DANIEL BOSQUE*
Las modas de la alta política son así. Dentro de poco, los líderes mundiales conversarán si estuvieron o no en la nueva Argentina de Mr. Mauricio Macri, el nuevo amigo a quien la prensa occidental ya señala como el gran restaurador del orden hemisférico.
The last but not least es la anunciada visita de Barack Obama para Semana Santa y 40º Aniversario del último golpe militar. Más allá de la polémica accesoria acerca del papel de los EE.UU de Jimmy Carter en la recordada dictadura, la agenda bilateral aparece hoy impregnada de oportunidades de negocios.
Se acabó el bloqueo y el ninguneo dicen los eufóricos funcionarios de Cambiemos, en alusión a los últimos años K, cuando Obama y otros jefes de Estado eludían a Buenos Aires en sus giras por la región. Una década, sobre todo el último lustro, en el que el Estado argentino se refugió en sus Rusia y China como aliados estratégicos.
Sancionado y aislado por Occidente, tras su avanzada en Ucrania, Vladimir Putin desembarcó el año pasado en la Casa Rosada. Para proponer negocios tecnológicos y de infraestructura a Cristina, lo mismo que hizo en la gira con Maduro, Evo y otros gobernantes de la región. Y no tanta asistencia financiera, por imperio de la brutal caída del rublo.
Tras el moscovita llegó el todopoderoso Xi, hambriento de recursos naturales, poniendo yuanes sobre la mesa a cambio de commodities de largo plazo.
Macri, el nuevo vigía de Occidente, ha prometido revisar las grandes contrataciones K con los aliados de entonces. Las nucleares rusas, Chihuido, las represas del Santa Cruz, integran el listado, al igual que la llamativa estación espacial-militar de Neuquén, convenida con Beijing.
Precisamente, en la capital china, los dirigentes del PC gobernante suelen recitar su apotegma: “Occidente gobernó los últimos 200 años del planeta, nuestro poderío tiene milenios”. En la parte de atrás del globo, Washington y la UE trabajan para recuperar amistades y negocios. Después del fallo del juez Thomas Griesa del viernes, que ensalzó la nueva política argentina y abrió la puerta para un acuerdo con los holdouts, Argentina está más cerca de volver a endeudarse en Wall Street.
Como Matteo Renzi , Francois Hollande llegará esta semana a Ezeiza con valijas repletas de francos y negocios. No mucho, por ahora, pero en la situación de cuasi quebranto del fisco argentino, que tardará un buen tiempo en desactivar la espiral de ajustar la crisis vía inflación, todo suma.
Cuando despida al francés, Macri subirá a un avión de línea, conforme sus nuevos usos y costumbres, para ir a fotografiarse con el hasta ahora remiso Papa peronista. Francisco, promotor de nuevos órdenes en el mundo, le abrirá las puertas tan deseadas.
El tórrido verano porteño se cerrará con Obama, quien pocos meses antes de dejarle la Casa Blanca a un demócrata o al inquietante Donald Trump, puede anotarse los logros de haber tomado mojitos en La Habana y haber visto bailar tangos en la gran capital del Sur. Mauricio Sólo le falta ver caer a Maduro, dicen en el Departamento de Estado. Hay que saber esperar, como enseñaron los chinos.
Argentina is coming back home, dice contento el lobby americano en la City porteña. Para que la felicidad sea completa habrá que meter en una receta armónica al PJ, los sindicatos, los formadores de precios, entre otros. Domar el potro argentino no es para cualquiera.
