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Debate
ENERGÍA NUCLEAR: EL ÚLTIMO RECURSO
05/07/2005
Debate

ENERGÍA NUCLEAR: EL ÚLTIMO RECURSO

La Tercera, Santiago
Julio Peña (Universidad Alberto Hurtado)
Energía nuclear: el último recurso

Tal como lo planteó el Premio Nacional de Ciencias Igor Saavedra, creo que la energía nuclear debiera ser la última de las opciones por considerar en la búsqueda por diversificar nuestras fuentes energéticas.

El desarrollo inicial de los usos pacíficos para esa fuente energética durante la postguerra estuvo marcado por una sensación de triunfalismo tecnológico que incluso llevó a plantear que "eventualmente la energía nuclear produciría electricidad tan barata que no valdría la pena ni siquiera medirla". Sin embargo, también surgían dudas sobre su futuro comercial. En 1952, el ex consejero del Presidente Roosevelt en temas de energía atómica, y posteriormente presidente de Harvard, predecía que el mundo le daría la espalda a la energía nuclear dado que la gestión y eliminación de los desechos radiactivos probarían ser inmanejables.

Los hechos hasta la fecha no han contradicho lo fundamental en esta predicción.

Las inversiones en generación nuclear hechas luego por países desarrollados no guardaron relación directa con esta opción "más barata y segura". El apogeo de la industria coincidió con la Guerra Fría y las motivaciones apuntaron más bien al temor a una dependencia "no segura" de una oferta extranjera de combustibles (Francia, Japón y Reino Unido), o a las demandas militares que en EEUU tenían una voz fuerte y prioritaria.

Su desarrollo comercial también ha enfrentado dificultades, como los sostenidos e imprevistos aumentos en los costos de construcción de los reactores asociados a la aplicación de nuevas regulaciones en materia de seguridad. Un ejemplo es la planta nuclear en Shoreham, Nueva York. En 1992, cuando el reactor estaba totalmente operacional (25 años después de iniciado el proyecto) fue clausurado. El proyecto, con un costo estimado de US$ 65-75 millones, finalmente implicó gastos por US$ 6.000 millones ¡y nunca generó un solo Kwh de electricidad!
Por otro lado, la probabilidad de ocurrencia de accidentes graves sigue latente. Los casos de Three Mile Island (Pennsylvania, 1979) y Chernobyl (Ucrania, 1986) son ampliamente conocidos, pero también hay otros. En Japón, el más peligroso ocurrió en 1999 en la planta procesadora de uranio de Tokaimura, donde producto de un error humano 49 personas fueron expuestas a escapes de radiación. A pesar de los esfuerzos por automatizar procedimientos, incluyendo fases de control secuenciales y múltiples, los errores humanos continúan siendo un imponderable. Aquí la discusión de fondo no es si los accidentes nucleares son o no "prácticamente inexistentes", como aseveró recientemente José Miguel Serrano en una columna publicada en La Tercera. El punto central es que pueden ocurrir, como lo atestiguan variados ejemplos en países con elevado desarrollo tecnológico.

En el caso de los residuos radiactivos, persisten múltiples y graves problemas. No existe consenso sobre cómo eliminar en forma "segura" y a largo plazo estos desechos de alta toxicidad, cuya vigencia de peligrosidad suele ser extensa, como el plutonio, que permanece radiactivo al menos durante 250 mil años.

Recordemos que el homo sapiens apareció hace unos 200 mil años. Estamos entonces ante un problema que implica enormes desafíos científicos, ingenieriles y económicos, además de complejos dilemas políticos y éticos.

En Chile tenemos otras alternativas a mediano y largo plazo: el anillo energético en el Cono Sur, importar gas natural licuado y/o generar energía hídrica en las regiones XI y XII.

También existen tecnologías de energía renovable como la solar, eólica, geotérmica y marina. Sobre lo último, en Inverness (Escocia) y Cornwall (Inglaterra) se han construido turbinas submarinas capaces de extraer energía del mar.

Otros proyectos experimentales estudian la generación de bioenergía mediante procesos de combustión de "bosques" de algas cosechables periódicamente.

El desafío es aprender a explotar mejor nuestros recursos y priorizar en esas áreas las inversiones en capital humano, y en desarrollo e innovación tecnológica. ¿Es esto acaso más quimérico que la esperanza de creer superados los complejos problemas tecnológicos y éticos que presenta un uso seguro y económicamente rentable de la energía nuclear?

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