DANIEL BOSQUE*
Todo envejece rápido en los tribunales de Retiro. Después de las cantatas de Carlos Wagner, Claudio Uberti, José López y el contador Clarens, por citar las más sonoras, los problemas han pasado a ser otros.
Por ejemplo para el PJ, que cerró filas tras CFK y ahora podría alentar una ley light para la famosa Extinción de dominio. Cambiemos, enfrente, dice esta boca no es mía pero las redes y opiniones afines han llamado al #21-A para meter presión frente al Congreso Nacional y en provincias.
Mientras el peronismo debate qué hacer con el allanamiento a Cristina Kirchner, el más anunciado de la historia, la espera por el póker de José López es tensa. El visitante nocturno de las monjitas augura desparramos. A diferencia de Uberti (el despechado que sorprendió incluso a Elisa Carrió que lo tenía en su top ten de bestias negras, junto a Angelo Calcaterra, Ricardo Lorenzetti, Daniel Angelici y otros), estuvo hasta el final del kirchnerato. El flamante arrepentido tiene trastornos psíquicos, pero sus raptos de lucidez memoriosa podrían hacer mucho daño.
En especial en el capítulo de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN), el ‘’billetera mata galán’’ con que la Casa Rosada fideliza o castiga a provincias y municipios, desde Ushuaia a La Quiaca. En el kirchnerismo, vía Lopecito, y en el macrismo con Rogelio Frigerio, el gran negociador, nadie reparte las obras con imparcialidad. Una cosa, se atajan los macristas, era cobrar el anticipo y retornarlo como sobornos a los funcionarios, con lo cual las obras nacían desfinanciadas y había que ampliar presupuestos para volver a coimear (Wagner dixit), y otra es "pavimentar y hacer ductos sin sobreprecios".
El gobierno nacional, pese a la calma zen que propala Mauricio, va a la deriva y no le encuentra la vuelta al descalabro de la economía y a la sequía de las finanzas públicas. Y encima le preocupa que este Lava Jato argentino, tan teñido hasta ahora de un solo color político, comenzó a empujar a la biodiversidad justicialista hacia el liderazgo de Cristina.
Dónde y cómo termina esta pesadilla, preguntan los empresarios, en este excelente momento para los abogados penalistas. Las acciones de compañías y bancos argentinos no salen de la zona de castigo, en el Merval y en Wall Street, y hay que restregarse los ojos para ver como los popes de empresas explican gestiones, salen de directorios y recuerdan como fueron víctimas de un tinglado de coacciones y favores de alcance nacional.
Hay que parar aquí, un país no puede funcionar sin sus empresas líderes, sería un suicidio, es el mensaje que está viralizando el establishment. No hay dinero que cormpense el escarnio. Un mensaje similar de apelación a los poderes públicos envió el empresariado peruano, cuando el tsunami Odebrecht amenazó con tumbar a gigantes de la talla de Graña y Montero. En Perú estaba en juego 4 o 5% de crecimiento del PBI, y en la Argentina hoy está sobre la mesa más o menos recesión y una inflación del 30-35%.
Irá alguien más preso y/o se arrepentirá. Ya nadie se acuerda del chofer Centeno, quien si sobrevive a estos días duros probablemente termine solo, pobre y desamparado, como en la letra de un tango. Son momentos de anticiparse a la jugada. Al empresario inquieto sólo le cabe madrugar y esperar que su señoría, Claudio Bonadío acepte el relato esculpatorio. Para el político, que firmó papeles y posó en fotos, el consejo de sus letrados es negar todo. Lo innegable fue actuado en aras del bienestar general, señor juez.
La gran pregunta es cuánto dinero se habría robado en la Era K y la más difícil de contestar es si se podrá recuperar. El Grupo Clarín las cfró en US$ 36.000 millones, lo que siempre denunció Carrió, basándose en la simple cuenta de almacenero de cuánto contrataba el Estado y lo que supuestamente solía tarifar, promedio, el sistema político venal.
La otra inquietud, prematura, gira en torno a quién ganará las elecciones 2019, frente a las cuales CFK sigue impoluta y bendecida por sus acólitos, como han advertido Poliarquía y Rouvier, entre otros. Una mala noticia para los que rezan para que todo esto pase rápido y sea tapado por otro drama o escándalo emponchado en los colores de la bandera patria.