DANIEL BOSQUE*
(Desde Rio de Janeiro) “Porque hoy es sábado”, decía Vinicius. El Posto 5 de Copacabana desborda de camisetas amarelhas. Desde el camión, una candidata rubia, tan homofóbica como su líder, está a grito pelado. A falta del verdadero, a punto de su salida del hospital, una silueta de cartón de Jair Bolsonaro preside el meeting. “O Capitán voltou, Ele sí” dice el coro, pero el hit es “Nossa bandeira jamais será vermelha”.
Voce quer saber? Le dice al cronista un matrimonio mayor. “Brasil está presa del crimen y la corrupción y Bolsonaro es el único que puede salvarnos. Es un héroe nacional que casi ha dado la vida por nosotros”. El PT no debe volver porque destruyó al país”.
La puñalada trapera de Juiz de Fora es el #trendtopic entre 214 millones de ciudadanos de un país que pese al severo ajuste fiscal aún siente el golpe de la recesión 2015-2017 que desplomó el PIB un 8%. La economía no termina de mejorar y con esta elección ha vuelto a decaer. “Ha sido como tirar un piano de cola desde la torre de la Petrobras”, dice Fernando, un economista de pasado de izquierdas que hoy habita la tribu que cree en la cruzada de decencia del ex militar.
No es el único, tras el atentado, un 35% del padrón se inclina por este mix de Donald Trump y Jean-Marie Le Pen en clave sudamericana. Es la amplia franja, con mayor presencia en el centro y sur-sureste del país que cree que en la corrupción del establishment y en la decadencia de las costumbres están la madre de todos los males.
A la misma hora y a cuatro kilómetros de allí, el coro del ‘’Ele Nao” condena esa misoginia de tinte neonazi. Es la concentración de mujeres y lulistas de Cinelandia que hace foco en otras cosas. “Desigualdad, extrema pobreza que ha crecido, la derrota el PT de Haddad será la continuidad de las políticas antisindicales de Michael Temer, tras el discurso de mano dura a la delincuencia se esconde más entrega de la riqueza de Brasil”.
A dos días de las elecciones, el súper mirado debate por la TV Globo no ha traído revelaciones, sólo más agravios mutuos, como para conquistar la franja de indecisos que hoy llevan la contienda hasta las puertas del balotaje La cadena hace días que perdió su rutina. Todas las noches interrumpe Segundo Sol, el culebrón clásico de cada noche que es, junto al futbol el producto cultural más transversal de una sociedad desigual.
Besos de galanes e intrigas de arpías quedan en pausa y en media hora de spots centenares de candidatos apiñan sus mensajes exprés imposibles de recordar. El sistema político de Brasil no es original: el 85% de los funcionarios y legisladores aspirarán este domingo a la reelección. El país está en crisis pero la política es un buen negocio. Y el marketing más curioso es el de los presidenciables, donde brillan más las descalificaciones a los rivales que la propia propaganda.
El telediario regala, con gráficos clarísimos, la mercadotecnia electoral: Data Folha e IBOPE coinciden en que en la noche del 7/10 quedarán solos Jair Bolsonaro, por 10 años capitán del Ejército y por 30 diputado, y Fernando Haddad, el ex alcalde de Sao Paulo al que Luis Ignazio Da Silva, desde su celda en Curitiba, mandó a la palestra, una especie de “Cámpora al gobierno, Perón al poder” en versión brasileira.
La polarización ha prendido y la única sorpresa podría ser un voto vergonzante que pueda acompañar a Bolsonaro. Sondeos y analistas mediáticos arriesgan que en un segundo turno ganará el delfín de Lula. Pese a que los mercados se animaron en la recta final a apoyar al ex militar ha redoblado la apuesta al decir que su triunfo es el único resultado aceptable. Qué dirán eventualmente las FF.AA. que en su día se pronunciaron en contra de Lula libre, es la pregunta.
La grieta, como dicen los argentinos, es profunda y tensa, pero en la calle y en el transporte público conviven en estas vísperas gentes ataviadas con los íconos de las antípodas. La esperanza conservadora del convaleciente vs. la nostalgia de izquierdas por el anciano preso son dos universos irreconciliables bifurcados.
Este no es un comicio más para la región, será también un gran test sobre el futuro inmediato del péndulo populismo - gobiernos conservadores en la región. Desde su encierro, Lula no deja de ser el gran elector. Tras su apresamiento en mayo no ha parado de crecer en las encuestas y según el resultado electoral le espera un alivio a su condena o más años de mazmorra, si se siguen las últimas revelaciones, en plena víspera del comicio, del juzgado de Sergio Moro por la delación premiada del ex superministro Antonio Palocci.
“Lula y Dilma se robaron un Brasil entero”; “Bolsonaro vendrá acabar la crueldad contra el pueblo de Temer y su banda”; “PT convirtió a Petrobras en campeona mundial de la corrupción”; “Destruyeron los sindicatos regalaron el petróleo pré-sal a los extranjeros”, son los leit motiv que explican en la calle más rechazos que adhesiones, orillando el 50%, hacia los candidatos con más chances.
Todo está listo para que vote este país tan grande como bipolar, en el cual ha crecido la pobreza y la extrema pobreza hasta atrapar al 30% de la población. En el piso de su popularidad, el gobierno saliente proclama haber derrumbado el déficit fiscal hasta mínimos de 2014, lo mismo que el peso de la deuda, un 6,3% US$ 130.000 millones. Es la foto, la película es que creció 68,5% en un lustro, hasta un 7,8% del PIB. Sumada la deuda privada, el gigante sudamericano suma US$322.000 millones.
“Brasil no crece por el barullo político”; “Gane quien gane estamos condenados” dicen los sondeos sobre el humor social. Brasil no piensa en dólares, como la Argentina, es el mensaje para el reportero. Pero en los dos últimos años el número de inversores en acciones y bonos extranjeros creció de 5.000 a 55.000, un termómetro de la desconfianza. Y la violencia alcanza nuevos records: 63.880 homicidios en 2017, unos 7 por hora, y 60.018 violaciones, prácticamente un 9% más que año precedente.
El domingo votarán todas las tribus invocadas por los encuestadores. Negros (53%), mujeres (55%), millenials (40%) evangélicos (40%), entre otras. Y sobre todo dos grandes colectivos, los ganadores y perdedores, esos que nunca faltan en la inmensidad de América Latina.
* Director de Mining Press y EnerNews.