DANIEL BOSQUE*
“El que nace para tambor nunca llega a corneta”. La política argentina ha demostrado en las últimas horas su prístina incapacidad para gestionar un país aquejado por severas disfunciones. La sentencia parece cruel, más aún porque la dirigencia política, empresarial y sindical vigente no ha bajado de naves espaciales sino que es el fruto del vientre social de la República. Es, como dice el himno, lo que supimos conseguir.
Los hombres y mujeres de discursos, mayormente vacuos y panfletarios, en la maratón parlamentaria que derivó en la aprobación de la Reforma Previsional son la punta de un iceberg a la deriva formado por miles funcionarios, legisladores y dirigentes varios, en cada rincón del país, ciudadanos con fortuna, del sitial que ocupan y de los privilegios que les da su performance pública.
El minuto de silencio por los muertos en los sangrientos sucesos del 2001, que pidió al cierre del debate el kirchnerista Agustín Rossi, y al que adhirieron con respeto todos los diputados, debería extenderse en su dedicatoria a la desaparición del intelecto de estos protagonistas para pensar la Argentina.
Basta sino con mirar la faz práctica de la gran revolución desarrollista que propone Mauricio Macri. Enamorado de su reciente triunfo electoral y fogoneado por su think tank, el gobierno ha pifiado feo en el diseño, la herramienta, el modo y la oportunidad de plantear una reforma a las jubilaciones y pensiones, necesaria en lo conceptual, pero patéticamente reducida hasta el flagrante recorte.
Hay que ser muy cínico o hacerse el tonto para negar la inviabilidad de un sistema que hace aguas. Pero forma parte del entramado político multicolor la opción de no sacar los pies del plato y no ir a la médula de las cosas. Cambiemos y las diversas expresiones peronistas han omitido hablar en sus catilinarias de la otra parte del león, del sistema de privilegios que incluye jubilaciones y retribuciones absurdas por lo astronómicas, jueces y otros entenados que no tributan impuestos, asimetrías graciosas de un welfare state al que el macrismo más presuroso y talibán optó, suicidamente, por tijeretear justo en la franja de ingresos más débiles.
SILENCIO, POR FAVOR
De eso no se habla en la Argentina, ni kas ni antikas. Mejor no mencionar a jubilados que ganan US$ 20.000/mes mientras se les quiere aplicar el cepo a la gran masa del pueblo que repta con US$ 300. Con la misma lógica y complicidad con la que el año pasado se aumentaron las dietas, en el mejor consenso (Cambiemos, PJ, FPV, PR) de los últimos tiempos, los mismos legisladores que en la última semana se enrostraron miserias y se sacaron los ojos.
El Estado argentino, de cuyo déficit tanto se pontifica, es un barril sin fondo. Desde sus unidades celulares, los más recónditos municipios donde intendentes y ediles se fijan ingresos de US$ 15/ 20.000 a las grandes estructuras de las provincias y de la Nación, donde se acumulan en sucesivas eras geológicas miles de medios y altos cargos con sueldos que equivalen a 10 o más lo necesario para no ser pobre en este país, según la reputada Universidad Católica Argentina ( unos US$ 300).
Basta con mirar la superpoblada “raviolera” estatal para colmarse de asombro. El gobierno nacional, aduciendo su debilidad relativa y sus necesarios pactos con peronistas, UTE, UPCN y otros no sólo ha conservado en sus filas a centenares de ineptos designados por el tardocristinismo y eras geológicas anteriores, sino que también le ha sumado los suyos en cantidad apreciable. Por debajo de efectistas anuncios de reducciones de áreas y controles biométricos que serán capaces de detectar ñoquis (traducción para extranjeros: personal que no trabaja y cobra), el Boletín Oficial viene dando cuenta de decenas de nombramientos de individuos de dudosa experiencia en todo el país.
Todo se paga en esta vida y hay facturas que no tardan en llegar. El otro resultado no querido de este error no forzado es la cuasi exculpación del kirchnerismo, de una era dispendiosa que acabó implosionando en sus propias contradicciones, voracidad e impericia para gestionar la cosa pública mientras la disfrazaba de época triunfal. Ni lerdos ni perezosos, quienes contribuyeron con creces a este estado de cosas se han solazado en el debate por la tijera jubilatoria con su espejo de querubines del pueblo, herederos de las mejores banderas de Perón y Evita quienes por suerte no están aquí para constatar lo dicho.
La intentona de este renacido colectivo, al que el periodista Julio Villalonga bautizó como el trosko-kirchnerismo por tratar de abortar el tratamiento de una ley en la que se sabía perdidoso, cobijándose en la “carnicería” y la “masacrre” (sic) que se estaba produciendo afuera del Congreso Nacional. El país ha visto como centenares de lúmpenes, muchos de ellos bajo las banderas de la izquierda, hondeaban tuercas y bulones a la policía mientras despedazaban un sector de la ciudad para después felicitarse por Twitter y Facebook. Si esa entente cree que así puede ganar adeptos en lo ancho de la sociedad, la única fórmula posible es esperar el colapso total de la economía y de la política, algo que parece hoy lejos de ocurrir.
No se vaya que tenemos otra mala noticia para darle. Para cerrar la trilogía del sueño de Mauricio aún queda pendiente el intento por imponer la Reforma Laboral. Una oportunidad de revancha para la CGT, cuya huelga de 12 a 12 tuvo la virtud de incomodar a todos y no conformar a nadie.
Terminó este enredo y a priori el que más casilleros retrocedió fue Cambiemos. Mejor dicho, la construcción de su imaginario de gobierno protector y gestor de prosperidades para el ciudadano de a pie. Con la misma lógica que ha utilizado en la Armada tras la desgracia del ARA San Juan, Macri debería gestionar el retiro de los gerentes que acaban de regalarle un disgusto mayúsculo que pone en riesgo el proyecto re elección de 2019.
Otro diciembre negro. El rito inaugurado en 2001 no falla. Todos han perdido en este trance capaz de bajarle la moral a cualquiera. Ánimo, que ya llega Navidad.
*Director de EnerNews y Mining Press
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