DANIEL BOSQUE*
Desde que Cristóbal Colón machacó a Isabel en sus cartas con la obsesión por la palabra “oro”, ha sido un buen entretenimiento detectar como rankean los vocablos de un mensaje. Mauricio Macri, ante el star system connacional ha coronado su dialéctica, como muchos de sus predecesores, Cristina incluida, con el gentilicio “argentinos” (pronunciado 22 veces).
Eran esperables sus apelaciones al trabajo (14) y el cambio (10) , pero han sorprendido, sobre todo a los gobernadores peronistas, sus citas sobre la pobreza (8), apenas por debajo de la inflación (10) ingobernable. Mundo (9), crédito (8), consenso (7) y privilegios (7) explican también los hilos conductores de lo que el presidente fue a instalar, remover y buscar al CCK.
Para muchos, y se verá en el andar, ayer fue la presentación de un espacio de centro y popular, cuyo diccionario aspira a dejar atrás aquel rictus de derecha con el que vio la luz. El auditorio estelar ha tomado nota de un mensaje sólido en palabras y gestos. Esta calma zen de Macri le viene tanto de la meditación, la autoayuda y la programación neurolingüística, como de la reciente montaña de votos que le invita a soñar, en inversa proporción al sufrimiento del peronismo.
Macri, sobreviviente de la bomba de tiempo que le dejó CFK, ha aprendido a hacer pasteles con harina peronista y acaba de convocar al establishment a no hacer trampas y a cultivar la mirada común clavada en un futuro grandioso. Algo tan difícil en la Argentina como pedirle a un futbolista diestro que patee con la zurda como los dioses. Su discurso ha apelado a épicas trascendentes, haciendo omisión de que quienes le antecedieron pidieron o intentaron algo parecido a fuerza de seducciones o de garrotes.
Este ambicioso reformismo macrista no llega a la copa como el fruto de cepas neoliberales, como bien lo están advirtiendo sus derrotados del 22. Su peronización preocupa, a justicialistas y a liberales, por motivos diversos. Tanto como desafía a los pronósticos de economistas. ¿Argentina se sobrepondrá a tantas décadas pendulares de oportunidades desperdiciadas y será el gran faro del Sur o sucumbirá, al cabo del intento, en una crisis de magnitudes desconocidas?
El macrismo es hoy una sorpresa que no cesa. Y se siente fuerte en el intento más concatenado del poder económico y financiero, en muchas décadas, en pos de reformular la relación Estado- Sociedad. Pero es a la vez un ballet en la cornisa, donde el equilibrio de cada instante resulta vital.
De Trump a Macron y de Putin a Merkel, conseguir acuerdos y consensos en el mundo de hoy es una audacia. En la política argentina, dada su conocida patología, suena como una quimera, parecida a la de Colón, cinco siglos después. Supermauricio cree que puede lograrlo.
*Director Mining Press - EnerNews