DANIEL BOSQUE*
Los youtubes de Roberto Baratta en manos de la fuerza pública han vuelto a mover el marcador de un match cambiante y no apto para cardíacos. Por el estatus del detenido y el cerco implacable a su ex jefe. Y porque el GNLgate es, por su escala y desparpajo uno de los negocios más turbios del pero-kirchnerismo. Tanto que, si esto no es puro humo, Roberto Dromi debería estar más que preocupado.
La montaña rusa no para, hace una semana cerraba IDEA con la mayor euforia en 22 años, mientras otros sondeos auguraban dos a cuatro puntos a favor del silente Esteban Bulrrich sobre el fantasma CKF. Al punto que la prensa y la política ya conjeturaban el after day. Mauricio Macri y su estrella María Eugenia Vidal, con la asistencia del establishment que ahora sí parece confiar en Cambiemos, tienen preparado litros de cafe y montañas de facturas para debatir con látigo y billetera las grandes asignaturas pendientes que reclaman los inversores. Argentina no es Brasil, como para enloquecerse con una reforma laboral sin freno, y tampoco un spa que puede curar tan fácil las asimetrías y desbalances fiscales.
Algunos adelantos del nuevo thriller: Los US$ 3.000 millones de impuestos que reclama Mariu serán resistidos a capa y espada por los gobernadores del PJ. Y el nuevo marco para salarios y despidos verá el pulso en la calle de los sindicatos peronistas.
Unos y otros ya han recibido duras pruebas de la realidad. Tras las PASO de agosto, el macrismo ha puesto fin a su inocencia y enviado mensaje de que el bienestar del territorio y fisco provinciales dependerá algunas lealtades. La próxima pprueba de fuego será a la hora de debatir la suerte de Julio De Vido en el Congreso Nacional. Difícilmente, como está el naipe ahora, el acorralado ex funcionario, con pedido de prisión preventiva por los buques metaneros, consiga la adhesión del Justicialismo que hace apenas tres meses lo salvó de las garras de la Justicia.
Los gremios, por su parte, han recibido lo suyo con affaire del Pata Medina, lo sustancial del caso no es todo lo revelado, sino cómo la CGT y la UOCRA le soltaron la mano a un dirigente modélico. Si le preguntan a empresarios y gobernantes, hay un rosario de anécdotas, desde Camioneros a Petroleros, siguiendo por los sindicalistas estatales, que no tienen desperdicio en un país de dirigentes ricos, sindicatos idem, abogados oportunos y empleados desprotegidos.
La felicidad es una quimera y cuando todos los que sueñan con el fin del kirchnerismo festejaban por anticipado apareció el cadáver del Río Chubut. El ADN todavía no dice al gran público si es o no Santiago Maldonado, pero tal vez eso no importa a la hora de este macabro striptease que desnuda las viejas taras de la política argentina y sus violencias en un caso que, como el de Alberto Nisman, ha vuelto a fisurar a la sociedad.
Si la primera doctrina hace casi tres meses cuando ocurrió la tragedia fue el respaldo a Gendarmería y su ministra jefe como parte de una alianza para combatir el menudeo narco en el Conurbano bonaerense, las torpezas y los pulsos electorales han obligado al gobierno a recalcular. Hasta quedar en el peor de los pantanos, a merced de todo tipo de operaciones y obligado a sobreactuar transparencias.
Los argentinos parecen bipolares. Marcos Peña, en Mar del Plata, se golpeó el pecho con qué éste gobierno es el mejor de medio siglo. Pero su jefe sabe que nunca estuvo tan cerca del paraíso y del infierno como ahora. Aún ganando el domingo, el festejo debería ser mesurado. La inflación, las tensiones políticas y sociales y la madeja de la irresoluta corrupción (Argentina, sin ir más lejos, es de los pocos países que no avanza en el expediente Odebrecht) lo esperan a partir del lunes, junto a sus grandes proyectos de inversión en infraestructura y Vaca Muerta.
Cambiemos no es el único que tiene que ir a terapia: si el peronismo sueña con volver en 2019 antes deberá discernir qué hacer con su reciente identidad kirchnerista, una sombra que le pisa los talones, diga lo que diga y haga y lo que haga.
*Director de Mining Press y EnerNews