DANIEL BOSQUE*
Oommm. Respire profundo ingeniero y piense que no todo está perdido. Como desayuno en la cama, el presidente argentino, al igual que los afligidos ciudadanos habrán podido leer la esforzada sinopsis de los nuevos Diez Mandamientos que vino trabajando Rogelio Frigerio, en las últimas yardas uno de los pocos que puede intentar asistencias y goles frente al arco peronista.
Miguel Pichetto, Sergio Massa y Juan Manuel Utubey (no está Frankenstein en la foto, diría Roberto Moldavsky en su inefable obra “El Candidato”) son los otros que han salido del closet para animarse a firmar este nuevo reglamento de copropiedad. Vale releer el pacto ideado entre modestas euforias:
1- Lograr y mantener el equilibrio fiscal
2- Sostener un Banco Central independiente, que combata la inflación hasta llevarla a valores similares al de países vecinos
3- Mayor integración al mundo, promoviendo el crecimiento sostenido de nuestras exportaciones
4- Respeto a la ley, los contratos y los derechos adquiridos con el fin de consolidar la seguridad jurídica, elemento clave para promover la inversión.
5- Creación de empleo a través de una legislación laboral moderna.
6- Reducción de la carga impositiva, a nivel nacional, provincial y municipal y enfocado en los impuestos más distorsivos.
7- Consolidación un sistema previsional sostenible y equitativo.
8- Consolidación de un sistema federal, basado en reglas claras, que permitan el desarrollo de las provincias y que impidan que el gobierno nacional ejerza una discrecionalidad destinada al disciplinamiento político.
9- Asegurar un sistema de estadísticas transparente, confiable y elaborado en forma profesional e independiente.
10- Cumplimiento de las obligaciones con nuestros acreedores.
Adiós las recetas cortas para los precios en las góndolas, por fin grandes líneas de acción para mostrar al gran público sopapeado. Como dice el rey de la soja, Gustavo Grobocopatel, en este país hoy todos somos más pobres. Ajuste, estanflación, dólar imparable, han hinchado como pororó a Cristina la mala.
No es la primera vez que argentinos, políticos o no, firman cosas bonitas y sonríen para la foto, antes de tirar a la basura el pen drive. Léanmelo de nuevo, pide Cristine Lagarde a su séquito, entre cafés de cápsula y frente a la tierna primavera del Central Park. Sí señora, no habla de contener el gasto, de la austeridad, de las provincias, del Anses, pero dicen que gane quien gane nos van a pagar.
“No pasarán, we are the winners”, proclama el macrismo a sus deprimidos aliados y al mentado Círculo Rojo, mientras unos cuantos le ponen fichas y morlacos al denostado eje del mal, por la promesa recibida de que CFK quemará en hoguera pública la causa Cuadernos. Por favor no confundi, aquí no habrá Lava Jato porque aquí no hubo coimas sino exacciones desde políticos indecentes que nos apretaban para dejarnos trabajar.
Pero Mauricio no para de caer ni la Jefa de crecer. Cambiemos sólo obtuvo el 24% de sufragios en todo lo votado hasta ahora en el país y las encuestas le son una peor que otra. En un calendario electoral que parece hecho por la AFA. te sientas frente a la tele y no sabes por qué copa ni contra quién está jugando tu equipo. Excepto si militas en la nomenclatura política, en los núcleos más fans que se ufanan de la grieta con cosas cariñosas como “hay que matarlos a todos para garantizar la democracia y la convivencia” o "esta manga de chorros tienen que pudrirse en la cárcel".
Para alivio, para este gobierno que no da pie con bola y pelea por el famoso 40% de indecisos, alguien acaba de escribir “Sinceramente” y centenares de miles lo tuvieron al toque en pdf en sus smarts para recordar, para esperanza u horror, aquellos viejos tiempos que pueden volver. Un libro deliberadamente ramplón y apto para todo público que confirma que nada ha cambiado de su mirada febril, pese a los juramentos del saltimbanqui Alberto Fernández de que esta versión es más sensata y sosegada.
No hay que ilusionarse, ese será el tono de la campaña electoral porque de qué hacer con este país, mejor ni hablar. “Mirá, mirá esto”, postean los alicaídos amarillos el mensaje de choreos cuidados de Guillermo Moreno, el amigo del Papa, o las chapuzas de Macri y los suyos con sus timbreos armados. “Ustedes quieren terminar con las instituciones y nos dejaron la pesada herencia”, “No, son ustedes los que hambrean al pueblo porque los fachos-gorilas siempre han sido lo mismo”. Pensar que Dios era argentino.
Vamos por todo. Mientras tanto, el mundo no peronista y los inversores se recalientan con que buena parte de ese movimiento popular, dato clave del siglo XXI, ha sido ganado por un discurso anti sistema y una concepción política que reinvindica el pensamiento único, para el cual cualquier otra presencia en el poder es una usurpación.
No está solo este tardo justicialismo en este vasto club global habitado entre otros por Indignados, chalecos amarillos del Mouvement des gilets jaunes o Momemtum, el anticapitalismo ácrata de UK que cayó en la trampa del Brexit. Con otras camisetas, en las antípodas, están los fervientes de Trump, Vox, Bolsonaro o Salvini que postulan superioridades de razas y restauraciones darwinianas, cero solidaridad y la prosperidad de los más aptos. Para unos y otros la democracia es un lastre, que sirve para llegar al poder pero se debe tirar por la borda para asegurar el bienestar de las generaciones venideras.
En este mundo, repleto de tensiones económicas y geopolíticas, Argentina perdió brillo y confianza. El riesgo país engorda y el bolsillo adelgaza, no hay un día de paz. Como si fuera poco, hay lejanías que interpelan."No lo toquen a Maduro", advierte la cristineada sin poder ponerse a salvo de ese naufragio. Jaime Durán Barba sonríe, por esa ayudita que termina viniendo de afuera.
Al fin y al cabo, el gurú podría decir que "No nos une el Metrobus sino el espanto. Poné Netflix querida, por ahí pescamos algo mejor.
* Director de EnerNews y Mining Press