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Opinión
BIOCOMBUSTIBLE, ENERGÍA DEL FUTURO
11/07/2005
Opinión

BIOCOMBUSTIBLE, ENERGÍA DEL FUTURO

Clarín, Buenos Aires
Juan Carlos Tomasetti (Economista)
Biocombustible, energía del futuro


En una estrategia de crecimiento sustentable, el aparato productivo exige una oferta de más energía a mejores precios. Y en función de la actual matriz energética del país, el autor sugiere el uso de los biocombustibles, renovables y ecológicos. Para lograrlo propone una estrategia integral de largo plazo sobre la producción de ese tipo de combustibles.


Es imposible mantener y aumentar la producción de bienes y de servicios sin el uso, directo o interrelacionado, de una cada vez mayor cantidad de hidrocarburos y/o sus derivados, de electricidad en sus diversas formas de generación, y de otras fuentes energéticas.

Los componentes de la matriz energética del mundo tienen hoy dos cualidades que son ya críticas en el presente y se agravan en el futuro inmediato. Una de ellas el agotamiento del stock (en términos físicos o económicos) de los hidrocarburos en un período impreciso pero de cumplimiento seguro; y la otra es el fuerte efecto que producen en la contaminación del ambiente.

Así, resulta prioritario, para la calidad de vida del hombre y por encima de los racionales intereses económicos, encontrar energías alternativas que reúnan las condiciones de ser renovables y no contaminantes.

Esta situación está presente cuando observamos la actual matriz de la oferta de energía primaria de nuestro país, que está compuesta de la siguiente manera: petróleo: 39%; gas natural: 47%; carbón mineral: 1%; hidroelectricidad: 6%; energía nuclear: 2%; biomasa: 5%.

Por otra parte, las estimaciones oficiales sostienen que la relación reservas/producción de petróleo está en torno a los 9 años; y la relación reserva/producción de gas natural cercana a los 12 años.

Los actuales proyectos del Poder Ejecutivo, para implementar regímenes promocionales para la exploración y explotación de hidrocarburos; y de creación de recursos para la formación de fideicomisos destinados a obras de infraestructura de gas y de electricidad; así como los fondos fiduciarios para el transporte eléctrico federal (Ley 24065) y para atender inversiones en transporte y distribución de gas (Decreto 180/2004), y los programas de los presupuestos anuales de la administración nacional, son acciones válidas, aunque solo para la matriz energética actual y el mediano plazo.

Por esto, deberíamos plantearnos dentro del marco de las denominadas "políticas de Estado", la formulación de programas integrales y armónicos para el desarrollo de nuevas fuentes de energía y de combustibles, que sean factibles natural y económicamente. Y especialmente con las características de ser renovables y no contaminantes.

Hasta ahora, aunque de manera inorgánica, se realizaron acciones para el desarrollo, aplicación y uso de la energía eólica, solar y de biocombustibles. Pero los resultados son poco significativos.


Estrategia integral

El decreto 1396/2001 declaró de interés nacional la producción y comercialización de biodiesel de origen vegetal, tanto como combustible puro como para ser mezclado con otros de origen mineral. La norma contempla incentivos impositivos y estabilidad fiscal para el fomento de las inversiones en la producción y comercialización de biodiesel, también hay beneficios para el almacenaje y obras complementarias.

Otro decreto, 548/2003, introduce la alconafta en el reglamento de la ley 23.966 de impuestos a los combustibles, con un tratamiento impositivo diferencial para incentivar su uso.

En ambos casos los objetivos propuestos han sido limitados y tal como esta planteado su desarrollo, no existen posibilidades de ampliar los resultados. En el marco de una "política de Estado" se hubiera avanzado más.

Por eso insistimos en que debemos formular una estrategia integral de largo plazo, mediante un plan nacional de promoción y desarrollo de la bioenergía. Debería integrar armónicamente programas de nuevas fuentes de energía (eólica, solar) y de combustibles alternativos (biogás, biodiesel, bioetanol), para complementar y sustituir gradualmente la composición de la actual matriz energética nacional.

Y no debemos omitir las posibilidades que nos puede brindar el Protocolo de Kyoto, con respecto de los mecanismos de desarrollo limpio. Habrá que evaluar, además, la utilización de todos los insumos alternativos y no sólo de los más conocidos y de producción masiva. En este sentido, la participación del INTA y de otros organismos de investigación científico-técnica, son imprescindibles para conocer las cualidades del cártamo, la colza, el girasol, el maíz, la remolacha, la caña de azúcar, los desechos orgánicos, los residuos vegetales, entre otros, así como también de la silvicultura, y especialmente la incorporación de tierras marginales o sin explotar.

Seamos eficientes en incentivar y promover con las herramientas fiscales existentes, el desarrollo de nuevas regiones productivas, ampliarlas orgánicamente y no limitarnos exclusivamente a la facilidad de la pampa húmeda, la que ha logrado un alto nivel de productividad y que ahora debería constituirse en la principal fuente de materia prima para ampliar significativamente el desarrollo de la industria nacional de agroalimentos, y de otras manufacturas de origen agropecuario. Utilizar esas materias primas con otros destinos, provocaría la perdida de productividad de la creciente industria agroalimentaria y de manufacturas de origen agropecuario.

Por todo lo anterior, consideramos necesario un replanteo del actual proyecto de biocombustible que está en el Congreso. El Estado debe convocar a un gran debate ?con la participación de los organismos científicos y técnicos pertinentes y de todos los sectores económicos y no económicos relacionados con la energía?, y a partir de eso formular una estrategia integral de largo plazo sobre la producción de biocombustibles renovables y no contaminantes.

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