estudiante, hubo asueto. Los graduados en 1958 de la primera promoción fueron: Héctor Antúnez. Edgardo Bisogni, Enrique Bonacalza, Hugo Erramuspe, Leopoldo Falicov, Verónica Grunfeld, Teodoro Halpern, Abraham Kestelman, Noé Ladizesky, José Litvak, Juan Olcese y Aldo Vidoz. El discurso de Balseiro se recuerda aún hoy.
En 1958 se produjeron dos crisis: de un día para otro, durante la presidencia de Frondizi, el dólar pasó de unos 40 pesos a algo más de 80. Consecuencia: en 1959 emigraron varios profesores. La otra crisis se produjo como consecuencia de una petición de los investigadores a las autoridades de la Cnea. La base de la petición puede resumirse en una de las frases del documento: ?Quienes tienen la responsabilidad, deben tener la autoridad?. La petición fue atendida y entonces Balseiro asumió la dirección del Centro Atómico y retuvo la del Instituto de Física.
En 1961 tuvimos una nueva crisis: la enfermedad de Balseiro, cuyos primeros síntomas se presentaron al comienzo del primer cuatrimestre y lo obligaron a suspender sus clases. No supusimos que ya no seguiría con ningún curso. En un viaje a Buenos Aires, hacia setiembre de 1961, se detectó la leucemia que padecía. Durante su residencia en Martínez alojó a los discípulos que desarrollaban trabajos bajo su dirección, continuando con la guía de sus tareas. Nos vimos por última vez en Nochebuena de 1961. Después viajó a Bariloche donde falleció el 26 de marzo de 1962, tres días antes de cumplir 43 años.
Para terminar con esta descripción, creo conveniente hacer unos pocos comentarios: 1) el grave error del gobierno de Perón. La aprobación del proyecto Richter fue posible porque su gobierno estaba enfrentado políticamente con la universidad argentina y sus científicos. 2) Sin embargo, ese mismo gobierno supo dar marcha atrás y corregir su error anterior apoyando la creación del CAB y del IB en Bariloche. 3) Son sorprendentes la lucidez y la tenacidad de Balseiro y su grupo y del secretario ejecutivo de la Cnea al llevar adelante la creación de un centro científico-tecnológico a casi dos mil kilómetros de Buenos Aires en circunstancias políticamente tan desfavorables, en lo que yo suelo llamar ?una disparatada y hermosa utopía?. La base para el éxito fue confiar en la respuesta de los jóvenes estudiantes y en la capacidad propia y, fundamentalmente, la continuidad a través de años del esfuerzo institucional invertido en la empresa.
Hoy, medio siglo después, los egresados del Instituto Balseiro son reconocidos en todo el mundo científico, los trabajos científicos y técnicos realizados en la institución están en la frontera del conocimiento, y del IB y del CAB han surgido otras instituciones que están a la vanguardia de sus especialidades.
Otra riqueza que atesoramos quienes participamos de esta aventura: los vínculos entre aquellos alumnos y docentes se han transformado en relaciones de fraternal amistad. Caso extraño y aleccionador el de Bariloche.