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ANÁLISIS
Escribe Daniel Bosque: Yo quemaré las calles nuevamente
MINING PRESS/ENERNEWS
21/10/2019

DANIEL BOSQUE*

Cada tanto ocurren sorpresas en los paisajes de prosperidad del planeta bipolar. Hoy es el caso dramático de Chile, cuya macroeconomía de índices envidiados desde hace décadas en la región acaba de estrellarse contra una orgía vandálica de imprevisibles consecuencias. 

El Chile de dos velocidades, tantas veces advertido por analistas y ninguneado desde el poder, está ardiendo por la chispa del precio del transporte, como en Ecuador, una sociedad muy diferente, hace muy poco. Pero aquí han fallado todas las redes de contención, control y represión de las que se ufanaba la clase política, tal vez porque para este tsunami, poder y establishment de discurso compacto no habían diseñado alarmas.

Santiago amanece sin querer abrir los ojos al escenario de destrucción, en medio del shock, ante todo tipo de infraestructura ciudadana, pública y privada, reducida a cenizas. ¿Quiénes son?  ¿De donde viene el fuego del lumpenproletariat, una categoría que acuñaron Marx y Engels y cuya mención hoy irrita a la izquierda? ¿Cómo pactar la pax con un ejército sin líderes ni generales?

La inoperancia versallesca de Sebastián Piñera y su team se enfrenta a una zapa articulada en las redes desde las sombras. No son movilizaciones obreras o estudiantiles sino una población joven que ha roto represas que la contenían y se siente poderosa como para hacer añicos la red de transportes que utilizan millones de santiaguinos y cargar con lo todo lo que se pueda de las tiendas antes de incendiarlas, en la capital y en otras ciudades.

El formato de viralización es el mismo que en París, Honk Kong, Barcelona o Quito, pero el carácter pirómano, de tierra arrasada,  aquí adquirió otras proporciones. “Venganza” es la consigna por whatsapp del último sustrato que otea donde “no hay pacos” y se pliega y repliega con la mira puesta en los barrios altos y sus malls, mientras los miran por la tele o los celus, estudiantes, trabajadores y lógicamente empresarios, financistas y políticos que acaban de comprobar lo mezquina que es la letra chica de su póliza de seguros en tiempos de la modernidad.

El contrato social chileno, que ahora se sabe venía atosigado de disgustos, se ha roto. Como el poncho folklórico de los huasos es una prenda corta que no supo cobijar los anhelos de todos, ni leer el caldo de malestares que tan bien describe el periodista Juan Cristóbal Guarello en el descarnado cuadro que acompaña a estas líneas y que recomiendo escuchar.

Es Chile un país tan grande, mil cosas pueden pasar”, cantaba la izquierda con Quilapayún a comienzos de los 70, cuando este país eligió al socialismo de Salvador Allende. En medio siglo hubo novedades de todo tipo y ahora toca tratar de entender a este nuevo sujeto social, que tal vez no sea mayoritario, como dice el acorralado Piñera, pero tiene una capacidad de fuego que no estaba en los libretos.

Demostrado el efecto contagio, una tarea para el hogar para varios, también para el Grupo de Puebla, la remake del de Sao Paulo, que intenta unir a la izquierda latinoamericana bajo un mismo sombrero ideológico. Su mentor es precisamente un chileno, Marco Enriquez Ominami, el estrecho amigo de Alberto Fernández. El tinglado continental de izquierdas asegura que en la próxima década el péndulo de la región volverá a mostrar un mapa de gobiernos de izquierdas, porque las derechas no han sabido dar respuestas a la espiral de desigualdad que inunda el globo.

Gobierne quien gobierne, una de las preguntas es cómo hará el Estado para contener y “desmolotovizar” a estas intifadas latinoamericanas. En la fría y seca primavera chilena, un colectivo amenazante acaba de demostrar que nadie los representa y que puede transformar su frustración en acciones extremas y de incierto final.

*Director Mining Press y EnerNews


Periodista Juan Cristóbal Guarello: Para entender un poco más lo que está pasando en Chile


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