DANIEL BOSQUE*
Muammar K huye por el desierto patagónico. Desesperado, siente en la nuca el aliento de un mestizaje traidor que jamás soñó ver. Entre los sedientos de su sangre, le persiguen beduinos de su gran movimiento nacional y popular que ya olvidaron los saraos en que se repartían, entre cantos y alabanzas al líder, dineros, favores, lujos y placeres. Su transpirado teléfono satelital llama y llama, buscando las ajadas voces de los jefes tribales que le servían y adulaban de rodillas. Estérilmente. Uno de los pocos dignos que escucha su jadeo lo consuela y desconsuela. Lo siento Jefe, pero no puedo hacer nada, esta conversación nunca existió. Gracias por todo. (Versión libre argentina de las Mil y Una Noches)
Si el dios nuestro señor whatsApp cobrara US$ 0,000000001 centavos por cada meme del Conventogate que los argentinos se mandaron esta semana, su facturación sería inmensurable. “Este es un país muy divertido” repiten a coro los ciudadanos de a pie. Especialmente para sus flamantes gobernantes que a falta de otras gratificaciones de la realidad han disfrutado como nadie del revoleo de negros bolsos K en la casa de las monjitas.
Además de divertida, la Argentina vive presa de un excitante stress. “Aquí suceden cosas en un día que en otros lugares del planeta las ves en meses o años”, dice el corresponsal de una agencia de noticias extranjera cuyos lectores devoran a diario el favor que despierta Mauricio Macri en los mercados del mundo. No es exclusivo de este país el vértigo: el hermano mayor verde amarelho sí que tiene swing, con tres flamantes ministros de Michel Temer encarcelados en menos de un mes.
Claro que uno y otro paisaje son distintos, aclaran las tertulias políticas. En este frío de las pampas no anidan los tuiuiús, el duro equipo del fiscal Rodrigo Janot que a diario arresta a políticos de cualquier color. Sino los mismos jueces de Canjonlandia que en la dékada freezaron no menos de 500 denuncias judiciales por corruptelas varias.
Por eso nomás, en Argentina no habrá Lavajato. Con esa tranquilidad, Cristina Kirchner y Julio De Vido desafían por las redes a un público selecto y poderoso, con prenderles el ventilador. En el gran club de la Construcción, como ocurrió en su momento con el del Transporte en los días del juicio a Ricardo Jaime, se reparte por igual tranquilidades e inquietudes. La opción es capear el temporal. Tras la consigna “muerto el perro, se terminó la rabia” hay que mirar para adelante. Tanto, que la Terminal de Omnibus de Buenos Aires seguiría en manos de Nestor Otero, el dadivoso de Jaime.
La hipótesis de mínima: de esta mani pulite criolla saldrá muy dañado el Klub de Amigos. Como ya se ve en la automutilación y metamorfosis consecuente del Grupo Indalo. Ni hablar de Austral Construcciones. A las otras big sisters, como Electroingeniería, le caben las generales del new deal: auditorías de contratos, lupa fiscal, recorte de negocios. A izquierda y derecha de las empresas más conocidas hay decenas de contratistas y consultoras vinculadas a la obra pública del ex Monasterio de Planificación Federal e Infraestructura que hoy procuran renegociar su status con el nuevo poder político. No todas entrarán en el nuevo reino del señor.
La hipótesis de máxima: un huracán que arrase con todas las matufias de la cosa pública, no figura entre las alertas del Servicio Metereológico Nacional. Aquello que en los ’80 se bautizó como Patria Contratista seguirá, previsiblemente, con otros parámetros y muchos de los mismos actores.
Se zarparon, eran unos inmorales. Es el comentario que atraviesa las clases sociales y las inclinaciones políticas. Claramente, una cosa es cobrar un peaje de 15/20% por la adjudicación de un contrato, una práctica bastante extendida no sólo en las transacciones del Estado sino también en la actividad privada en la Argentina, y otra cosa es matar la gallina de los huevos de oro.
Parece un siglo, pero hace 60 días Cristina, Justicia Legítima y La Cámpora coparon Comodoro Py para gritar la Jefa no se toca. Jaqueada y a tiro de indagatorias, lo mismo que el ex super Julio, sólo le queda negociar y rezar. Y rumiar cómo “el gobierno de los chetos” aprovecha el envión.
Para sacar la Ley Omnibus de Blanqueo+Jubilados, abrirse al Pacífico y a desafiantes Tratados de Libre Comercio (TLC), imaginar otro país en las antípodas del demonizado populismo. Los números, por ahora no bendicen: 5% de inflación en mayo, 62.000 empleos perdidos, poco achicamiento del Estado parasitario y clientelar, pymes que crujen, caída de la actividad fabril y del consumo, inversiones que no llegan, obra pública que no arranca.
Pero hay que aprovechar la tregua: la militancia Ká está groggy, el PJ tachó a El Calafate de su hoja de ruta y por fin salieron de las planas los tarifazos, aunque el problema lejos esté de ser resuelto. Buen finde largo también para Juan José Aranguren, hostigado por imputaciones judiciales, citaciones al Congreso y rumores de reemplazo. Cuando manyés que a tu lado, se prueban las pilchas que vas dejar, decía Discepolín en el inmortal Yira Yira.
* Director de Mining Press y EnerNews
