DANIEL BOSQUE
La forma en que la política argentina viene afrontando el escándalo Odebrecht es la antítesis de la famosa sentencia de Francisco Franco. Aquí “todo está atado y mal atado” y algún día tenía que reventar el embrollo en las planas de los diarios, si se mira lo que ha pasado desde México hacia el Sur. Y como ocurrió por donde atravesó este tsunami, aún resulta prematuro el inventario de daños.
Los más que tardíos allanamientos a las oficinas porteñas que dispuso el juez Sebastián Casanello, la bautizada tortuga de la prensa antiká, son la expresión de un reloj que hace rato no marcaba las horas. En Santiago, Odebrecht fue allanada en marzo; en México y en Panamá, en febrero; en Bogotá y en Caracas, en diciembre, En Lima en noviembre, La eclosión política en Buenos Aires sólo coincide en el calendario con los sonoros escándalos que se suceden en estos días en República Dominicana, El Salvador, Panamá y Costa Rica.
Al Lava Jato, cuyo costado cárnico con las escuchas de JSB hoy tiene contra las cuerdas dramáticamente a Michel Temer y su restauración conservadora, sólo le faltaba esta versión local para completar el damero. Cambiemos y la oposición que por ahora prefiere ver la película antes de intentar sacarle provecho, han hecho en estos meses todo lo posible para que no corran ríos de tinta, como se decía antes del periodismo digital. Porque como en el juego del Jenga, mover cualquier pieza podría descalabrar el cierre exprés del pasado reciente para avanzar con otro reparto de la siempre sospechada obra pública.
El acuerdo del macrismo con la constructora brasilera que hoy es mala palabra parecía a punto de naufragar tras el filtrado a los medios del borrador extrajudicial. Los abogados de la empresa, con el aceitado know how de haber trajinado los parlamentos, ministerios y tribunales de EE.UU. y de la región, donde la red de sobornos golpeó a PPK, Peña Nieto, Santos y unos cuantos más, acercaron a Germán Garavano su polémica multa a pagar en 2024 como colofón.
Gobierno y empresa sospechada corrieron al cabildeo en vísperas del fin del secreto de sumario en Brasil, el próximo jueves 1/6, pero esta versión tanguera de la delación premiada no le cerrará a la constructora, que buscaba más garantías judiciales y seguir sin sobresaltos en el mercado de obras y contratas donde hoy tienen por delante el soterramiento del FF.CC Sarmiento y los gasoductos troncales de Córdoba, proyectos que suman más de US$ 3.000 millones.
Al fin de sus debates internos, el gobierno tampoco quiere verse embarrado por una oscura rúbrica. Todo el establishment político por estas horas está intranquilo. Y no sólo por Elisa Carrió, la junta votos entre la clase media no populista metropolitana, cuyos desplantes llegaron a presagiar una chachoalvarización de la coalición gobernante, lo cual podría significar algo parecido al principio del fin.
Es De Vido, estúpido, despotrica Lilita en una andanada que hiela la sangre de quienes han diseñado la estrategia de demonización y aislamiento de Odebrecht, al estilo de la que meses atrás se le aplicó a Cristóbal López e Indalo, quien logró salvar su holding acordando una moratoria por cada evasión al fisco. Ya suma 30 y le falta cerrar la gorda, por el fraudulento manejo del Impuesto a la Transferencia a los Combustibles (ITC).
“No me van a ver tirado ni me van a ver vencido”, desafía como en el tango el ex superministro bigotón con aquello de a ver si son capaces de probarme algo. A un año de López, los bolsos y las monjitas, confía en tener otros deslices controlados.
Investiguemos toda la obra pública, redobla su ex jefa insinuando al club de la construcción que si se tira del piolín todos desfilarán por tribunales. Para los que viven estimando cuanto se robó, desvió o eludió en la Argentina, sólo en lo que va del siglo, los comentados US$ 35 millones de mordida por el empalme de Aysa en el Paraná de las Palmas no parecen una cifra monumental. Pesificada impacta más o si se acude, como hacen algunos a la cantidad de escuelas, hospitales o carreteras que podrían hacerse con el mal habido. Aunque hay teoremas de la matemática moderna, como el de Aníbal Fernández, que postulan que la coima no es dinero robado al Estado (sic), por lo cual en Argentina no cabría hacer como en Brasil. O sea, devolver.
Desde que comenzó el calvario de Odebrecht no han cesado las hipótesis sobre las bambalinas del escarnio que destruyó el gigantesco sistema de negocios del holding y del club de brasileras que junto a partners de cada país se quedaban con importantes proyectos de infraestructura. El grupo, cuyo líder encarcelado Marcelo Odebrecht ordenó abrir más aún la caja de Pandora al juez Moro y hoy no deja de ajustarse en medio del temporal. Odebrecht Óleo e Gas (OOG) cerró esta semana con sus acreedores, la renegociación de US$ 5.000 millones por el 60% de su deuda.
El 16 de abril un juez de New York impuso multas por US$ 2.391 millones a pagar a Brasil; US$ 116 millones a Suiza y US$ 93 millones a EE UU. El pago al Tesoro norteamericano será antes del 30 de junio. Sólo entre 2012 y 2013, Odebrecht pagó US$ 1.460 millones en sobornos relacionados con más de 100 proyectos en 12 países: Angola, Argentina, Brasil, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Mozambique, Panamá, Perú y Venezuela. A cambio de esos pagos ilícitos, obtuvo beneficios de US$ 3.336 millones. Las revelaciones son escandalosas: US$ 599 millones en Brasil, 98 en Venezuela, 92 en República Dominicana, 59 en Panamá y 50 en Angola, 29 en Perú, desde 2005 y con gobiernos de distinto color.
Con la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser que recitaba Gardel, el grupo que llegó a estar en 50 países y sumaba 170.000 empleados, ha ido soltando obras y cerrando oficinas, una de las más importante es el Gasoducto Sur Peruano (GSP) que puso en jaque al abanico político del Perú. Como en otros países, las revelaciones pusieron en terapia intensiva a todo el establishment además de desacreditar al poderoso grupo Graña y Montero hasta el público arrepentimiento por su ex partner brasilero.
Como en todos los negocios, las obras que unos abandonan, son oportunidad para otros, por eso este es el momento para europeas y americanas que habían sido relegadas por el "clube paulista". Incluso para Isolux, incinerada por la auditoría de la Auditoría General de la Nación de la Argentina sobre la nunca operativa usina a carbón de Río Turbio, salvo la truchada inauguración (falseada, en lunfardo) de Cristina Kirchner.
"It takes two to tango" (el tango se baila de a dos) y en el contrapunto de la danza el problema es otro. Cómo conjuga hoy la política el verbo odebrectear. En la Argentina, las elecciones de medio término están muy cerca y también aquí las esquirlas del caso podrían alcanzar a cualquiera. A priori, correos, poderes, sociedades y cuentas comprometedores son más fáciles de deletear y enmascarar, como habría hecho el country manager para el país Mauricio Couri Ribeiro, que los decretos y resoluciones del Estado referidos a contrataciones hoy bajo la lupa.
Conviene no pararse ni para ir al baño. La intrincada crónica del Lava Jato llegó a Buenos Aires para quedarse.