DANIEL BOSQUE*
Lucas, un redactor que supo trabajar en Mining Press/EnerNews insistía a menudo con que colgáramos el video. “Argentina te ilusiona pero siempre te defrauda, es una trampa”, le dice Federico Luppi en el film Martín H a su hijo en Madrid, para que no vuelva a Buenos Aires.
Muchos argentinos, de cualquier edad adulta, han visto en ese mensaje una perfecta síntesis del descreimiento fundado. Mi padre tenía ya muchos desengaños en el lomo cuando me advirtió que Perón defraudaría a la juventud peronista y que tendrían poca cuerda su vida y su gobierno. Veíamos en ese momento, en una TV blanquinegra sin control remoto, una columna eufórica de pelilargos barbudos gritándoles a los militares de Lanusse “se van, se van y nunca volverán”.
En aras del buen gusto, y porque puede haber niños cerca, es preferible omitir las decepciones, humillaciones, ilusiones y desilusiones que viví, junto a millones de compatriotas, en los últimos cuarenta años.
Los argentinos que aún vivimos, los que ya han muerto y los que acaban de nacer, parecemos ratas de laboratorio de un experimento mayor: cómo un gran país, timoneado por jíbaros reductores de cabezas, puede transformarse en una maqueta de sí mismo.
El ser humano se acostumbra a todo y el ambiente lo va determinando, dice la antropología. Lo que hoy somos, no lo que fuimos, urde un tejido argentino que nos parece lo más normal. A ojos foráneos, esta mezcla explosiva de peronistas y gorilas es tan apasionante como incomprensible. Pero cuando el cóctel se rebalsa en saqueos, narco delitos o inflación histérica, la comedia pierde forma, los gringos cambian de canal y aquí nos quedamos rumiando la tristeza.
¿Da para ilusionarse el triunfo de Macri? En principio, ser optimista nunca fue negocio en Argentina. El verdadero business vernáculo, el que nunca te va a fallar, es el dólar. Mauricio, como todo político que llega al cenit, es el fruto de la tenacidad. En dos décadas progresó y cómo: se sacó el rictus bianudo de sus primeras apariciones y se programó neuro lingüísticamente hasta ser el galán maduro zen capaz de terciar y derrotar a la mala de la película.
¿Eso bastará para domar al potro nacional? No son muchos los que le ponen todas las fichas a la empresa. La Argentina casi 2016 es un amontonadero de aturdidos y de vivos, diseminados por todo el país:
-Los ultrakirchneristas heridos en el honor y/o flamantes desocupados, que harán todo lo posible para que esto no dure mucho.
- Los peronistas, que hoy se preguntan que hicieron Cristina y La Cámpora con su presente, y que navegan entre mantener las formas democráticas o complicarle la vida, sin reparos, a Cambiemos.
- Los liberales y radicales, que ni soñaban con la triple corona Nación, Provincia, CABA y ahora se preguntan cómo harán para manejar este Jumbo y a cuantos amigos se puede invitar al plantel del Estado. Siempre hay lugar para uno más, si usted usa Rexina.
- El campo, las empresas, los bancos, todos los que sufrieron el tormento ká y que hoy, no mañana, quieren chau cepo, otras tarifas, libertad de comercio exterior, dólares para todos y todas.
- Los sindicatos, que se quedaron sin rodillas en el ciclo que se va y ahora tendrán mucho pelo en pecho para reclamarle al gobierno, como en los tiempos de Saúl Querido.
- Millones de ciudadanos que pueblan la clase media y alta excedentaria, que no saben si irse de vacaciones a troche y moche o prepararse para otra travesía del desierto.
- Muchos más millones, al fondo del escalafón social, que tiritan cuando les hablan de subsidios, planes y precios. Para ellos, el equilibrio es tan frágil como un puñado de billetes, como lo aprendieron en el Rodrigazo, la hiperinflación, el corralito y esta última crisis que según el FPV saliente es puro invento.
Con su tic incontrolable en el ojo derecho, Álvaro Alsogaray volvía una y otra vez a Tiempo Nuevo para advertir: “el que crea que las cosas van a mejorar es un iluso, ya van a ver”. Su anfitrión, Bernardo Neustadt, lo aplaudía mientras pedía “no me dejen solo” a su generoso raiting, mucho antes de que Francisco, el papa argentino y peronista acuñara aquello de “recen por mí”.
Pasó el populismo y advierte que pronto volverá, que sólo se trata de un respingo. Igual que en Venezuela el péndulo está como loco. Y vuelven los liberales, que piden que no los confundan, que son desarrollistas.
Con mucha imagen exterior, Welcome Argentina es una buena marca, la nueva moda del global business. El problema es que Axel y CFK se fumaron todo el vento de la década ganada y habrá que rajar los tamangos buscando ese mango que te haga morfar, como decía Gardel. No se muevan de sus asientos, un nuevo capítulo de la novela argentina está por comenzar.
* Director de Mining Press/EnerNews