DANIEL BOSQUE*
"Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo. Se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Duración media del llanto, tres minutos". (Julio Cortázar, en "Instrucciones para llorar")
Lo que faltaba. El político empresario cool y su carilinda ministra de la cuestión social acaban de asestarle un golpe fatal al raído narcicismo de los argentinos. Resulta que éramos tan pobres, tanto como una tercera parte del todo y que uno de cada dos pibes por debajo de los 14 la pasan mal y con privaciones. Las nuevas cifras del INDEC, que alguna vez supo ser para todos y todas, han tapado los medios y buena parte de los actores sociales de la República Argentina se han mostrado escandalizados.
Qué horror, cómo llegamos a esto, repiten en disonantes coros los que aplauden esta “restauración de la decencia y de la verdad” y en el otro rincón el 30% de nostálgicos del kirchnerismo, o mejor dicho, del nac&pop, “porque defiendo el proyecto por encima de lo que haya hecho el gobierno de Cristina, que para eso está la Justicia”.
La exhibición, casi obscena, de tanta pobreza y marginalidad ha mostrado, como quien rompe un huevo, cual es el núcleo de la cosa. "Es la inclusión estúpido" la moraleja. La Argentina igualitaria de Perón y Evita ha virado hace tres décadas desde el comienzo de la dictadura a nuestros días, a una sociedad crecientemente inmóvil. Si naces pobre, morirás ídem es el mensaje que han grabado a fuego sucesivos periodos, aunque la era K torció el debate hacia confundir paliativos con revoluciones. La Asignación Universal por Hijos que ideó Elisa Carrió fue leída por los acólitos de la pingüinera como una herramienta de transformación, y todos los planes sociales (Jefes, Jefas, Trabajar,etc) son la estela del remake redentor de los desposeídos.
Que alguien les traduzca por favor a los magnates o a sus gerentes que vinieron al Mini Davos qué es en realidad la Argentina. ¿Acaso un territorio salvaje, atravesado por la inequidad y la miseria? ¿O una tierra ubérrima, de las mejores del mundo, donde tirás cualquier semilla y brota el mejor árbol? La explicación debe ser cuidadosa para no espantar a los gringos admiradores de los bifes de chorizo de la voluptuosa Buenos Aires.
Dante Sica, de Abeceb, cifra en US$ 135.000 millones/año (el blanqueo de capitales argentinos fugados aportaría sólo US$ 20.000 M, una sola vez) el sustento necesario para el plan de desarrollo que sueña Macri. Y los economistas coinciden en que 2017 necesitará no menos de US$ 20.000 millones para pagar los servicios de la deuda. El secreto a voces es que, en la guerra contra la inflación, no habrá más emisiones sino más bonos. Todas estas grandes cifras poco importan al inocultable tsunami de pobres que inunda la Argentina. Un 10/15% de ellos son hijos de las recientes Macrinomics, el resto llevan el apellido paterno y materno del peronismo, que gobernó las 4/5 partes de la democracia. Casi tres décadas en las que el gran gran partido de masas se exculpa con que no lo pudo hacer mejor por el boicot de las corporaciones.
Ese es el quid de la cuestión. ¿A quién le debemos el copyright de la pobreza y la indignidad? ¿A una burguesía cínica que se habituó a malpagar a sus empleados, remarcar precios sin frenos, evadir impuestos y asociarse o coimear con los políticos? ¿O a una nomenclatura de tecnoburócratas que desde el Estado han prometido el oro y el moro para quedarse con el primero? Viejo dilema si la culpa la tiene el chancho o el que le da el afrecho
Parece un comentario gorila, ponele que lo sea, pero unos cuantos justicialistas que le pusieron la rúbrica a su larga gestión en el país, con un poco de dignidad ciudadana deberían suicidarse. Como tantos chacareros, tamberos, comerciantes, a los que las crisis sucesivas les liquidaron vida y haciendas. El narcotráfico que estraga, la escuela derruida, la administración de la pobreza como piedra angular del negocio político llevan la marca registrada del gran movimiento popular argentino.
El presupuesto 2017 de Cambiemos es un acto de fe y de buena voluntad que hasta parece naif. Alfonso Prat Gay y Adolfo Sturzzeneger son otros dos pitucos que por encima de sus rencillas palaciegas prometen una inflación por debajo de los 20 puntos pero sin bajar el gasto público, como dictaría una bibilia neoliberal. La crueldad de la milanesa es que, en el acápite del asistencialismo a los más débiles, los fondos los sigue manejando el punteraje peronista y de izquierdas antisistemas. Un negocio que, en aras de la estabilidad y de ganar las legislativas del año que viene, el macrismo y sus socios no osan desmantelar.
Las cifras horripilantes de la pobreza, que con suerte serán tapadas este fin de semana con goles de Boca y River (Messi, lesionado, no puede contribuir a la distracción), promueven o esconden otro debate en la ciencia política, lejos de la calle, que acompañará por lo menos, a lo que dure el ciclo Macri. La dialéctica entre la teoría del desarrollo vs. la teoría de la dependencia que tanto entretuvo en los ‘70. La primera alumbró en la posguerra, con el Plan Marshall, y sostenía la necesidad de impulsar la prosperidad con cuantiosas inversiones externas. La segunda criticaba el sesgo imperialista de estas políticas y privilegiaba el rol del Estado y de las elites nacionales en la articulación de economías independientes y sociedades equitativas.
¿A dónde va la Argentina? Si ud. se devoró las ponencias seductoras del Business & Investments Forum concluirá en que nos espera un futuro increíble. Agroindustria, energía, minería, infraestructura, servicios, está todo por hacerse. El problema es qué hacer con los wachiturros, con los 15 millones de ciudadanos, en su mayoría jóvenes, que quedaron en la banquina.
El país, a izquierda y derecha de su enorme potencial, es un escenario muy poco competitivo. El nac&pop gestionaba este gap con subsidios, protecciones discrecionales, capitalismo de amigos. Macri navega entre su desarrollismo errático y el hambre de ajuste impostergable. La falta de eficiencia, por ahora, la sigue cerrando el empleo público, por eso esta semana se conoció que en el último año el Estado sumó 80.000 agentes y la industria perdió 20.000.
Es probable que Argentina, con vientos a favor, surfee esta crisis y retome el crecimiento. Y que aparezca entre los milagros económicos del siglo XXI. Algunas de estas noticias de la prensa color salmón incluso llegarán a sus sowetos, a las inmensas barriadas donde se malvive el hambre, el frío y el calor, en los que reina la droga y la vida no vale nada.
*Director de EnerNews y Mining Press